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  • Llegando a Siquijor

    21 de mayo de 2015

    El relato comenzó en El comienzo de otro gran viaje

    Después de tres noches en Panglao, llegó la hora de partir. Por la noche reservé un lugar y los dueños me llamaron para confirmarme que me recogerían en el muelle. Después me compré el billete de barco y por la mañana, me levante temprano y volví a hacer mi mochila de cuarenta litros. Siempre tengo la sensación que estoy llevando más que al principio, pero eso es imposible, ya que no he comprado nada (salvo un imán para la nevera) e incluso he gastado una de las dos botellas de champú que me traje. En lugar de desayunar en el hotel, el día anterior me había comprado unos panecillos, que aquí en las Filipinas son deliciosos y preferí comerme eso. Sobre las siete de la mañana llamé al del tricycle que me trajo al hotel y le dije que me recogiera a las nueve y cuarto para llevarme al muelle. 

    Un poco antes de las nueve, entregué las llaves, me devolvieron la fianza y mi transporte estaba allí. Toma unos cuarenta y cinco minutos llegar al puerto en ese tipo de vehículos pero es un viaje muy folclórico y agradable. En el mostrador de facturación me dieron mi tarjeta de embarque y me dijeron que no tenía que bajarme del barco en Dumaguete, ya que hace una parada allí y que el asiento era el mismo. Tras pasar el control de seguridad en el que no me controlaron, pagué los cincuenta céntimos de leuro de tasa por usar el puerto y entré a la sala de espera, que estaba petada y al parecer, todos iban en mi barco. Cuando llegó, comenzó la guerra habitual para subir y descubrí que iba sentado en primera fila y mirando hacia el resto del pasaje. Como nadie paga por facturar equipaje, allí entran con bolsas y bolsas y hasta hice una foto del pasillo totalmente lleno de bolsas, cajas y maletas que lo bloqueaban. Por suerte había una puerta de emergencia a mi lado. 

    Salimos relativamente en hora con el barco al completo. Fue un viaje tranquilo, con la mar en calma. A las dos horas llegamos a Dumaguete y se bajaron casi todos. .De las doscientas y pico personas que íbamos en el barco, solo seguíamos unas treinta al siguiente destino y después entraron unas cincuenta, con lo que el segundo trayecto era más relajado y tranquilo. Este solo duró unos cuarenta y cinco minutos. En el puerto me esperaban los dueños del lugar en el que me estoy quedando, el Adayo Cove Resort. Reservé una cabaña de bambú (pero con aire acondicionado). En el trayecto hasta el lugar me dijeron que en un hotel grande que hay por aquí están aún haciendo excursiones a la isla de APO, que estaba en mi lista de cosas que ver en las Filipinas ya que al parecer tiene los mejore fondos para bucear. Por primera vez en mi vida, alquilé una motocicleta automática para moverme por el lugar y tras veinte segundos de instrucciones, estaba listo. En esta isla hay muy poco tráfico y es el lugar perfecto para manejar estos aparatos, además de tener una carretera de circunvalación por la costa en buen estado. 

    Fui hasta el complejo que hace las excursiones y me dijeron que aún les faltaba gente para hacerla, ya que quieren un mínimo de doce personas y en total éramos diez. En eso que salió una gerente y decidió que diez era un buen número. Además, es uno de los pocos sitios en la isla en el que se puede pagar con tarjeta de crédito, así que pagué y me dijeron que al día siguiente tenía que estar allí a las siete de la mañana, el precio de la excursión eran treinta leuros con almuerzo incluido en un complejo de lujo que hay en APO. Después volví a donde me estoy quedando y pasé el reto de la tarde en la piscina relajado, con una familia filipina que también estaban allí. 

    El relato continúa en En la isla APO nadando con las tortugas

  • Sankt Jacobs kyrka

    21 de mayo de 2015
    Sankt Jacobs kyrka

    Sankt Jacobs kyrka, originally uploaded by sulaco_rm.

    En algún momento de su historia los suecos se hicieron la picha un lío y acabaron con el nombre Jacobs tanto para los Santiago como para los Jacobo, aunque mirando en la Wikipedia, igual fuimos los demás los que estiramos el chicle demasiado. Bueno, esta bonita iglesia está junto al Kungsträdgården, uno de los parques más populares de la ciudad y viene a ser uno de los puntos por los que cruzas varias veces cuando visitas el lugar. La iglesia se hizo con una mezcla de estilos.

  • El día que nadé con los tiburones ballena

    20 de mayo de 2015

    El relato comenzó en El comienzo de otro gran viaje

    Hay cosas que ni te planteas porque piensas que jamás lo harás. En mi caso, lo de tirarme al agua a nadar junto a tiburones ballena sonaba tan fuera de mi mundo que ni siquiera lo consideraba como algo posible. Cuando estaba en Cebu, vi que se podía ir a un poblacho al sur de la isla para verlos, pero la logística era muy complicada, ya que o bajaba en un taxi pagando setenta leuros, o me tenía que levantar de madrugada para coger un autobús a las tres de la mañana que te viene dejando en el lugar sobre las siete. Me olvidé del asunto y decidí seguir con el plan de Bohol. Estando allí y cuando me apuntaba a la excursión para ver los clásicos del villorrio, vi que tenían una foto en uno de los carteles y pregunté y cuando el hombre me dijo que todos los días iba un barco desde aquí hasta la playa en la que se pueden ver y que te cobraban diez leuros, se me expandieron todas las chacras y ya sabía lo que haría mi segundo día en el lugar. 

    Esta mañana, me levanté cinco horas y media antes de la hora Virtuditas, pasé de hacerme un chás-chás y desayuné los panecillos que me compré el día anterior en previsión del evento. A las seis me recogieron y me llevaron en moto a la playa. Una de las cosas que pregunté cuando pagué fue por el tamaño del barco y el tipo de motor, ya que en uno pequeño y petado, es más fácil que suceda un accidente. En este caso, tenían uno con capacidad para treinta personas, con motor diésel y éramos doce pasajeros, con lo que nos sobraba el espacio. A esas horas, uno no está para averiguar la vida de los demás y todos dormitaron o escuchaban música, a su bola. Yo opté por seguir acortando la gigantesca lista de Podcasts que tengo para escuchar. El viaje es monótono y lo más destacable son las esperpénticas maniobras para subir al barco, bajar del mismo y lo que hacen los filipinos para alejarlo de la orilla, una combinación de gritos, gestos y mucho público. En el camino pasamos cerca de Balicasag, una isla rodeada de playa blanca, pequeñita y que parece un paraíso. La llegada fue problemática porque había olas, la playa en la que atracan los barcos es de rocas y al parecer, yo soy el único que prefieren las sandalias Moisés a las cholas y con estas últimas, no se puede andar en el agua y los otros las pasaron canutas. En la playa nos esperaba el chamo Makey que nos llevó al lugar en el que hay que apuntarse y pagar y en donde te dan unas mínimas explicaciones con lo que puedes o no hacer, que se reducen a esto: no más de ocho julays por tiburón, no acercarse a menos de cuatro metros, no tocarlos, no ponerse bronceador o bloqueador solar. Nos dieron a cada uno un chaleco salvavidas y le comenté al julay que quería alquilar una cámara acuática. El chamo se ausentó un momento y volvió con una. Dejamos nuestras pertenencias en un armario vigilado por un viejillo y nos fuimos a subir a un barquillo a remo. Al parecer, en temporada alta puedes pasar horas esperando tu turno pero en esta época, fue llegar y subirnos. En mi barca íbamos cinco pasajeros y había tres nativos. Lo que yo no sabía es que dos de ellos estaba allí por y para mi. Cuando llegamos a la zona de los tiburones, lo flipas. Hay barquitos desde donde les lanzan la comida y así los acercan a la gente. Los tiburones pasan un kilo de todos, ellos lo que quieren es la comida gratuita. Estos mismos pesadores, hasta hace pocos años los mataban porque los consideraban competidores y ahora los cuidan como hijos propios y la economía del pueblo de Oslob depende en gran medida de los meses que los tiburones ballena están por allí. 

    Los dos chamos que iban conmigo se aseguraron de hacerme un montón de fotos bajo el agua con el tiburón (o los tiburones porque había varios) detrás de mi. En un momento determinado había tres tiburones y aquellos gritándome que me hundiera una y otra vez para hacerme fotos. Después me dejaron la cámara y yo seguí haciéndoles fotos mientras nadaba a su alrededor. Fue algo alucinante y el tiempo se pasó volando. 

    Al salir del agua, una chica me dijo que la acompañara, fuimos a una pequeña tienda con un ordenador, copiaron todas las fotos a una tarjeta de memoria que les dejé y me las dieron. Después regresé al barco y allí me enteré que dos de las pasajeras eran funcionarias españolas que han pedido seis meses de suspensión de empleo y sueldo para irse por Asia. Charlamos un rato, hasta que encendieron el motor y todo el mundo volvió a entrar en estado de sopor. El regreso duró casi tres horas porque el viento y la mar estaban en contra. Al llegar, de nuevo maniobras fascinantes para acercar el barco a la orilla, saltamos al agua y seguí charlando un rato con las españolas hasta que nos despedimos. Tenía hambre y quería atar bien mis días siguientes así que opté por cenar temprano y regresar al hotel. Primero estuve una hora y pico en la piscina y después reservé mi siguiente hotel, compré el billete del barco y comencé a otear el horizonte. Mañana (en el tiempo del relato, ya que en realidad sucedió el viernes de la semana pasada), me iré de Bohol. 

    El relato continúa en Llegando a Siquijor

  • Riddarholmsskeppet en el Stockholms medeltidsmuseum

    20 de mayo de 2015
    Riddarholmsskeppet en el Stockholms medeltidsmuseum

    Riddarholmsskeppet en el Stockholms medeltidsmuseum, originally uploaded by sulaco_rm.

    Escondido bajo la calle y frente al Parlamento, el Stockholms medeltidsmuseum o Museo de Estocolmo en la Edad Media tiene no solo una parte de la muralla de la ciudad que encontraron allí al hacer excavaciones. Allí está también el Riddarholmsskeppet, un barco que encontraron enterrado en uno de los canales y que data del siglo XV (equis-uve). Este pequeño museo es bastante agradable para visitar y no tratan de agobiarte con una cantidad ingente de información.

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