Desde que me casé con la hipoteca por treinta años y pasé a poder disfrutar del jardín de una casa que hasta que no la pague pertenece a una corporación, lo primero que hice fue comprar un montón de bolsas de bulbos de tulipanes y plantarlos. Cada primavera regresan por diferentes rincones del jardín y es un gustazo salir por la mañana y verlos. Hoy tenemos una foto de uno de ellos, el cual vimos por primera vez en abril del año 2007 en la anotación Tulipán elegante y hoy le damos la bienvenida al Club de las 500.
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Celdas en Tuol Sleng
Para continuar el macabro recorrido por las atracciones de Nom Pen, hoy vemos la última foto de la prisión S-21 y en ella tenemos una sala enorme que originalmente era un aula y que fue reconvertida en celdas individuales en las que cada preso estaba encadenado con muy poco movimiento. En esas celdas tenían totalmente prohibido hablar a menos que un guardián les hiciera una pregunta directa. Una de las reglas más absurdas y terribles que tenían es que se les prohibía gritar al ser electrocutados o golpeados y el castigo eran más latigazos y correntazos.
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El regalo perfecto
Solo los amigos de verdad te llegan a conocer lo suficiente para saber lo que te tienen que dar. Yo soy uno de esos casos extremos en los que el regalo equivocado se me puede ver perfectamente en la cara, el disgusto aflora a la superficie en unos instantes y no me da ni tiempo ni ganas de recomponer la fachada y fingir con lo que cuando alguien no acierta, le termina sabiendo a jarabe de ricino. Ya comenté el lunes que el fin de semana hubo una de esas Cenas de invierno en casa con un montón de comida, veintipico velas encendidas, una atmósfera Gezellig y unas horas de tertulia, cachondeo y comida y más comida. La tradición local manda que la gente que te viene a ver no lo haga con las manos vacías. Ya todo mi círculo de confianza en peso sabe que traerme flores es UN ERROR y que tres o cuatro segundos después de que se hayan ido las tiraré a la basura porque me gusta verlas en los jardines, no en jarrones. También han aprendido que regalarme vino es OFENDERME ya que no me gusta y me da dolor de cabeza y el único escenario aceptable para traer vino a mi casa es porque se lo piensan beber, ya que yo me niego a comprar para servir a las visitas. Por lo tanto, los regalos son siempre cosas que me pueden gustar, como revistas de recetas de cocina italianas, libros de recetas de cocinas holandeses, asiáticos o de otros lugares, guías de viaje a destinos de los que he hablado, o CERVEZA. Una de las parejas que vino el sábado optó por este último presente y fueron a una tienda especializada en la venta de ese jugo celestial, un lugar en el que tranquilamente pueden tener unos ciento cincuenta tipos de cerveza. El Moreno y un servidor vamos a una de cuando en cuando y es llegar al umbral de la puerta y ya se nos pone morcillona de puro gusto y nos perdemos entre las estanterías, viendo las distintas marcas y los tipos de cerveza que tienen de las mismas. De entre todas las cervezas que se producen en el universo, hasta el más lerdo de mis amigotes sabe que la Erdinger está en lo más alto del podio, es mi cerveza favorita desde mucho antes de emigrar a los Países Bajos. Curiosamente, nunca la he mencionado en la serie sobre cerveza, así que un día de estos omitiré esa falta. Por tener, tengo un abrebotellas con el escudo de ellos, tengo camiseta, tengo un juego de seis vasos repartidos entre Holanda y Gran Canaria y es raro el día en que en mi nevera no hay al menos una. Por eso mis amigos la eligieron como una de las dos cervezas que me querían regalar. La otra fue la Duvel, otra cerveza que se me ha pasado comentar y que tomo mucho en invierno, sobre todo porque al Rubio le fascina. Fue la elegida para celebrar mi cumpleaños en su casa.
En la tienda en la que compraron las cervezas venden unas bolsas de tela especiales con ocho compartimientos, un sistema PERFECTO para transportar una cantidad de cerveza ideal para dos personas. En un regalo es tan importante el continente, en este caso la práctica bolsa para llevar cervezas como el contenido, cuatro Erdinger y cuatro Duvel. Cuando vieron mi cara de felicidad absoluta al dármelas supieron que habían elegido bien. A estos los vuelvo a invitar a mi casa en un par de meses.
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Remolque para niños convertible en el club de las 500
En Holanda, lo de llevar a los niños en bicicletas especiales enormes y que permiten cargar varios o por detrás de la madre o el padre en una especie de carricoche es de lo más normal. Aquí lo que no existen es micros para ir al cole en guagua y si alguien se empepina con apuntar a su hijo a un colegio específico, generalmente se muda a algún lugar cercano. Por eso, ir al cole en bici es algo habitual. El otro día leía un aviso del gobierno en el que le piden a los padres que no sean güevones o truscolanes y usen el coche para desplazar a los niños ya que está géneticamente demostrado que esos que no van en bicicleta, cuando empiezan a ir solos al colegio y al instituto, tienen una probabilidad infinitamente mayor de ser atropellados o de sufrir algún otro tipo de percance y acabar como girasoles en sillas de ruedas y girando según les da la luz. En mayo del año 2009 vimos este Remolque para niños convertible y hoy le damos la bienvenida al Club de las 500.