Más allá del amor – Endless Love


Por lo general procuro que no haya demasiada distancia entre el momento en el que veo una película y el día que la comento en la bitácora. Suele suceder como máximo en las tres semanas siguientes y solo de cuando en cuando hay alguna excepción. Hoy tenemos la que seguramente es la película que me ha tomado más tiempo comentar, ya que la vi en febrero, justo el día de San Valentín, pero como no estaba previsto su estreno en España hasta la semana que viene, la he ido dejando pasar. Se trata de Endless Love y el traductor nos ha conseguido sorprender a todos con el título en español, que no es otro que Más allá del amor, probablemente porque no querían que los espectadores la asocien con Amor sin fin, ya que estamos ante un remake.

Un julay jinameño se encoña de una pava de clase alta y busca la manera de chingarla

Un chamo de clase media y sin grandes aspiraciones se encoña de una pava de clase alta después de verla entrando al club de los ricos el día que trabajaba de aparcacoches. Como ella tiene picores del potorro, él se los procura aliviar y comienza a empalarla regularmente. Cuando los padres de ella se enteran, harán lo imposible y mucho más por exterminar la relación y que su hija vuelva al buen camino, ese en el que se casa con alguien de su clase, tiene los herederos y se dedica a pasar las mañanas en el club de campo y las tardes en casa currándose su alcoholismo. El problema es que de siempre se supo que la cabra tira para el monte y este, después de pillar el rabo jinameño, no hay manera de que cambie de gusto.

Recordaba la versión de Brooke Shields vagamente y entre las cosas que me vienen a la cabeza es que era más dulce que la melaza. Parece que tiraron por el mismo camino y nuevamente tenemos una historia con una pareja guapa que se dicen unas cosas que te sonrojan y que al menos en su caso quedarán grabadas en formato digital para el día que se divorcien. Lo suyo es un amor de esos imposibles tirando a posible, ya que lo único que los separa es la clase social y él, como el yerno de cierto matador de elefantes, está dispuesto a convertirse en ricachón y seguir pujándose a la piba o más bien, que ella se ponga de rodillas y friegue suelos y así ser felices y comer perdices.

La historia es entretenida y una vez superas el exceso de azúcar, va muy bien. El protagonista es Alex Pettyfer, actor que está en mi club de favoritos desde que hizo I Am Number Four, película que juraría que comenté en la bitácora aunque no he logrado encontrarla. En este caso, su habitual desconexión del universo le da encanto a su personaje y la manera en la que se resigna a recibir todos los palos por parte del padre resulta fascinante. La chama es Gabriella Wilde y me pareció un poco sosa. De ambos, él tiene más puntos de ser un actor conocido en el futuro, ella es como demasiado vulgar, no logra sobresalir. A su alrededor tenemos una buena colección de actores y actrices secundarios encabezados por el siempre eficaz Bruce Greenwood, que hace de padre coraje y que está dispuesto a acabar con la relación.

Es cine para romanticones, adolescentes y gente a la que le molan las historias en plan Romeo y Julieta. Seguramente algunos miembros del Clan de los Orcos aprovecharán para sacar a pasear a las hembras y así ganar unos puntos extra para la próxima salida de borrachera con amigotes. Para el resto, solo si te va el género.


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