Llegando a la playa de Alona


El relato comenzó en El comienzo de otro gran viaje

Esta mañana, tras el madrugón del que es responsable que en estos países desconocen el concepto de cortinas que bloqueen la luz y a las cinco y media de la mañana ya es de día, me levanté cuatro horas antes de la hora Virtuditas y eso que en algún momento después del amanecer, siempre me coloco el antifaz y sigo durmiendo. Estaba de antojo de panqueques y me fui a desayunar al Pancake House que está en las Terrazas de un centro comercial. Tras volver al hotel, pregunto por mi ropa y me dicen que me la traerán a las once de la mañana. Teniendo en cuenta que a esa hora salía mi ferry, le pregunté a la de la recepción si era tonta del culo o cuando le dije que la necesitaba para las nueve y ella me respondió que me costaría el doble y yo acepté, no terminó de captar el concepto. Le dije que la quería para las diez y me fui a ducharme y vestirme. Bajé a la recepción con la mochila y la chica me dijo que creía que vendrían a las once. También me dijo que la lavandería estaba a quince minutos andando, los cuales resultaron ser dos de los cuales perdí más de medio minuto para cruzar la calle. Igual ella es como una babosa y se arrastra por el suelo lubricando el chichi, pero el resto de los mortales podemos hacer cien metros en un momento. Fui a la lavandería y me dijeron que la lerda les había dicho que no era urgente Por suerte mi ropa de viaje es de secado rápido y la tenían casi lista. Salí de allí a las diez y me pidieron un taxi para la terminal de ferry. 

Pillamos el típico atasco que te hace temer lo peor y me bajé a unos cien metros de la terminal porque el tráfico estaba parado. Según la página web de la compañía naviera, el billete costaba 800 pesos o dieciséis leuros pero debe haber alguna oferta y solo pagué 350 pesos o siete leuros. La terminal es un lugar caótico. Una vez tienes tu billete tienes que pagar la tasa portuaria, en otra ventanilla, qeu son veinticinco pesos y tras eso has de ir al mostrador de facturación y pasar el control de seguridad de risa. Allí dentro había hasta gente con animales y un gallo no paraba de cantar. 

A la hora prevista nos llamaron para entrar al fast-ferry, el cual es un barco que camina rápido y que tiene una buena cantidad de años. Me sentaron en la parte de atrás y al final lo agradecí, ya uqe era más tranquila y estaba lejos de la televisión en la que ponían una película con el volumen altísimo. El viaje tarda dos horas y las maté viendo episodios de un par de series. Al llegar, los taxistas te acosan pero aguanté el envite y fui a los tricycles. Uno me ofreció el viaje a mi hotel por trescientos pesos o seis leuros. Elegí el Bohol Sunside Resort, el cual está en la playa de Panglao, a algo más de veinte kilómetros de la terminal de ferrys. En un tricycle para hacer esa distancia se tarda unos cuarenta minutos. El hombre aprovechó el camino para tratar de vendere de todo y ofrecerme sus servicios. Finalmente llegamos, le pagué y me dieron mi habitación. Tras los sitios normalitos que he tenido en Puerto Princesa y el Nido, este es de puro lujo, con una habitación espectacular y un baño en el que ni siquiera tienes que pedirle permiso a la tarántula para echar el jiñote. Dejé mis cosas, cogí la cámara y me fui a hacer fotos de la playa, solo que me equivoqué y tomé la ruta equivocada y acabé en otra playa cercana, muy bonita pero sin comunicación directa. Retrocedí medio kilómetro, me metí por otro camino y cuando ya estaba cerca del mar me crucé con un alemán que estaba paseando dos pastores alemanes y me dijo que por allí tampoco había forma de llegar a la playa, aunque los nativos iban por un camino que estaba cerca de donde estábamos hablando. Me lancé campo a través y llegué a la playa. 

Tras hacer las fotos, iba mirando por una agencia de cutre-viajes para contratar una excursión cuando le pregunté a una chocha en una tienda y me indicó un julay que me llevó a una. Así contraté una que me llevará por las principales atracciones de Bohol mañana. También me dijo que tienen un barco que va todos los días a Oslob, con lo que mis planes se alteran sensiblemente ya que en ese lugar hay algo que quiero hacer. 

Cuando regresé de la playa aproveché para aprovisionarme de agua y pan, ya que he encontrado otra deliciosa panadería en donde por prácticamente nada te dan unos bollitos riquísimos. Regresé al hotel y maté el resto de la tarde en la piscina, auntes de acercarme a cenar a su restaurante.  

El relato continúa en Las colinas de chocolate y los tarsios

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2 respuestas a “Llegando a la playa de Alona”