Llegando a Boracay


El relato comenzó en El comienzo de otro gran viaje

Por fin llegué a la última transición de escenario y cada vez tengo más que claro que lo mejor es centrarte en un reducido grupo de sitios porque en estos países los viajes, aunque sean distancias cortas son eternos, aunque el de hoy, por suerte, no fue el caso. La pensión que elegí estaba muy cerca del aeropuerto y ese fue el único motivo, ya que la gente avisaba que necesitaba una renovación hace dos décadas y ahí sigue. Me desperté a las cuatro y cuarto de la mañana o seis horas y tres cuartos antes de la hora Virtuditas y eché el jiñote, me duché,me afeité e hice la maleta. Merece la pena mencionar que este ha sido el viaje en el que menos lavandería he hecho. He llegado a un punto, que como todo el mundo apesta, yo uso sin vergüenza propia o ajena las camisetas varios días hasta que se mantienen de pie por sus propios medios. Lo mismo con los tangas, que a fuerza de sudarlos, no hay perra en celo o hembra desbaratada que no se me quiera pegar a la pata para restregarse. En Cebu, en la zona en la que estaba, no había ninguna lavandería así que opté por dejarlo para Boracay. El primer viaje desde el hotel al aeropuerto era a las cinco de la mañana y ese fue el mío. Iba a la terminal nacional para volar con Cebu Pacific desde Cebu a Caticlan, en la isla de Panay y que está prácticamente al lado de Boracay. Como el avión era un ATR-72 a hélice, supuse que serían unos bordes con el peso del equipaje y tuve razón, solo que yo iba cuatro pasos por delante de ellos y llevaba la cámara colgando del hombro, el iPad en la mano, otras cosillas pesadas en la bolsa que cuelga de mi cuello con el pasaporte y otros documentos y para cuando pesaron mi maleta, solo tenía 6200 gramos. También me pesaron a mi y ahí sí que parecía obeso, como muchos de vosotros. Mi Ángel de la Guarda se lo curró y aunque estuve tentado de comprarme el billete para el vuelo siguiente, que era una hora más tarde, no lo hice y resultó que ese lo cancelaron. Pasé dos veces controles de seguridad y en el segundo me quitaron una minúscula tijera que no tuvo ningún problema en Amsterdam, Frankfurt, Kuala Lumpur, Manila y Puerto Princesa. En fin, que tendré que comprarme otra.

Desayuné en el aeropuerto y busqué mi puerta de embarque para esperar. Era tan temprano que Genín no había dejado su habitual comentario de madrugada y el Rubio estaba aún levantado, con lo que charlamos un rato por el WhatsApp, y se ve que me echa de menos. A las siete comenzaba el embarque y fueron puntuales. No éramos mucho, yo creo que unos treinta, con lo que el avión estaba medio vacío. Entramos, nos ubicamos, cerraron las puertas y a volar. Los turbo-hélices se menean más que los reactores y convierten el viaje en una experiencia más divertida. En los vuelos de la compañía Cebu Pacific, en cada uno de ellos hacen algún concurso y los ganadores se llevan un regalillo (tres ganadores). En mi vuelo anterior con ellos, había que repetir una palabra, como Lapu hasta que te quedes sin aire y la persona que aguantaba repitiéndola durante más segunods ganaba. En este vuelo fueron otras boberías. Al aproximarnos a Caticlan pasamos junto a la playa principal de Boracay y aproveché para hacer un pequeño vídeo, además de otro con el aterrizaje. Al salir del avión fuimos a la minúscula sala de recogida de equipaje y al salir contraté la transferencia a Boracay en una agencia que me cobró por todo 8 leuros. Si vas en grupo, te sale más barato hacerlo tú mismo pero yendo solo, lo mejor es que ellos lo hagan todo y te ahorras las colas y las discusiones con los conductores de triciclos. La transferencia constaba de viaje en mini-bus al muelle, que está a unos ochocientos metros, el pago de la tasa por visitar Boracay y la tasa del muelle, el ferry hasta Boracay y el transporte hasta mi hotel. Me ahorré unas colas de escándalo en el muelle y pese a haber salido de los últimos del aeropuerto, entré de los primeros en un barco.

El sitio que elegí para estos días es el Blue Coral Resort Boracay y la razón es que está en la zona de Estación 3 justo en la playa, la cual se divide en tres estaciones, siendo la 1 la más pija y fastuosa, la 2 en donde están los bares y tiendas y en donde hay parranda todas las noches y la 3 la más relajada, tranquila y para los que no quieren ruido a su alrededor. Además, andando quince minutos te pones en la 2. Después de tomar posesión de la habitación, cogí la cámara y me fui a hacer fotos de las tres zonas y de la playa Bolabog que dicen que no vale para nadar pero que es perfecta para el Kite surf. Cuando yo pasé por allí no había una sola cometa en el cielo.

En estas dos semanas y media en las Filipinas un montón de gente me había dicho que Boracay está sucio, que la playa no vale la pena y que mejor saltárselo. Todo boberías. La playa es sencillamente la mejor de este país, es enorme, de una arena impolutamente blanca, y además, cuando entras en el agua, al poco ya no haces pie y no como otras playas en las que he estado y en las que puedes caminar kilómetros en el mar sin que el agua te pase de las rodillas y acabas sentado como en un charco de agua a punto de hervir. Las palmeras llegan hasta la misma orilla, no hay vendedores pasando cada treinta segundos para molestarte y además es muy segura. En resumen, poco menos que perfecta. Después de hacer las fotos pasé las siguientes horas como pollo en un asadero, rotando y absorbiendo tanto sol como puedo. por la tarde hice más fotos en el momento de la puesta de sol y después me fui a cenar a la estación 2, también para controlar las tiendas de recuerdos porque será aquí donde compre unos pocos. Con el madrugón que me pegué, está meridianamente claro que esta noche caeré dormido a horas impensables.

El relato continúa en Día de playa en la Estación 3 de la playa blanca de Boracay

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2 respuestas a “Llegando a Boracay”

  1. Hoy si estoy en hora… 🙂
    Esas playas son las que me gustan, odio esas otras que tienes que caminar un montón para que empiece a cubrir 🙁
    Salud