Orgía sin fin de tiburones y alguna manta


El relato comenzó en Desde Utrecht a Guraidhoo

Llegamos al día mayor del buceo, el día con cuatro inmersiones, que aunque Genin y Virtuditas están convencidos que esto agota lo mismo que cuando ellos se encuentran en sus coches para tomarse el cafelito en el aparcamiento del Karrefú, pues no, esto es una actividad física que desgasta y meterte cuatro veces a profundidades bárbaras tiene su peaje energético. Quedamos como siempre a las ocho de la mañana y como siempre, yo sin desayunar. Hoy solo íbamos la argentina e il Scelto y la primera inmersión era en Kandooma Thila, lugar que ya visité pero que es lo más a primera hora de la mañana y más con luna llena y las corrientes más brutales. Con corrientes, hay tiburones y con corrientes brutales, hay una cantidad brutal de tiburones. Nos dejaron garfios para poder engancharnos a las rocas. En la explicación previa, bajábamos primero a una roca grande y por allí están las rayas águila y después la corriente nos llevaría a donde los tiburones pero la corriente en ese canal era tan brutal que cuando llegamos al fondo, en un descenso de los que llaman en negativo porque es tirarte al agua y no puedes ni rezar un padre nuestro, comienzas inmediatamente a sumergirte y desde la superficie del mar a veintipico metros bajo el agua en unos pocos segundos. Nos pasamos del primer punto y solo vimos un Eagle Ray, espectacular y que volaba sobre las corrientes, pero pillamos el sitio de los tiburones y aquello fue épico. Bueno, primero tuvimos que cruzar un banco gigantesco de unos que no sé como se llaman en español y después el canal y decenas de tiburones de punta de aleta blanca y tiburones grises de arrecife pero en la versión adulto, gigantescos y algún atún enorme y bancos y bancos de peces y los tiburones que parecen disfrutar con la corriente brutal del lugar mientras nosotros permanecíamos en los laterales viendo el espectáculo. Aquello fue corto, la inmersión completa incluyendo los tres minutos a cinco metros para reducir la cantidad de nitrógeno fue de cuarenta minutos pero fue intensísima. No nos quedamos más porque a veintisiete metros, el tiempo que puedes permanecer sin necesidad de hacer descompresión es menor. Fue un flipe y salimos agotados pero eufóricos. En el viaje de vuelta nos topamos con las mantas comiendo plancton en la superficie y por lo menos cincuenta turistas nadando entre ellas. Nos tiramos con gafas y aletas y vi al menos cuatro en un momento determinado pero se fueron y estaba tan cansado que no podía nadar. Al llegar a tierra, fui a desayunar y regresé para la segunda inmersión, que fue en Manta Point, aunque estuvimos casi una hora y no vino una manta, con lo que aquello fue de esperar a dieciocho metros de profundidad sin que sucediera nada, salvo un pulpo al que le amargamos el día al final. Tras esto fui a almorzar con la argentina y adelantaron cuarenta minutos la tercera, que fue un híbrido y una que no hacen normalmente con clientes. Fuimos desde el lugar en el que acaba la inmersión Guraidhoo Córner a donde comienza la de Medu Faru. Suena fácil pero ambas están separadas por un canal, que fue lo que cruzamos, no creo que fueran más de ciento cincuenta metros, pero con una corriente brutal. En los cuarenta y tres minutos que estuvimos en el agua, en la mayor parte del tiempo yo pensaba que no nos movíamos. Nosotros llegamos a estar a treinta y un metros y por debajo de nosotros, cientos y cientos de tiburones, no se podían contar porque cuando mirabas solo en aquel instante pasaban diez o más por debajo de tí, todos enormes. Aquello era una orgía épica y legendaria de tiburones y de atunes y una mantelina (que son de las eléctricas, creo) y una manta gigantesca que pasó muy cerca de nosotros. El esfuerzo fue brutal, fue una de las inmersiones en las que más he luchado contra la corriente en mi vida, pero el resultado fue épico y quiero volver a cruzar ese sitio. Salí del agua con un subidón del quince, aquello es lo máximo.

Ahí debería haber acabado el día pero teníamos una nocturna a las seis menos cuarto. Se apuntó otra chica española. Ni me acuerdo del nombre del sitio al que fuimos pero es como un pináculo submarino y lo vas rodeando. Al ser de noche, toda la luz que tienes es la de tu linterna. Vimos peces león, una morena fuera de su agujero, enorme y cambiándose de sitios, multitud de cangrejos minúsculos, gambas y bichos pequeñitos y unos corales preciosos. Es fascinante pero lo de las nocturnas sigue siendo algo que puedo hacer pero también puedo vivir sin ellas.

Después de la cuarta, a las ocho de la noche, los buceadores del club quedaron con las latinas para que los llevaran a un barco que está en algún lugar sin determinar y en el que se puede comprar alcohol, ya que al no estar en tierra no está prohibido. Tal como me lo explicaron, íbamos a volver después de medianoche para cenar entonces y yo, con cuatro inmersiones y otra prevista para los ocho de la mañana al lugar de las corrientes y los tiburones, yo pasé que mi prioridad es y será siempre el buceo.

El relato continúa en Buceando con tiburones y águilas marinas moteadas

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2 respuestas a “Orgía sin fin de tiburones y alguna manta”

  1. Mi madre añadía a esa frase alguna otra, así en plan de corrido, «noches alegres mañanas tristes» «el que por su gusto muere, hasta la muerte le sabe»… era super divertido…