Para todo gran viaje hay un gran salto que tenemos que dar y el de esta ocasión ha sido grandísimo y complicado que no veas. Todo comenzó el viernes por la noche cuando ya preparé mi bolsa de viaje con casi todo y menos de seis kilos. El sábado me levanté muy temprano y después del jiñote y la ducha, me hice un chocolate con churros porque no hay mejor manera de comenzar una cosa así. Había comprado mi billete de tren para ir al aeropuerto de Düsseldorf un mes antes y cuando lo miré un día antes, me habían cambiado la ruta y añadido algún tren alemán más. Salí de mi keli con tiempo y fui andando a la estación de mi barrio y desde allí pillé el primer tren, en dirección a la estación de Utrecht Centraal. Allí esperé cuatro minutos hasta que llegó el tren de alta velocidad que se supone que me iba a llevar a Düsseldorf y que ahora iba por otra ruta, pasando junto a mi chamba y largándome en una ciudad Alemana de nombre rarísimo. El tren se petó de gente en Utrecht y me busqué un asiento con la lucecita del semáforo en verde porque pasé de pagar para reservar asiento. Llegó un panoli y me dice que ese asiento es suyo y le señaló la luz y le digo que ya se puede ir a tomar por Jauer. Además, era Jalal y malcriado y otra gente con los que lo intentó le dijo lo mismo. Al parecer él entró el último y pretendía echar a gente de un grupo de asientos para sentarse con la pelandusca que empala, el totorota del hijo, un amigo y él, pero acabaron sentados en dos zonas distintas y él comenzó a captar que por más que la chusma y gentuza de la izquierda les de carta blanca para abusar, el resto no tragamos ruedas de molinos.
Al cruzar el tren la frontera con Alemania, se subieron un montón de picoletos alemanes y fueron directivos a por el panoli gilipollas y los suyos, a pedirles pasaportes y preguntarles qué coño hacían allí. Resultó que están 6 semanas de vacaciones por Europa y son sirios, claro, es que al donar todo el mundo tanta guita para esos países, allí cuando se van de vacaciones, menos de seis semanas les parecen mal. La mujer del chamo tenía un pasaporte de otro país y a los polis esos los mosque un montón. Por culpa del panoli, nuestro tren comenzó a acumular retraso y cada vez se veía más improbable mi conexión en Mönchengladbach Hbf, que mira como se la gastan los alemanes con los nombres. Tuve suerte y el otro tren venía con retraso, había un montón de gente, llega el tren y no se sube nadie. Me subo yo, mirando fijamente al panel en el andén y de repente lo cambian y dicen que ese es otro tren y tuve que salir por patas para que no me metieran en una ruta equivocada. Ese tercer tren, cuando llegó, era uno regional y con él llegué hasta la estación central de Düsseldorf. Allí salí por patas para llegar a tiempo al tren que me llevaba al aeropuerto que ahora era uno de alta velocidad en dirección a Berlín. Nos subimos todos al tren y el chófer como que no tenía ganas de arrancar o algo y al final salió de la estación con diez minutos de retraso, el cual por supuesto no lo explicaron. Finalmente llegué al aeropuerto de salida, algo más de tres horas después de salir de mi keli, pero con tiempo para pillar el avión.
Los controles de inseguridad alemanes están en otro nivel, te gritan todo el tiempo y te dicen que no cruces las rayas que han puesto en el suelo y así es casi que imposible. Lo mejor es que me seleccionaron para revisión aleatoria y la pava me gritaba, yo me acercaba y se ponía como una energúmeno y me decía que no cruzara la línea. Cuando acabó con el numerito y me dice que recoja mis cosas, le digo que ha sido muy clara con lo de la distancia y la línea, así que moralmente no puedo a menos que ella se aleje y se vaya, por ejemplo, al coño de su puta madre y hasta que no se alejó dos metros de mis cajas, me negué a recogerlas.
Dentro de la zona segura, me senté a esperar la salida del vuelo. En ese aeropuerto no hay un solo lugar para cargar dispositivos electrónicos, veías a la gente como perros de presa pero sin suerte. Por supuesto no me dieron asiento de ventana y además me asignaron el último grupo para entrar en el avión y los alemanes no son como otros, cuando te intentas colar, la máquina se niega a aceptar tu tarjeta de embarque y te humillan públicamente y te hacen esperar. El avión era un Embraer, solo con cuatro asientos por fila, así que tenía pasillo. Despegamos en hora y al rato pasaron por cabina vendiendo comida que nadie compró, después nos dieron a todos medio vaso de agua y un bombón y volvieron a intentar vender comida y ya comenzó el aterrizaje en Viena. Hasta ese momento nadie me había mirado mi carné o pasaporte, con lo que se puede cruzar tres países Europedos sin que nadie te controle. En Viena por fin pasé un control de pasaportes y fui a las puertas Gé de truscoluña no es nación. Tenía unas dos horas y media hasta el gran vuelo. En este segundo avión, como Virtuditas no quiso pagar los leuros, me pusieron en pasillo de nuevo y me asignaron al último grupo de embarque, con lo que para cuando yo entré, cerraron la puerta, quitaron el freno de mano y nos piramos. El avión era un Boeing 777 e iba petadísimo. El piloto nos dijo que daríamos un rodeo por culpa de los joputas-terroristas-y-asesinos-musulmanes, ya que hay una purriada de países sobre los que ya lo mejorcito es no pasar por encima. Todos esperamos que nos echaran el rancho y cuando cenamos, apagaron las luces y a dormitar o dormir, que se hace muy malamente. Nos despertaron cuatro horas más tarde, cuando quedaban dos para aterrizar para darnos el desayuno. El avión consiguió aterrizar en hora, pasé el control de pasaporte sin incidencias y nos quedamos en la mañana del domingo, en Malé, capital de las Maldivas.
4 respuestas a “Desde mi keli hasta Malé”
*léase con ironía por favor* Ay que penita me das con todo ese trajín para llegar a las MALDIVAS… pobre… ehem…..
Un poco de follón para llegar pero ha valido la pena. Ahora a sufrir.
Menos mal que no tenias que ir por Renfe, no hubieras llegado a ninguna parte, tal y como funciona últimamente… 🙂
Salud
El viaje de vuelta no daría tantos rodeos… 😉