Hellfire Pass y viaje a Bangkok


El relato comenzó en Otro de esos saltos gigantescos

Mi último día en Kanchanaburi comenzó temprano. A las siete y media me recogía el taxi y una hora antes me levantaba para prepararme y empaquetar todo. El día anterior había llevado parte de la ropa a lavar, lo cual me costó la friolera de cincuenta céntimos de leuro. Cada desplazamiento es distinto y en este había optado por ir con las cholas Moises y guardar las playeras o zapatillas deportivas en mi mochila, así que tuve que reubicar cosas porque va bien llena. Bajé a desayunar e informé a los dueños del sitio que me iría ese día y a las siete y media en punto apareció mi taxi, el cual era de la modalidad sin aire acondicionado o eso que en España sería una camioneta o un pick-up con la parte trasera preparada para llevar gente. Lancé mis mochilas dentro y nos pusimos en ruta. Llegamos al Hellfire Pass Memorial Museum sobre las nueve menos diez y abrían a las nueve, con lo que tuve que esperar un poco. Fui el primero en entrar a ver los vídeos y ver el pequeño museo que hay en el lugar, muy pero que muy interesante. Mientras yo estaba allí llegaron dos guaguas con turistas, aunque a mí me pillaron ya saliendo para el paso con mi audioguía. Lo que se visita en este lugar es el corte en la roca conocido como Hellfire Pass, nombre que le dieron los prisioneros que lo construyeron porque hacerlo fue un infierno y murió un montón de gente, aparte de los que torturaron los ingenieros japoneses y los guardas coreanos, los cuales eran tanto o más sádicos que los japoneses y que sirve para recordarnos a todos que con los coreanos, como con los truscolanos, los buenos son los que están muertos y bajo tres metros de hormigón armado y todos deberíamos firmar peticiones a las Naciones DesUnidas para que arrasen con bombas nucleares tanto las korreas como truscoluña. Este acto de caridad hacia la humanidad se puede justificar perfectamente y beneficiaria a la larga a nuestra especie.

El Hellfire Pass te deja anonadado. Pensar que tuvieron que picar la roca, con monzón, casi sin recibir comida, sin herramientas y trabajando dieciséis horas al día, te pone la carne de gallina. La audioguía lo va explicando todo muy bien y el paseo es de esos que te ponen mal cuerpo. Después del Hellfire Pass casi todo el mundo regresa pero yo continué y me dejó igualmente espeluznado el Hammer & Tap Cutting o el lugar en el que se levantaba el puente Pack of Cards, el cual se desmoronó tres veces durante su construcción ya que los ingenieros japoneses no tenían ni idea de como hacerlo. La envergadura de la obra y el precio en vidas humanas son difíciles de comprender. En ningún momento me crucé con nadie, así que hice los dos kilómetros y medio solo, acompañado por los ruidos de la jungla. Al regresar vi gente en la zona más cercana al museo, ya que bajan, miran el corte y vuelven a subir.

En total me tomó algo más de dos horas y en el tramo final, subiendo unas escalinatas que se supone que siguen la ruta que hacían los presos hasta el campamento, pensé que me moría del esfuerzo. Llegué al museo más sudado que las bragas de la medalla de oro de maratón. Allí me encontré con uno de los colegas que el día anterior habían estado en el Elephants World y le expliqué las cosillas y le recomendé que no subiera por las escalinatas como hice yo y regresara por el mismo camino que bajaba.

Mi taxista me esperaba y salimos escopeteados hacia Kanchanaburi. Llegamos a la una menos veinte y me dejó en la estación de guaguas, en donde los tiqueteros habituales intentaron desviarme hacia los mini-buses, algo que yo no quería. Compré mi billete para la guagua del gobierno y me subí. Salimos a la una de la tarde y llegamos a Bangkok sobre las tres y media. Después cogí una guagua de la ciudad para ir al centro, ya que la estación de guaguas del Sur está en el puto carajo y tardé una hora larga en recorrer nueve kilómetros gracias a los atascos infernales de esa ciudad. Me bajé en Victory Monument, la zona en la que debería encontrarme los follones esos que anuncian en las teles extranjeras y allí no estaba ni er Nani, solo turistas y gente regresando a casa después de trabajar. Allí me subí al SkyTrain y una parada más tarde cambié al AirLink, el tren que va al aeropuerto, ya que elegí mi hotel junto al mismo para así al día siguiente ir más rápido. Una vez en el hotel, me acerqué a la zona de Sukhumvit para cenar, usando el metro hasta Asok, el cual era un viaje de una sola estación. De nuevo, no observé nada que denote que el país está en toque de queda y las putas siguen haciendo sus negocios como siempre y los pervertidos siguen contratándolas como siempre.

Después de cenar regresé al hotel ya que al día siguiente volaba a Krabi temprano.

El relato continúa en De Bangkok a Ao Nang


3 respuestas a “Hellfire Pass y viaje a Bangkok”

  1. Y estos se ayudaban de los cabezudos korreanos de mierda. Si Hitler llega a saber de la existencia de ese país milenario llamado truscoluña, habría tenido sus propios perros para hacer el trabajo sucio.

    Me acabo de dar cuenta que la historia en la bitácora va a un ritmo y en los correos a otro. Escribiendo ambas al mismo tiempo, sorprende que por aquí vamos casi una semana por detrás por culpa de las pelis de los fines de semana. Esta semana ya está toda escrita …

  2. Sin embargo a las coreanas las utilizaban sexualmente para aliviar a la tropa y las violaron a diestra y siniestra, apenas hace poco tiempo que lo reconocieron y los japos pidieron perdón de haber sido tan hijoputas con las coreanas.
    Salud