F*ck de Liefde


Ya estamos de nuevo en esos días del año en el que por culpa del Nederlands Film Festival, el festival de cine patrio, llegan a la cartelera una cantidad ingente de películas y entre ellas, muchos truños, como este que voy a comentar y que venían en la forma de la típica comedia romántica con múltiples historias que deberían converger hacia el gran final o algo así. Yo es que si no fuese porque quiero ver al menos doscientas películas al año, muchas de estas me las saltaría, ya que solo mirando el poster de la peli se te ponen hasta los pelos del culo de punta con lo que está por venir. En este caso, la película se titula F*ck de liefde y no parece que los distribuidores españoles estén por la labor de estrenarla en España, ni siquiera con el fastuoso título de truscoluña no es nación.

Un montón de julays confunden las calenturas con el amor o algo por el estilo.

Tenemos unas cuantas pavas holandesas que se van de vacaciones a Curaçao, a un hotel específico del que nos restriegan el nombre todo el tiempo y allí claro, se repartirán entre machos locales y foráneos y buscarán tranca de la que mamar, que parece que está en su naturaleza el chupapollerismo. En paralelo, en los Países Bajos, más de lo mismo con otros y otras sin que nos quede muy claro por qué la acción a veces está en Holanda y a veces en Curaçao. Aquí son todos como personajes de un cómic malo o de una columna periodística y van a lo suyo, que es follar o al menos eso es lo que nos dan a entender.

El que escribió el guión de esto, o la que lo escribió, cree que la gente es como unidimensional y todos los personajes son como simplones, obcecados en una y solo una cosa. Cada uno a lo suyo pero siempre haciéndolo sin parar y tropezando una y otra vez en la misma piedra. Tenemos una que dice que no cree en el amor pero no veas como saliva cuando le ve el paquetillo a un negro, tenemos a otra que se encoña de uno que le cae mal y se roza con él como si fuera la chepa de un jorobado y le fuera a traer suerte. Después tenemos a un gilipollas y hasta él encuentra a su media naranja o algo así. Esto está tan poco trabajado que tienes que ser descerebrado y mongólico si después de ver la primera interacción ya no sabes cuales serán las parejas al acabar la película. En la parte cómica, se les debieron acabar las ideas porque no hubo mucha o ninguna. La película nace acabada y malvive para completar los noventa minutos que dura y en los que los únicos momentos interesantes no vienen de la pantalla sino que son las canciones de la banda sonora. En fin, que estas cosas se sufren en compañía de muchas, que la sala estaba petada, petada, de pavas que parecían estar pasándoselo bomba y asusta pensar que podemos tener algo de código genético común con esa chusma y gentuza.

Si eres un miembro del Clan de los Orcos o un sub-intelectual con GafaPasta y os obligaran a entrar en una sala de cine y verla, no me sorprendería si formaseis una alianza para prenderle fuego a ese cine y que no vuelvan nunca más a haceros algo así.


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