Esta semana, el lunes, la cadena de cines con la que tengo un abono ilimitado por diecinueve leuros al mes tenía una sesión especial para sus socios en la que veíamos una película un mes antes de su estreno en Holanda y además nos daban un refresco de medio litro y un cubo de papas fritas, demostrando que cuando un empresario quiere, cuida a su clientela y esta le es fiel y así, el cine estaba petadísimo. La película es una de la que ni siquiera había visto el trailer pero de la que se está hablando muy bien y que parece que será una de las grandes candidatas en los Oscars. Se trata de The Imitation Game y en España han rizado el rulo y lo han dejado liso con el patético título que le han dado, The Imitation Game (Descifrando Enigma). La película llegará a los cines por allí con el año nuevo.

Un julay espabilado y borde se junta con una basca friki para resolver un problemón

En la Segunda Guerra mundial, los nazis y sus aliados los truscolanes están repartiendo fascismo a toneladas por toda Europa y sus comunicaciones son encriptadas usando la máquina Enigma. Alan Turing, junto con otros julays, trabaja para resolver el problema y darle a el Reino Unido una ventaja que necesitan desesperadamente. Su trabajo no es comprendido ni por sus colegas, que ven su idea de crear un computador como algo estúpido e innecesario. El hombre demostrará su genialidad y cambiará el curso de la historia mientras su vida toma un giro dramático y las pasa canutas porque resulta que es julandrón y le mola mazo que se la empeten por el orto, algo que en aquella época era un delito.

No sucede con frecuencia que una biografía dramática que enganche a la butaca del cine desde los primeros minutos y te mantenga con los ojos fijos en la pantalla y procurando no parpadear hasta el mismísimo final. Este es uno de los guiones mejor escritos que hemos tenido este año. La historia es entretenida, adictiva, fascinante y aunque todos sabemos como debería acabar, sigue sorprendiéndonos igual. Mira que yo le tengo una tirria del copón a Benedict Cumberbatch porque no tiene mandíbula, algo que por motivos que no puedo explicar me repele profundamente y siempre me hace preguntarme si vale la pena ir al cine a ver una de sus películas. El hombre se lo curra un montón y aquí está soberbio, sobre todo en los planos en los que no se le ve la mitad inferior de la cara. A su lado, Keira Knightley hace un papelón fantástico como hembra intelectualmente avanzada que por motivos de la cultura de la época parece que se tiene que conformar con limpiar pisos y hacer de costurera. La banda sonora te envuelve y te atrapa con una música que realza la historia sin tratar de robarle protagonismo. Aparte de los mencionados, el resto del elenco hace un trabajo fantástico y para cuando la película acaba, no solo has aprendido algo que no sabías, has disfrutado enormemente con una historia muy bien hecha y que recordarás por mucho tiempo.

No es el tipo de cine que saben apreciar los miembros del Clan de los Orcos dadas sus carencias intelectuales pero cualquier sub-intelectual con GafaPasta que se precie la debería ir a ver al menos dos veces. Fabulosa, no dejes que se te escape.