Creo que hace seguramente diez años que no tenía un regreso a Holanda tan largo como el del último viaje y todo por culpa de Buelin y su cancelación, sin avisarme, de mi vuelo directo a Ámsterdam desde Gran Canaria, cambio del que me enteré cuando fui a hacer el check-in y su mierda de programa me exige que acepte el cambio para continuar y ahí descubro que no hay otras opciones, es eso, o me devuelven el dinero y que me den. Llamé a su teléfono de contacto, en donde por supuesto no me ayudaron y me dijeron que o aceptaba en el programa, o me podía ir a tomar por culo y tras eso, me dicen que no corte tras la llamada para hacerme una encuesta sobre lo satisfecho que estaba con su mielda de falta de servicio al cliente. Así, mi regreso, que debería haber sido a las once y veinte de la mañana cambió a las siete, con lo que tenía que ir al aeropuerto antes de las cinco para facturar y eso implicaba levantarme a las cuatro de la mañana. Después de facturar, pasé el control de inseguridad y tuve tanta suerte que me tocó control aleatorio, con lo que me sobaron de arriba a abajo y restregaron por todos lados en mi mochila una tira de papel que después meten en una máquina o algo así. Después flipé con las botellas de agua, las que en diciembre tenían a un leuro y en marzo habían subido a leuro y medio, ahora valen un leuro y ochenta céntimos. Es un robo y un atraco. El embarque comenzó en hora y con el concepto ese de grupos que yo no tengo para nada claro. Una vez en el avión, me apalanqué en mi ventanilla y despegamos más o menos en hora. Al ir hacia truscoluña, la ruta es diferente y una vez llegan a la península, la bordean por el mar. Aterrizamos en Barcelona y tenía cuatro horas y quince minutos de escala, tiempo en el que me aburrí como una ostra, caminé, caminé más e intenté no sentarme y quedarme amodorrado. Con el programilla que hice los vídeos del día del drama, busqué mi segundo avión y a través de su matrícula, miré de dónde venía y si traía retraso y aquí fue cuando definitivamente me cagué en la puta madre que parió a todos los de Buelin. Ese avión, el que me llevaba a Ámsterdam, llegaba a Barcelona una hora y media antes de mi vuelo desde Gran Canaria, me podrían haber puesto en ese vuelo y en lugar de salir a las siete de la mañana, podría haber volado a las nueve y media. Aunque el avión estaba en el aeropuerto, el embarque se retrasó media hora porque la panoli que controlaba las tarjetas de embarque al parecer tenía las mismas luces que un agujero negro y no supo activar el sistema. Cuando por fin entramos y cerraron la puerta, salimos por patas de allí. Llegamos por la Polderbaan y después de veinte minutos, el avión aparcó y tras salir, las maletas solo tardaron una hora, que es casi como un tiempo fabuloso en Schiphol, que en su día la gente lo votaba como el mejor aeropuerto de Europa y tras la pandemia podemita, suciolista y truscolana, es el peor aeropuerto de África. Ponen además, maletas de cinco vuelos en la misma cinta y allí hay tanta gente que es casi posible respirar. Con mi maleta y mi bolsa bajé a la estación de tren y ahí me enteré que por mantenimiento, no había trenes directos a Utrecht, tenía que ir o por Hilversum o por otro sitio, solo que el de Hilversum venía con tanto retraso que no podría hacer la conexión así que elegí el otro, que tenía cuatro minutos para cambiar de andén y pillar el siguiente tren, solo que es una estación sin escaleras mecánicas, así que me posicioné en el primer tren para que me dejara a los pies de las escaleras y arrastrar los treinta y cinco kilos de carga, más de la mitad de mi peso, escaleras arriba y escaleras abajo. Como dato positivo, ese tren después seguía hacia Bolduque y paraba en la estación de mi barrio, así que me llevó hasta novecientos metros de mi keli y el resto del camino arrastré la maleta como pude.
Me desperté a las cuatro de la mañana hora y entré e mi keli a las ocho de la tarde hora peninsular, con lo que el regreso me tomó quince horas. Unos días después los de Buelin me mandaron un correo para que diera mi opinión del vuelo y les puse tantas opiniones negativas, a todo le voté siempre el número más bajo posible, que tardé media hora en hacer la encuesta porque todo lo malo había que explicarlo y se lo expliqué, para que sean conscientes de mi odio tan infinito. Y así acabó un viaje en el que pagué dos vuelos directos y acabé con aterrizaje de emergencia en el primero seguido de un segundo vuelo y el regreso con dos vuelos. Gafado del todo.
2 respuestas a “Fueron quince horas”
Vaya suerte, lo único bueno fué el tren hasta cerca de tu casa.
Que cagada…
Por cierto, yo siempre alucino cuando mencionas tu peso, porque con el tipo de alimentos que ingieres, con millones de calorías muchos de ellos, es como para que estuvieras como un tonel… 🙂
Salud