Entramos en el invierno y el otoño que dejamos atrás lo podemos definir como bien pasado por agua, pero en una cantidad brutal. Arrancó con una ristra de récords de días calurosos y después se abrieron los cielos y ya no paró de llover, solo que no fueron las tradicionales lloviznas neerlandesas, con días grises y en los que está todo mojado todo el día, pero la cantidad de agua era minúscula. No, lo que hemos tenido en estos tres meses han sido momentos puntuales con chaparrones brutales, cantidades que no pueden manejar la red de alcantarillado y sucedía que ibas al cine con un día soleado y al salir te encontrabas con la calle medio inundada porque hubo una tromba, o dos, o quizás tres, que hay un sitio cerca de mi casa en el que hemos tenido un charco en el carril bici durante más de mes y medio y la razón del charco es que la arena que está bajo las baldosas está tan saturada de agua que aquello no se puede ir y por ser una pequeña depresión del terreno, la lluvia se queda empozada allí. En la segunda ubicación de mi chamba en Bolduque, cuando voy desde la estación tengo que pasar por debajo de la entrada y salida a una autopista y al parecer, se les tupieron los bajantes y el agua se ha ido acumulando allí hasta llegar a los treinta centímetros o así, tanta que acabé por cambiar mi ruta porque el nivel del agua es tan alto que al pedalear, acabas metiendo el pie en ese estanque.
Al final, el otoño nos dejó con una temperatura media de casi trece grados, que es una aberración, un montón de horas de sol y al lado de mi keli, que es donde hacen las medidas, cuatrocientos cuarenta y cuatro milímetros de agua, en lugar de los habituales doscientos veinte, con lo que duplicamos la cantidad de agua y nos pusimos en una media de medio centímetro de agua diario, solo que en lugar de llovizna, como eran trombas, la lluvia ponía a prueba los bajantes que sacan el agua desde el tejado y en un punto determinado de este otoño, tuve que subir con una escalera gigantesca para destupir mi bajante porque me apareció una gigantesca cascada por delante de la casa y que hacía un estruendo terrible cuando el agua caía desde una altura de seis metros.
Con tanta agua, mi limonero y mis otros dos arbolitos de cítricos las han pasado putas y les tuve que quitar los sensores de humedad porque si hay algo que les sobraba era eso. Ya los he metido en mi keli y hasta que no se den unas circunstancias más normales no los volveré a poner en el jardín, que es su sitio favorito porque las abejas los cortejan y les tocan sus flores y acaban produciendo un montón de frutas minúsculas. En el jardín he plantado un eucalipto que vino de Galicia y hasta ese se pregunta por qué lo ha castigado el Dios de los cristianos con esta maldición acuática. En Utrecht y alrededores, los canales van al máximo de capacidad, llevan agua hasta el borde y supongo que estamos bombeando millones y millones de litros hacia el Atlántico, que sigo preguntándome por qué no se recoge toda esa agua y se hacen instalaciones como los gasoductos y se envía todo ese exceso para el sur, que es una lástima devolverla al mar.
El invierno tampoco parece que venga mejor, damos bandazos y unos días parece invierno de verdad, con temperaturas alrededor de zero y otros nos ponemos con temperaturas máximas de día de casi trece grados y nocturnas de ocho, que con esas temperaturas yo voy a correr en camiseta y pantalón corto. Una cosa sí que está clara, cuanto más alta es la temperatura, mayor es la probabilidad de lluvia y los días de trece grados son candidatos a trombas de agua, que vemos en los programas meteorológicos como manchas rojas que se ciernen sobre el país y cuando pasa una de esas por encima de tu keli, mejor que te pille dentro o acabarás enchumbado.
Una respuesta a “El trastocado otoño”
Aquí han estado haciendo mínimas de cercanas a 0º y máximas de 7º, con lo que mi Inverter esta funcionando sin parar, y ya estoy terminando de instalar mi chimenea de madera, porque esto está lleno de bosques, incluso tengo árboles propios, seria un crimen que dependiera solamente de la electricidad y hubiera una avería que me la cortaran, entonces me congelaría la sesera, de esta manera, me puedo calentar con la chimenea de combustión controlada que es una maravilla.
Y para terminar, tengo que contar que una amiga tenia un cáncer terminal, y cuando le han hecho las pruebas de control del tratamiento que seguía, la semana pasada, el cáncer habia desaparecido, ¿No es genial? Así que yo contento y aunque no la veo porque reside en Londres, estamos de celebraciones igual, nunca hay que perder la esperanza, yo, al igual que su medico, ya la daba por muerta…
Salud