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  • La mar caldeada y algo más

    28 de junio de 2017

    Ayer leía que este año el agua de los mares que rodean España está más caliente gracias a la cantidad adicional de meados que aportan los turistas que acuden en masa. Eso es una verdad como una catedral romana. El año pasado estuve en Málaga en la misma época y la única experiencia acuática que tuve me provocó pesadillas que aún duran. Fue entrar en la playa a la altura de Fuengirola y pensar que moría allí mismo, que se me cerraban todas las chacras instantáneamente. Me quedé como una estatua cuando el agua me llegaba a las rodillas y no podía seguir y veía como el pelo se me caía cuando los poros se cerraban y los cortaban de cuajo. Después de casi cinco minutos sufriendo, el capullo de mi amigo Sergio vino corriendo al agua y me mojó hasta que la tortura era de tal calibre que me hundí en el agua y salí por patas a la arena y juré y perjuré y hasta lo cumplí no volver a meterme en el agua en ese viaje. El resto de las vacaciones por allí sudé con gusto sabiendo lo que me esperaba. En el viaje de este año, cuando el viernes bajamos a la playa yo iba con mucho recelo y cuando al llegar a la playa me metí en el agua, estaba agradablemente fresca, era posible disfrutar de la experiencia. Hasta me bañé más de una vez. Por la noche cuando fuimos a la playa para la Noche de San Juán, hasta me metí en el agua a medianoche y hasta tuve la sensación que la temperatura era mejor, aunque eso seguramente se debe a la temperatura exterior, que al ser más baja provoca un menor choque térmico con el agua. El sábado también me bañé sin problemas, en la playa y en la piscina e incluso el domingo me bañé varias veces. Comparado con un año atrás, son muchos y muchos litros de meaos de vieja y de jóvenes para subir la temperatura del agua. O eso, o va a ser cierto el rumor ese infundado que dice que hay un cambio climático de los mondongos y que de aquí a unas cuantas lunas vamos a sudar que no veas.

    Por encima del Caminito del Rey

    Y en esta anotación de descartes y hecha sin tiempo, aprovecho para colar la foto que hice desde el avión cuando pasaba cerca del Caminito del Rey, en Málaga. Detrás de la poceta que se puede ver en la foto está el pueblo al que se llega por el Caminito del Rey, el cual transucrre entre esas montañas. Este documento espeluznante permite apreciar la dificultad que tendrían algunos culocoche que comentan por aquí para hacer el caminito con sus máquinas.

    También decir que como siempre, en Málaga me pongo tibio a papear, es que allí todo lo que se hace es rico o riquísimo. La noche de San Juán cenamos en el restaurante la Cala de Benalmádena Costa, uno al que regreso con frecuencia ya que está en la lista de favoritos de mis amigos y por allí tapeamos un poquito antes de bajar a la playa.

    Coquinas

    Lo primero en desaparecer del plato fueron las coquinas.

    Espetos

    Después desaparecieron los espetos, ese fabuloso invento malagueño que debería tener denominación de origen.

    Calamar a la parrilla

    Le siguió un calamar a la parrilla que se hizo cerca de los espetos.

    Bolas de pescado desconocido

    Acabamos con algún pescado empanado que fue lo único que no me convenció y que estaba muy grasiento y no nos lo acabamos. El pescado no tenía sabor y cada vez que mordías uno, lo que reconocías era el aceite de fritanga. Por suerte nos pilló al final de la comida y ya íbamos con el corazón y el tripote contento. Al resto de las comidas no les hice fotos por olvido o porque si pierdes el tiempo con la cámara, no pillas chicha que por allí son de atacar el plato como si estuviéramos a las puertas del inminente fin del universo conocido y por conocer.

  • Guisantes con Beicon en el Club de las 500

    28 de junio de 2017
    Guisantes con Beicon

    A lo largo de los años han pasado por aquí una cantidad ingente de fotos de comida y siguen apareciendo nuevas ya que es rara la semana en la que no agarro la cámara y retrato algo justo antes de zampármelo. También por aquí tenemos Mi pequeño libro de recetas de cocina con un montón de recetas. Una de ellas lleva en el blog desde abril del año 2007 en la anotación Guisantes con Beicon y hoy le damos la bienvenida a la foto original al Club de las 500.

  • La Acrópolis y Atenas desde el Monte Licabeto

    28 de junio de 2017
    La Acrópolis y Atenas desde el Monte Licabeto

    Seguimos el paseo por Atenas y llegamos al Monte Licabeto, visitado porque desde allí tenemos las mejores vistas de la ciudad. Ya lo hemos visto en alguna foto, creo que desde la Acrópolis. El monte tiene trecientos metros de altura y al parecer hay un funicular para subir pero yo no di con éste y opté por la subida a patota, que tampoco es que fuera a escalar un monte de millones de centímetros. Al parecer el nombre de la montaña viene a significar truscoluña no es nación según unos expertos y otros dicen que significa la colina por la que caminan los lobos. Como vemos en la foto, la vista de la Acrópolis desde allí es preciosa y se puede ver que es una isla en una ciudad enorme y que parece hormigonada por el PoZero, casi sin espacio para parques. Al fondo está el mar y supuestamente, si no hay nubes ni niebla, se pueden ver dos islas pero ese no fue el caso el día que yo pasé por allí. En la cima hay una iglesia que veremos mañana.

  • Escapada de fin de semana largo a Málaga

    27 de junio de 2017

    Ya se sabe que yo a mi amigo Sergio le tengo mucho apego y siempre que puedo me escapo a verlo. La última ocasión fue a finales de enero en un fabuloso y fantástico relato que conté en Otra visita a Málaga y aquellos que aún no están seniles hasta recordarán que el año pasado más o menos por estas fechas tuve Otro fin de semana en Málaga justo antes del cumpleaños de mi amigo. Este año decidí hacer un pleno y cuadré mis fechas para pasar allí el día de su cumpleaños y además, regresar a España para la noche de San Juan, noche épica en la que no solo celebramos que truscoluña no es nación y que los truscolanes son escoria de la peor y carne de garrote vil sino que además celebramos en la noche más corta la llegada del verano. Por primera vez viajé a Málaga desde el aeropuerto de Rotterdam la Haya o vamos, el aeropuerto de Rotterdam que es como se llamaba antes de que contrataran a algún pollardón especializado en marketing y le cambiaran el nombre para engañar. En todas mis visitas anteriores, que son un montón, siempre he ido desde Amsterdam o Eindhoven con Transavia, Vueling y Ryanair. Mi avión salía a las cuatro y media dela tarde así que trabajé desde mi casa en el día más cálido del mes de junio desde siempre y a la una de la tarde salí en bicicleta para la estación central de Utrecht con una caló que no veas. Dejé la bici allí y seguí en tren hasta la estación central de Rotterdam y a la puerta de la misma cogí la guagua treinta y tres que lleva al aeropuerto, al que vine llegando un par de minutos después de las dos y media. Pasé el control de seguridad en el que el simio estúpido me obligó a quitarme el cinturón sin piezas metálicas para pasar bajo el arco y una vez dentro del aeropuerto busqué mi rinconcito para matar el rato y ver vídeos de mis series favoritas, en este caso de la segunda temporada de Colony. A la hora en la que tenía que comenzar el embarque anuncian media hora de retraso y más tarde lo ampliaron a hora y media. Según una pava, uno de los sensores de un motor estaba escoñado y hasta que no lo repararan no saldríamos. El embarque comenzó a las cinco y media para salir a las seis de la tarde. El vuelo fue tranquilo y lo más significativo es que España está resecada que no veas, desde el aire parece un erial. Ya acercándonos al aeropuerto pasamos justo al lado del Caminito del Rey e incluso hice una foto que no veremos en esta anotación. Vine saliendo del avión a las nueve menos cuarto y como el aeropuerto de Málaga está diseñado para que camines unos cuantos kilómetros a la salida, no llegué a tiempo para pillar tren y tuve que esperar al de las 21:22 en el que casualmente iba mi amigo Sergio, que llegaba desde Mandril, que es donde trabaja.

    De lo que sucedió en los siguientes días corro un velo obscuro casi opaco por aquello de respetar la privacidad pero os podéis imaginar que está lleno de comilonas y hasta de un baño en el mar mediterráneo a la medianoche de la Noche de San Juán para purificarme y mandar mucha mielda hacia truscoluña.

    El domingo, a las cinco de la tarde, comenzaba el caminito de vuelta en el tren y una vez en el aeropuerto pasaba el control de inseguridad y buscaba las máquinas que venden botellas de agua y que hasta enero valía un leuro y cuarenta céntimos y ahora son treinta céntimos más caras. Pillé una y me senté a esperar el avión en la zona en la que sabía que aparcaría. Llegaba en hora y como uno ya se conoce la cantinela, me puse en la cola para entrar de los primeros. Además, elegí asiento en la parte posterior, casi en la puerta, ya que al aterrizar abren ambas puertas y así salía antes. El embarque fue dramático, con la gente a la que no les dejaron entrar los trolleys porque no había espacio montando el numerito. El piloto nos dijo que en el camino, sobre todo en la primera etapa sobre la península, sentiríamos lo mismo que la compresa de una coja haciendo una maratón, un meneo de-que-te-cagas. Aunque salimos en hora, tuvimos quince minutos de espera para despegar y lo hicimos mirando al mar, con lo que en el vídeo que veréis después está Torremolinos y el más allá, o sea, Benalmádena Costa. Recuperamos algo de tiempo con los airotes y demás y vinimos tomando tierra a las diez y media de la noche, pero con la magia de las noches eternas veraniegas en Holanda, ya veréis que el vídeo no es muy obscuro. Salí de los primeros del avión y de hecho fui el único que se subió en la guagua que salió para la estación central de Rotterdam. Allí me compré unas papas fritas y tomé el tren hacia Utrecht en donde llovía, así que opté por dejar la bici en la estación y volver a casa en guagua. Vine entrando en mi keli sobre las doce de la noche, con lo que la casa de Sergio está a siete horas de mi casa, entre pitos y flautas.

    En el siguiente vídeo están todos los despegues y aterrizajes. El primero, en Rotterdam, nos permite ver brevemente la ciudad y el aeropuerto. La aproximación al aeropuerto de Málaga es por tierra, con todo seco, salvo por un campo de golf que espero y deseo que rieguen con aguas de jiñote o eso es un crimen. El siguiente despegue es en dirección al mar mirando hacia Torremolinos y el aterrizaje es del lado opuesto a la ciudad de Rotterdam. La musiquilla que acompaña este documento estremecedor es la canción The Arrival de la banda sonora del peliculón Gattaca

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