No hay dos regresos de vacaciones iguales. Hay años en los que desde el primer día estoy como una rosa y otros en los que algo se tuerce, como sucedió en este último. No sé qué pasó y definitivamente no era la falta de dormir ya que de las trece horas que estuve en el aire entre Kuala Lumpur y Frankfurt, al menos siete fueron durmiendo. En mi segundo vuelo, el tripote estaba lleno de aire y tenía una necesidad imperiosa de hacerme un solo de trompetilla. Al llegar a Schiphol, ya en el tren, me metí en el baño y lo que allí sucedió y los sonidos que se generaron fueron épicos y memorables. Esa primera noche, me acosté sobre las once pero me desperté desde las cuatro de la mañana y a las cinco ya estaba tan aburrido que opté por hacerme un desayuno de escándalo. El segundo día mi cansancio siguió un ciclo opuesto y no me quedé dormido hasta casi las tres de la mañana y me levanté a las seis. El tercer día era un cadáver andante y al cansancio se añadieron molestias de estómago que no sabía si eran de la comida en Malasia, de la comida en el avión o de la comida en Holanda. Ese día tampoco dormí bien y el cuarto día estaba baldado y encima, soltando unos peos que me hacían parecer un ventrílocuo. Ese día finalmente logré dormir algo más y así llegamos al viernes, día en el que por desgracia tenía una escapada de fin de semana a Berlin con mi amigo el Rubio y por supuesto, volando. El viernes, bebido, aunque no borracho, según el Rubio, batí un récord absoluto ya que fue meterme en mi cama a dormir pasada la medianoche y caer dormido en los siguientes diez segundos. El sábado ya comencé a normalizarme (ayudado por dosis masivas de cafelitos expresos) y esta semana todo ha vuelto a su ritmo.
Cambiar tu ritmo de vida durante más de tres semanas de modo drástico y después devolverlo a su estado original es algo que tiene un precio, sobre todo cuando saltas por diferentes zonas horarias y hábitos de vida, ya que lo que en un lugar es habitual, como levantarte a las cinco de la mañana y estar activo desde esa hora, irte a la playa a las ocho de la mañana y acostarte temprano ya que es de noche desde las seis, en otros lugares es totalmente distinto y por ejemplo, al volver a Holanda me he topado con los días gigantescos y aquí no es de noche hasta después de las diez y los días todavía están creciendo.
Pues es raro lo que te ha pasado, no me parece nada normal que tardaras tanto tiempo en normalizarte, aunque claro, de entre medias un viaje a Berlín tampoco es que sea demasiado propicio, en fin, lo importante es que ya está todo saldado y normal…
Salud
Loa años que no pasan en balde 😉
Luis, yo más bien pienso que pillé algo dañino con la ensalada que venía en la cena del avión y me costó 4 días recuperarme de eso, con jiñotes diarreicos frecuentes y peos que mataban toda la vida en un radio de varios metros. Para cuando estaba bien me pilló el fin de semana en Berlín y acabé agotado. Este sábado me he dado el gustazo de dormir desde las nueve y media de la noche a las nueve y media de la mañana del domingo y estoy RE-de-GENERADO