El índice de saturación


Hay un factor bastante raro que tengo muy en cuenta a la hora de ir al cine. Es el índice de saturación de una película, una cifra mágica y desconocida que nos indica la cantidad de veces que puedo ir a ver una peli sin hastiarme, punto en el que es más que probable que caiga dormido aunque sea una película que me encanta. Cada película parece tener un índice de saturación distinto y no tiene nada que ver con lo mucho o lo poco que me haya gustado la susodicha. Puedo ir a ver varias veces una que considero mediocre y hubo muy buenos ejemplos el pasado verano durante la ola de calor y puede haber una obra maestra, un peliculón, que tras ver una sola vez ya ha llegado a la saturación y no la quiero volver a ver más y sé que de verla, me dormiré en la sala sin remedio, aunque me guste una jartá la película. Cuando el año pasado vi Bohemian Rhapsody por segunda vez a mediados de noviembre, alcancé ese punto, o eso pensaba yo. Reservé entradas en multitud de ocasiones durante las siguientes semanas y siempre encontraba una excusa para no ir al cine, algo que muestra a las claras que había llegado al índice de saturación. Han pasado un montón de semanas, meses, concretamente tres meses y medio y sigue en cartelera. Después de los Oscars y en una semana sin otras opciones, consideré el regresar al cine y reservé mi entrada. Esa vez sí que fui a ver la película y me volvió a gustar un montón, las partes que me hacían temer todo lo peor, siempre, resultaron ser de duración corta y pasable y en concreto, es el segmento en el que Freddie Mercury se separa del grupo y se va con la mariquita irlandesa a grabar su álbum, parte que para mi se hace insoportable porque el irlandés me cayó super-mal desde el principio por sus artimañas. Regresando a la película, me sirvió para refrescar mi recuerdo de la misma, la gloriosa banda sonora, las fabulosas canciones de Queen y lo idílica que es la relación entre todos los miembros de la banda. Cuando terminó la película, como en las dos ocasiones anteriores, me quedé hasta el final para seguir escuchando la música. Ahora que he visto las películas de todos los nominados, me reafirmo en que Rami Malek se merecía el Oscar, no solo hace los playbacks más fabulosos que te puedas imaginar, además es que durante la historia, se va transformando como decía la canción aquella de Julio Iglesias, de niña a mujer y lo vemos madurar en su mariquitismo.

Lo extraño no es que haya vuelto al cine y retado y superado con éxito el índice de saturación de la película, es que ha caído un montón y creo que la puedo ir a ver una o dos veces más antes de volver a llegar a ese punto en el que no la quieres ver más. No sé si podré verla esta semana pero igual me acerco la semana que viene para un cuarto y quizás último visionado. De las películas que comenté la semana pasada, tengo claro que Escape Room aguantará perfectamente un segundo pase y me servirá para fijarme en algunos detalles específicos que se me escaparon la primera vez que la vi.


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