Desde Malé a Utrecht


El relato comenzó en Desde Utrecht a Fuvamulah

Llegamos al episodio final, el del largo o quizás larguísimo regreso a casa, que comenzó a las seis de la mañana, cuando me levanté, aunque estuve tirado en la cama un rato porque hasta las siete y media no daban el desayuno para cuando empezó, yo ya bajé con mi bolsa de viaje y mi bolsa de plásticos de uso único para enviar a Suiza. Desayuné y abandoné el hotel, caminando en cinco minutos la distancia que había con el muelle en el que por unos setenta céntimos de leuro te llevan en un ferry pequeño al aeropuerto. Una vez allí pasé a hacer la facturación, que no la hacía, solo entregaba la bolsa del plástico para reciclar. Éramos unas cuarenta personas facturando para el vuelo cuando yo pasé por allí y solo dos llevamos la bolsa, lo cual dice mucho de los ciudadanos europeos que fueron en el avión y que se jactan de lo mucho que reciclan y de lo muchísimo que respetan y aman el medioambiente, pero a la hora de la verdad, dejaron atrás todo su plástico para que lo quemen o lo tiren al océano, que las Maldivas son islas pequeñitas, con poquísima gente y sin recursos para crear un sistema de reciclado como el que podemos tener por aquí. Después de entregar la bolsa fui a pasar el control de inseguridad y el de pasaporte, en el que ni siquiera se molestaron en mirar todo lo que me hicieron poner en el registro de salida del país. Una vez en la terminal, me apalanqué en la zona de las puertas de salida, que como este aeropuerto es viejo, no tiene pasarelas a los aviones y todos vamos a los susodichos en guaguas. Mientras aproveché para cargar el Aipá, que por la noche se me olvidó enchufarlo y estaba flojo de jugo energético.

A la hora adecuada, llamaron para el embarque y salí en una de las primeras guaguas que fue al avión. De nuevo no me tocó ventana y estaba en pasillo. De nuevo no había nadie sentado a mi lado con lo que iba relativamente cómodo. Al ser el viaje durante el día, el objetivo era no dormirse en ningún momento, así que me preparé para ver episodios de mis series favoritas hasta jartarme. Despegamos y el piloto nos informó que serían casi diez horas, así que aquello fueron muchos episodios de series, comida, más comida, tentempiés, bebidas y poco a poco fue pasando el tiempo y aterrizamos en Zúrich a las cinco y media de la tarde, hora local. Tras salir del avión e ir a la terminal de vuelos comunitarios, nuevo control de pasaporte y ya dentro de Europa, busqué un rincón para pasar el rato hasta las ocho. Mientras controlaba el avión que tenía que tomar y que gracias a los programas mágicos que hay hoy en día sabía que había ido a Florencia y salió de allí con retraso, llegó a Zurich con retraso y finalmente salimos con tres cuartos de hora de retraso, lo cual me complicaba enormemente la conexión con el tren para llegar a mi casa. En el asiento delante de mi había un pavo que debía estar viajando tanto tiempo o más que yo pero que apestaba a sudor macerado que no veas. Por suerte no aterrizamos por la malvada Polderbaan, la pista esa de aterrizaje que está a kilómetros del aeropuerto y según engancharon el avión a las pasarelas y salimos, hice la maratón para llegar a la estación de tren del aeropuerto, con tres minutos para pillar el último tren directo a Utrecht. Mirando los horarios de guaguas, si el tren llegaba en hora, tenía cuatro minutos para pillar la penúltima guagua a mi keli o tendría que esperar cuarenta minutos y a esas alturas, yo ya comenzaba a desconectarme por completo, que eran como veinte horas desde que me levanté. Como conozco el tren y sé donde para, me coloqué estratégicamente en una puerta que estaba junto a las escaleras mecánicas y salí usando hasta los peotes para propulsarme, fui disparado hasta la salida de la estación a las paradas de guagua y después hice la segunda maratón porque la guagua que va a mi keli para al final del andén y cuando digo al final, es como doscientos y pico metros de la escalera. Llegué con treinta segundos de ventaja sobre la guagua y sudado como chocho de podemita trabajadora, que es lo que usan para medrar y no terminar de cajeras de supermercados.

Ya en la guagua solo tuve que evitar quedarme dormido y sobre la una menos veinticinco de la mañana del lunes entraba en mi keli, agotado y buscando la cama para tirarme a dormir y así acabaron las dos semanas buceando en las Maldivas.

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3 respuestas a “Desde Malé a Utrecht”

  1. Pues para oler a sudor macerado deben de estar dias y dias sin bañarse ni cambiarse de ropa, porque un aseo mediano sin ducha diario y el uso de desodorante te hace aguantar el mal olor corporal durante muchos dias.
    Lástima de asiento de pasillo… 🙁
    Salud

  2. No me ha gustado nada eso de «que es lo que usan para medrar», estás viejuno!

  3. Medrar: Dicho de una persona: Mejorar de fortuna aumentando sus bienes, reputación, etc., especialmente cuando lo hace con artimañas o aprovechándose de las circunstancias.

    Básicamente la definición de un podemita, recordemos a la marquesa de Galapagar, que se folla a sus ministras y que puso a la cajera de supermercado de ministra y esa inútil ha hecho la ley del Si eres violador te reducimos la pena que hasta la ONU dice que es mala para las mujeres, pero ella es tan lerda y subnormal que no quiere reconocer la cagada. Una que medra pero a base de bien.

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