Han pasado semanas, casi tres y prácticamente ya veo en mi futuro más cercano la vuelta al norte, pero no escribí nunca del viaje de vuelta a África, que sucedió un sábado de diciembre, el de la misma semana de la visita de los amarillos del país del sol caguiente. Este año cambiaron ligeramente los horarios y no tenía vuelo por la tarde, o quizás fue porque la aerolínea elegida fue Tuiflai, que tiene ofertas mucho mejores que las otras, sobre todo porque con ellos el equipaje de mano todavía es gratis total y con las otras aerolíneas, hay que pagarlo. Tienen la ventaja del vuelo directo y al comprar el billete ya apunté una maleta con veinticinco kilos en el vuelo de vuelta, que si sumamos los 8 del equipaje de mano y la segunda bolsa debajo del asiento más lo que pueda entrar en los bolsillos de la chaqueta de invierno, puedo volver a los Países Bajos con cuarenta kilos de pitanza. Mi avión era a las diez de la mañana y por eso evité la fiesta navideña de la empresa, bueno, por eso y porque la pusieron en el recarajo, en un sitio aislado y de haber ido, habría llegado a mi keli pasada la medianoche y yo tenía que madrugar para estar en el aeropuerto antes de las nueve de la mañana y facturar.
Por la mañana salí muy bien de tiempo, de hecho, iba tan bien que podía llegar al aeropuerto media hora antes de lo calculado. Fui en guagua a la estación de Utrecht y pillé el tren sin problemas. El tren hace dos paradas antes del aeropuerto, una en el estadio del Ajax y la siguiente al sur de Ámsterdam. Cuando llegamos al estadio, se escoñó el tren y el chófer no podía arrancarlo. Lo apagó y lo reseteó y nada y tras veinte minutos, nos sugirieron que cambiáramos de andén para pillar el tren que yo debería haber tomado según mi plan. Cuando estábamos en el otro andén, al parecer, milagrosamente, se le arregló el tren y se fue el joputa con el tren vacío, mientras que nosotros nos metíamos en el Bangalore exprés, con Los pasajeros de dos trenes apiñados en uno.
Al llegar al aeropuerto, subí a facturar y tenían las nuevas máquinas de háztelo tu mismo, que están mal diseñadas y la gente se queja continuamente. Escaneé mi pasaporte, la máquina se abre, pongo mi maleta, me sale una pegatina, se la pongo, recoloco mi maleta y la máquina se niega a cerrarse, como le pasaba a casi todo el mundo. Viene un empleado y me dice que no puedo rotar la maleta porque los sensores no leen la pegatina y se niegan a coger un bulto sin una. Tremenda mielda de sistema, así hay tantas quejas y tantos programas en la tele cagándose en la puta que parió al que las inventó. Solucionado el problema, tenía reservado para pasar el control de seguridad, supuestamente sin hacer colas, pero claro, en el aeropuerto no han contratado suficiente personal y la cola normal era de media hora y la de los que teníamos reserva fue también de media hora, algo de lo que me quejé cuando me mandaron el correo para que valorara la cagada de servicio. Entre pitos y flautas, para cuando estaba dentro ya faltaba una hora para el despegue, así que fui directo a la puerta de embarque, en donde la gente ya se estaba poniendo nerviosa. El embarque fue sin incidencias y pillé mi asiento de pasillo y a mi lado iban dos panolis gigantes, con pezuñas larguísimas que no entraban allí, estaban encajonados, sin posibilidad de moverse durante casi cinco horas. El avión estaba petado y cuando entró todo el mundo, el chófer ordenó cerrar la puerta y después nos dijo que no lo dejaban encender el bicho hasta dentro de quince minutos o algo así. Finalmente lo hizo, reclamos y enfilamos para despegar. El vuelo fueron las cuatro horas y pico aburridas de siempre, con todo el mundo comprando comida y bebida a mi alrededor a precios desorbitados. Pese al retraso en la salida, llegamos a Gran Canaria en hora, con el aeropuerto también al 200% de su capacidad, todas las cintas de recogida de equipaje funcionando y todo el mundo esperando a que saliera la suya. Cuando pillé la mía, subí a la estación de guaguas, o más bien a las paradas de guaguas y al instante llegó una que me deja muy cerca de la keli de mi madre y que fue la que tomé. Parece que todo sucede muy rápidamente, pero estos desplazamientos son de unas diez horas, si cuentas de puerta a puerta, a veces más tiempo. Como la visita es combinando vacaciones y chamba, me vine con el portátil del laburo y preparado para chambear desde África.
2 respuestas a “El último viaje del 2024 a Gran Canaria”
¿Nunca te han pedido la factura del portátil? Me acabo de acordar que una vez en Toronto me la pidieron yo jamás he llevado una factura encima, es mas, ni las tengo después de tantas mudanzas, pues me tuvieron mas de dos horas mientras yo reclamaba a todo el que iba, poder hablar con su jefe inmediato, hasta que llegó uno latino, creo que español-canadiense y me dejó marchar prometiendo que buscaría la factura y que la llevaría conmigo siempre, pero me libré de tener que dejar el portátil precintado, creo que es la primera vez que me acuerdo de la dichosa factura…
Salud
Al final, ¿cuánto te has pegado en E-S-P-A-Ñ-A? ¿Tres semanas? Supongo que ya has vuelto por allí arriba, peeeeeeero, ¿dónde están los resúmenes anuales? ¿dónde? ¿D-O-N-D-E? Que aquí todos sabemos que tu vida es una hoja de Excel, si hasta me parece haber visto una tabla donde recoges todas las inmersiones que has realizado en tu vida. Estoy seguro que ese excel recoge todas las veces que te has subido al trono jajaja 🙂