Una de las cosas que desde siempre me fascinan y que si alguna compañía inteligente quisiese explotar sería como una mina recién descubierta, es mi curiosidad para analizar los procesos que llevan a solucionar un problema. Por supuesto, si esa compañía está relacionada con las Filipinas y el puesto de trabajo requiere visitar el país una vez al mes, no creo que haya en el universo candidato más válido que yo. Mis compañeros de trabajo son como autómatas, alguien les explica como hacer algo y una vez tienen conocimiento del algoritmo, lo repiten una y otra vez y jamás se plantean el explorar alternativas más eficientes. En eso soy como un garbanzo negro, sobre todo con tareas mecánicas y repetitivas. Las odio y por eso, trato de minimizar mi contacto con las mismas.
Como siempre, el primer párrafo es para bobiar un poco y después la cosa va por ahí o no. Con el advenimiento del Cinemec Utrecht en mi universo, un nuevo cine en el noroeste de la ciudad, se me presentó el problema del desplazamiento al mismo. No tengo coche, ni lo quiero y lo de ir en guagua puede ser una opción si está cayendo el diluvio universal pero prefiero la bicicleta. Mirando en las páginas y programas que te hacen la ruta, descubrí diferencias de hasta seis kilómetros entre unos y otros cuando usaba la opción de bicis, siendo la distancia más corta de unos siete kilómetros y pico desde mi casa. En mis primeras visitas, comencé a explorar todas las rutas, desde las largas y supuestamente por recorridos escénicos hasta las que te llevaban por el centro de la ciudad. En este caso, no hay solución correcta, hay un montón de ellas y tienes que poner en la balanza si prefieres llegar en el menor tiempo posible o recorrer la menor distancia, o algo entre medias. Tras probar los cuatro recorridos que me parecían más interesantes, acabé con uno que combina el mayor tramo sin coches con la velocidad y la distancia, ya que se queda un pelín por debajo de los ocho kilómetros. Esa ruta transcurre por Kanaalweg, una calle que va junto a un canal precioso y lleno de casas-barco. También pasa por un barrio de terroristas-musulmanes con lo que al hacer el recorrido, dependiendo del momento del día entro por allí o lo evito y hago un desvío que me cuesta unos doscientos metros adicionales pero me mantiene en calles grandes, iluminadas y con tráfico ya que paso de jugarme el tipo pasando cerca de las cuevas donde moran aquellos que seguramente sean bellísimas personas en algún universo paralelo. El viernes, con mi ruta ya fijada, volvía a casa cerca de la media noche. Por Kanaalweg, la luna obesa iluminaba la escena y con la falta de viento, las casas-barco se reflejaban en el agua y creaban una imagen fantástica. Cada dos o tres minutos me cruzaba con otro ciclista por aquel camino que parecía sacado de un cuento. Al entrar en la ruta alternativa no-islámica, el tráfico está cortado y allí hay un follón que no veas. Se me había olvidado que iban a asfaltar esa calle ese fin de semana y la zona estaba patas arriba. Me tomó diez minutos salir de aquel entuerto y encontrar una ruta alternativa para pasar el meollo de la obra.
En al menos dos ocasiones he combinado la visita al Cinemec con una sesión doble en la que la segunda película la están poniendo en el Pathé y eso hace que entre pelis haya un cambio de escenario de cuatro kilómetros en el que nuevamente, tengo varias opciones que me llevan por un camino o por otro dependiendo de la hora a la que haga el recorrido ya que en hora punta el flujo de bicicletas en esa zona es tan grande que prefiero evitar los cruces en los que en un momento dado, hay decenas de bicicletas, con decenas de julays mirando las pantallas de sus telefoninos mientras pedalean e incrementando los niveles de caos peligrosamente. Una de las cosas que nos distinguen de las máquinas es la adaptabilidad, tomamos decisiones instantáneas sin ni siquiera ser conscientes de las mismas ya que si me preguntas por qué prefiero ir por esta calle y no por aquella, no te sé decir y seguramente lo incluiré en la categoría porque me gusta más cuando en un nivel más profundo, la decisión tenía su lógica.
Vete a saber lo que he dicho o quería decir. Esta semana no hay prevista ninguna visita al nuevo cine y me conformaré con tres al que está en el centro y dos a cines en Amsterdam, ciudad a la que iré el jueves para evitar la muchedumbre de la cabalgata de los julandros, evento que en la escala de peligrosidad está cerca del infinito por las muchedumbres que se acumularán allí.
Una respuesta a “Los caminitos que no te llevan a Roma”
Además, en esa cabalgata seguro que abundan los truscolanes truchos…jajaja
Salud