El cine enmascarado


Aunque llevo en Gran Canaria más de una semana, no fue hasta ayer que me arriesgué a ir al cine. Al ser recintos cerrados y visto el drama de todos los programas de noticias, como que no me acababa de convencer el concepto. Ayer, finalmente, decidí darle una oportunidad, algo que me pusieron complicado ya las dos cadenas de cine que hay en la ciudad y el multicines que es más de cine de autor. Este último solo abre de viernes a lunes, con lo que lo tuve que descartar. De los otros dos, el Yelmo ha actualizado su programa para el teléfono y ahora no lo puedo instalar porque solo está disponible en la tienda de Apps española de GooglEvil. Tremenda estupidez, ya les he mandado un mensaje que por supuesto ignorarán y como no lo puedo instalar, tampoco les puedo dejar una crítica negativa. La otra cadena, Cinesa, me permiten instalar el programa pero después no funciona, no pasa de la pantalla inicial preguntándome la ciudad. Todo un canto de cisne a los programadores que han hecho los programas de ambas empresas, como para ahogarlos en un vaso de agua y después soltarlos en una playa truscolana de noche para que se infecten y revienten como ratas. En fin, que mirando por la página güeb de la segunda empresa, vi una peli de terror en cartelera. Ayer por la tarde, tras la playa, los ejercicios de Duolingo y escribir la anotación, fui andando al cine, que está a unos diez minutos de la casa de mi madre en un centro comercial que parece desierto, como si hubiese habido un evento que finiquitó la población del planeta. Llegué a la tercera planta, ya con las manos desinfectadas dos veces y fui a comprar la entrada. La empleada me confirmó que saben que su programa para Androitotorota es una puta mierda del copó y está petando a todo el mundo. Me recomendó usar la página güeb, como hice. Nos colocaron sin estar arrejuntados en la sala y en total éramos cinco. Lo que yo no sabía es que hay que ver la película enmascarado, con lo que esa sí que fue una nueva experiencia para mi, una que aún no estoy seguro de apreciar, ya que es un agobio el tener una máscara en la cara mientras ves una peli.

A la molestia de la máscara se unió que no había imagen, así que alguien fue a quejarse y tardaron más de cinco minutos en solucionarlo, solución que consiste en apagar y encender el proyector y el ordenador que está pegado al mismo para interpretar los unos y los ceros del cine digital y tal y tal. Finalmente tuvimos imagen y con algo de retraso comenzó la película, aunque justo antes, en una especie de comercial contando las medidas de la cadena de cine contra el virus este truscolán, nos decían que al acabar teníamos que esperar en la sala para que un empleado nos indicara como salir. Terminó la peli y el empleado nunca vino, así que cuando los títulos de crédito ya estaban por la mitad, me levanté para irme y los otros cuatro me siguieron. También noté que el cine está a medio gas, que de todas las salas que tienen solo han abierto la mitad, el resto están cerradas.

Si al llegar al cine aquello era un erial, al salir, a las diez de la noche, allí no había nadie, te daba hasta grima caminar por aquel mausoleo enorme dedicado al consumo y que parece haber sido abandonado por aquellos que adoraban a sus dioses allí. Hoy que es viernes iré al que solo abre cuatro días, que está en el medio de la calle y espero que la experiencia sea mejor, aunque con ese es aún más ruleta rusa ya que requieren de al menos tres espectadores para encender el proyector.


Una respuesta a “El cine enmascarado”