Mi día final en Guraidhoo comenzó con el desayuno habitual, que en el sitio en el que me he quedado, me han dado todos los días el mismo desayuno y todos sabemos que yo no soy de desayunar siempre lo mismo. Después del desayuno tenía la última inmersión. Resultó que Aitor y su padre se quedaban también en mi hostal y también venían a bucear ese día, con lo que mientras desayunaba podía escuchar perfectamente los gritos desesperados de esos piojos atrapados en la ceja más ancha y más densa de la historia de la humanidad, producto del erre hache negativo ese. Para bucear éramos una cantidad ingente, el barco petadísimo. Normalmente nos dividirían e iríamos en dos barcos, pero el otro lo están pintando. El plan original era ir a Kandooma Thila, pero yo sabía y todos los Dive Masters sabían que no iba a suceder porque la mañana después de una luna llena, la corriente en ese sitio es terrorífica y con tanta gente, es un desastre conocido previamente, pero como la gente se empecina, hicieron el paripé y al llegar comprobaron la corriente y después nos dijeron que era muy fuerte y no había ni tiburones, lo cual es mentira porque a mayor corriente, más tiburones. Al solo hacer una inmersión, decidí hacer un experimento que seguro que le alegrará la vida al Ancestral y traté de grabar toda, toda, toda la inmersión, en cachos de uno o dos minutos, aunque creo que hay uno de cuatro, con lo que de esta última inmersión tengo una cantidad ingente de vídeo y ciertamente batirá todos los récords conocidos cuando la trocee y esto lo hago porque soy así de fantástico.
Nos quedamos por allí cerca, en Kandooma Caves, que básicamente es evitar el canal e ir por los lados y entrar mucho más lejos y la corriente te arrastra. Nos dividieron en varios grupos para evitar confusiones y en el mío no estaban ni Ajitor ni su padre sino una Argentina y dos pavas que o eran bolleras o les gustaba sobarse mutuamente y frotar felpudos. Ninguna de las tres tenía mucha experiencia así que me quedé por detrás del grupo. Ya en la bajada, una se quedó en la superficie y costó que se hundiera. Después nos pillaron las corrientes de luna llena y aquello era duro y aquellas pavas se le iban continuamente a los dos Dive Masters que bajaron con nosotros se lo tuvieron que currar, al menos en el tramo inicial, que casualmente era el de las cuevas, en las que cuando entras, hay mucha menos corriente pero las tontas se quedaban fuera y allí exactamente se produce el efecto contrario.
Tras pasar las cuevas, la corriente se fue tranquilizando y ya pudimos avanzar con más normalidad. Vimos varios tiburones grises, al menos dos de punta de aleta negra y varios de punta de aleta blanca. También vimos un Napoleón y una morena leopardo, aparte de la vida habitual. Según se fue quitando la corriente el agua se volvió más y más cristalina y al final era como un acuario alucinante. Vimos alguna tortuga y un mero gigantesco que estaba dejando que le limpiaran la boca los pececillos. Cerca del final nos encontramos con Ajitor y su creador, que llegaron con otra Dive Master y siguieron otra ruta.
En esa última inmersión en lugar de mi camisa protectora habitual de manga larga, bajé con la camiseta que llevo durante el día cuando voy a bucear y que después de catorce días, ya caminaba sola y se mantenía en pie. La razón del cambio es que a la otra le toma demasiado tiempo secarse. Una vez regresamos a puerto, los otros hacían la segunda y yo me piré a mi habitación para preparar mi mochila y ducharme. Ya había pagado el día anterior y solo me faltaba pagar al Club de buceo. Me di un garbeo por el otro centro de buceo para despedirme de mi amigo, que cuando vio mis vídeos de la nocturna, estaba frito por saber en dónde se encuentran las maravillas y me dijo que se vendría a tomar un cafelito conmigo y el Dive Master con el que hice la nocturna, con lo que tendría mi momento final con ellos dos juntos.
La segunda inmersión al parecer era la última del grupo grande, con lo que el barco se quedaba vacío después de eso. Yo me fui a comer con los dos Dive Masters y a despedirme de ellos y después pagué y a las dos y media fui a la falúa rápida que me llevaba a Malé y que iba petadísima. El viaje duró unos cuarenta minutos y el hotel está muy cerca. Después de registrarme, literalmente me eché una siesta en mi habitación, supongo que tras tanto buceo, estaba agotado. Cuando me desperté salí a explorar una dulcería que había visto en GooglEVIL Maps y tras comprobar el material, ya tenía claro que me llevaría cosillas para el avión, que la comida es una mielda.
A las siete fui a cenar al mismo sitio en el que cené con los alemanes la semana anterior y después de la cena me aprovisioné con las cosillas saladas que también llevaba para el avión, que en un pasado no muy lejano, en estos vuelos largos te daban aperitivos, pero ahora, te dan la cutre-ración y nada más. Antes de ir a cenar tuvo que caer el diluvio y justo después de volver escuché que había vuelto a comenzar, pero a mí el ruido de la lluvia no me impide dormir y así acabó mi último día completo en las Maldivas.
Una respuesta a “La última inmersión y regresando a Malé”
No sabes la emoción que invade todo mi ser al saber que va a haber pescaitos para dar y tomar, que maravilla tan maravillosa!!!
Salud