El puntito


Al haber pasado los tres últimos veranos sin chamba, se me había olvidado lo a gustito que se está cuando llegamos a esa época, que yo llamo el puntito, que es cuando casi todo el mundo se va de vacaciones y tú te quedas en la oficina tan a gustito, o trabajando desde casa, haciendo mayormente lo que te place o esas cosas que en un momento determinado quisiste hacer, pero nunca tienes tiempo. Por la oficina, son cuatro gatos y nadie te molesta y poco a poco vas viendo como más y más sistemas y procesos se van apagando por falta de personal y te molestan muchas menos personas. El puntito hay que disfrutarlo en las tres o como mucho cuatro semanas que existe, que después, un lunes, se empiezan a ver las caras de los que se fueron, muchas de ellas igual de pálidas que cuando se marcharon porque eligieron quedarse en el norte y este verano lo recordaremos por los chubascos, la lluvia y las trombas de agua que convierten los desplazamientos en una aventura estresante, sobre todo porque los maravillosos radares que hay cubriendo todos los Países Bajos y que deberían darnos una certeza prácticamente absoluta de lo que va a suceder en los próximos tres cuartos de hora, se ven impotentes con unas nubes y unos vientos para los que no estaban preparados y puede suceder, ha sucedido y seguirá sucediendo que los tres programas que tienes instalado en tu telefonino te dicen que no hay una sola nube en el cielo y que ni-de-coña va a llover y tú miras por la ventana y no puedes ver más allá de veinte metros porque hay una intensa y densa cortina del agua que no debería estar cayendo, según esos programas, pero que es real, al contrario que ellos, que no son más que sueños de procesadores y nubes de datos. Esto además no es que te pase una vez de cuando en cuando, es que te puede pasar en tres ocasiones en el día, que esta mañana no llovía según toda la ayuda tecnológica que tengo y me tuve que poner el pantalón chubasquero para llegar a la estación, después decían que comenzaba a llover inmediatamente cuando llegué a Bolduque y decidí no hacerles caso porque estaba soleado y llegué al laburo bien seco, al mediodía no había prevista lluvia y cuando salí a caminar no dejó de llover en la media hora que caminé y por la tarde, cuando no debía estar lloviendo, yo de nuevo viendo la lluvia caer por la ventana y opté por regresar a la estación con el uniforme completo de chubasquero, que me protegió de la lluvia y al llegar a Utrecht, nuevamente, en un cielo supuestamente sin nubes y caía agua en el trayecto a mi casa, aunque diez minutos más tarde, estaba soleado y me fui a correr y hasta conseguí correr sin que me lloviera, pero todo el camino miraba a mi espalda, miraba al frente, miraba a los lados esperándome lo peor de lo peor, que la lluvia parece que te espera, igual que por la noche, cuando no para de llover en tandas brutales que hacen tanto ruido que te despiertan y la temperatura en la calle se pone en doce grados o menos. Y nos dicen que esto va a continuar así durante los próximos siete días, que ya no puedo ni ir a correr con las zapatillas habituales, estoy usando las de lluvia porque tampoco me quiero hostiar y resbalar porque hay charcos por todos lados, hay babosas por todos lados y la hierba luce más verde que nunca.


Una respuesta a “El puntito”

  1. A mi, lo que me tiene muy preocupado, incluso triste a veces, es la total ausencia de avistamientos, cuando es esta la época en que los potorros no quieren trapos encima y quieren andar totalmente libres, sin nada que los cubra e incluso absorba sus femeninos fluidos corporales, o mas bien, coñisticos…
    Y que no se vean por doquier en dias soleados, es muy triste para almas sensibles como lo es la mía 🙁
    Salud

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