Lucy


Hace un par de semanas fui al cine a ver una de esas pelis que en principio, tendrían que ser perfectas. Si mezclamos ciencia ficción, con el cine de acción y con una chocha de que te cagas, la cosa siempre, siempre, siempre ha de funcionar bien, o al menos eso es lo que dice la regla de tres que en ocasiones resulta con cuatro o con dos. En el cine no cabíamos más pervertidos, aquello estaba petadísimo y todos esperábamos vivir intensamente nuestra experiencia con Lucy, película que llega a España en los próximos días con el mismo título.

A una julay Orca se le desarrolla el cerebro y el cerebelo después de comerle la tranca a un sub-intelectual de GafaPasta

A una pava a la que su macho le juega una mala pasada le meten en sus interioridades una droga de diseño artístico y cuando se le rompe la bolsa que la contiene se convierte en una intelectual del copón que está desarrollando el cerebro más allá de lo que podíamos creer. La chama, en lugar de escribir libros como ladrillos de gordos y de pesados, le da por repartir candela de la buena mientras mata a hijosdeputa koreanos de mierda, todos con teléfonos de cierta marca que copia con un descaro que no veas y con unos cabezones como papagüevos palmeros.

La historia de la película es simple y hasta te la podrías llegar a creer si entras al cine debidamente intoxicado. Una chama recibe una sobredosis de una droga nueva de diseño y desarrolla una inteligencia que le permite dejar la fregona y aspirar a trabajar quizás incluso de taxista. Lo que no cuela es que la chama sea Scarlett Johansson, la cual sabemos que es demasiado guapa como para tener neuronas funcionales. Por supuesto, al ser una peli de ciencia ficción, aparece Morgan Freeman, un hombre que ha hecho un deber lo de salir en todas las del género haciendo siempre el mismo papel de bobalicón sabelotodo con discurso grandilocuente de por medio. En realidad, su papel es una de las cosas que hacen perder puntos a la peli, siendo la otra la exageración que se convierte en parodia de algunas de las escenas de acción, con la banda de cabezudos koreanos matando gente a destajo en Francia sin pudor alguno y sin que parezca que la policía pueda hacer nada para detenerlos. Esas escenas, desmedidas, a mí me pierden y me parecen tan estúpidas que acabo por desconectarme. Si le sumamos que la historia no llega a los noventa minutos y que se pierde demasiado tiempo introduciendo la movida y soltando paridas, acabé por aburrirme y no me dormí porque no me dio tiempo.

Probablemente es el tipo de cine que les mola a los miembros del Clan de los Orcos, con diálogos sin ton ni son, chocha guapa y tiros por un tubo aunque no vengan a cuento. Para los demás, este es un buen ejemplo del cine que no requiere acudir a una sala portando el cerebro. Lo puedes dejar en casa, guardadito en un tarro y así le ahorras el paseo y el disgusto.


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