Despidiéndome de los tiburones en Kandooma Thila


El relato comenzó en Desde Utrecht a Guraidhoo

Mi último día en Guraidhoo tenía muy limitadas las inmersiones de buceo por culpa del tiempo que hay que dejar pasar entre la salida del agua y el volar en avión, que PADI estipula en 18 horas pero todos los computadores de buceo y mucha gente pone en 24 horas. Así, como mi vuelo el domingo era a las diez menos diez de la mañana, podía hacer una inmersión e ir con el perfil seguro, aunque si soy honesto, yo habría hecho la segunda, solo que sabía que sería en algún sitio poco interesante y por eso pasé. Me levanté temprano y llegué al club de buceo a las siete y media. Al final se apuntaron dos más, dos españoles, uno que es muy nuevo y ya había ido a Kandooma Thila el día anterior y otro que comenzó a bucear con nosotros el día antes y que pese a lo que él cree, buceando es un mierda, no tiene flotabilidad alguna, en lugar de ir horizontal va prácticamente en posición de pie y en la tercera inmersión del día anterior, enturbiaba el agua al mover la arena (algo malo) y aún peor, en al menos tres ocasiones le vi arrear un aletazo a los corales y romperlos (un pecado mortal). Cuando le comenté que ya se podía poner a mejorar su flotabilidad se lo tomó a mal, así que lo puse en mi lista negra de truscolanes y a partir de ahí, como si no existiera, que el necio y el soberbio son dos especies que no me interesan. Por desgracia bajaba conmigo pero me las apañé para no estar jamás a su lado. Llegamos al lugar de la inmersión, no hábia demasiada corriente, como los dos días anteriores y saltamos. Ya comenzó con el pollaboba siendo incapaz de hacer un descenso negativo, a todo meter hasta el fondo. Para cuando llegamos, busqué un sitio para ver el espectáculo de tiburones y águilas marinas moteadas que era fabuloso. También vi un par de tortugas enormes, morenas, al menos cuatro atunes y un Napoleón, sin contar con los dos bancos de peces, el de Giant Trevally y el de Bigeye Trevally. Ya cuando bajamos a codearnos con los tiburones, muchos más que el día anterior y muy bien. Estuvimos bajo el agua, como siempre, unos cuarenta minutos, en ese lugar las inmersiones no pueden ser más largas. Al salir, aproveché para tomar un pelín del único sol que hubo en el día. Al llegar al puerto, fui a desayunarme y después regresé al club de buceo para pagarlo todo y finiquitar y que me firmaran mi bitácora de inmersiones, la tercera y que parece que acabaré pronto. En estos instantes estoy en ciento cincuenta y seis inmersiones. Después hice la bolsa y salí para pasear un rato pero comenzó a diluviar y tuve que quedarme en el complejo en donde está la habitación, charlando con los Dive Masters que también estaban allí. En toda la mañana no paró de llover. Sobre la una, fui a almorzar porque mi barco era a las dos y media y después llevé mi bolsa al club de buceo. En ese rato también aproveché para facturar para los dos vuelos del día siguiente y cierto Ancestral se alegrará de saber que tengo asiento de ventana en ambos vuelos (contando que en esa fila haya ventana, que a veces no las hay). A las dos y cuarto vinieron todos a despedirse al barco conmigo y salió a las dos y media a todo meter hacia Malé. Llegué sobre las tres y cuarto al aeropuerto, lugar desde el que podía coger la guagua para ir a Hulhumalé, la isla artificial que han hecho junto al aeropuerto y que está llena de hoteles. La guagua me dejó cerca de mi hotel, me registré y después salí a pasear y ver la isla, que no hay mucho. Vi la mezquita, el parque que tienen, la playa y poco más. Mirando en los restaurantes, todos tenían locales salvo el de la calle de mi hotel así que decidí cenar en ese y no arriesgar una tremenda diarrea antes de volar. Tras la cena me retiré a la habitación porque la mañana siguiente comenzaría bien temprano. En resumen, que ya estoy dando pasos para volver a casa, aunque aún estoy en las Maldivas.

El relato acaba en Desde Malé a Utrecht pasando por Zurich

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