Estamos pero que a puntito de atracar y desde el agua, una última imagen de las tres Gracias de Liverpool mirando hacia el río Mersey, aunque la Gracia del medio queda parcialmente oculta por la terminal del ferry y vamos, que tampoco es tan bonita como las otras dos, que con sus torres y cúpulas son espectaculares.
Esta fue otra ocasión en la que mi Ángel de la Guarda se lo curró. Mi última oportunidad para ver tiburones zorro (de nuevo y de cerca). Fuimos a un lugar nuevo que en realidad era la zona que está después de la salida de Kedevari. Según nos explicaron, por allí hay tres zonas de limpieza adicionales y dado que en Kedevari no hemos visto nada, iban a probar por allí. El vídeo lo he dividido en tres partes y hasta he hecho lo impensable. Esta primera parte sigue el orden de grabación, la segunda es un único vídeo y la tercera tendrá vídeos de antes y después de la segunda. La razón quedará explicada al ver la maravilla del segundo vídeo. La música es la canción de Hans ZimmerIntroduce a Little Anarchy de la película The Dark Knight – El caballero oscuro.
Yo es que ya tenía tan claro que no íbamos a ver un tiburón zorro que le dije a los Dive Master que yo haría el helicóptero total y me quedaría por arriba disfrutando de los corales, que en esa zona son espectaculares, como se puede ver en el vídeo. Siempre a mi derecha está la caidita. Los otros que estaban buceando se fueron quedando por detrás de mí y yo siempre controlaba que estaba sobre el Dive Master, que iba unos metros más profundo que yo. La zona es espectacularmente bonita, eso en Malasia y hasta en algunos sitios de las Filipinas, por no decir España, sería una inmersión de la que todo el mundo hablaría porque es que hay una cantidad ingente de corales. De cuando en cuando podemos ver al Dive Master, cuando giro la cámara a la derecha y lo vemos en la pared por debajo. Cerca del final hay un pez ballesta al que me acerqué y que no estaba de mala leche, que esas malas bestias si están cuidando su nido, te atacan sin piedad.
No veas el partido que le estoy sacando al cruce en ferry del río Mersey para ir a ver el submarino alemán que no le gustó a ninguno, que aquí si no pongo tiburones tigre, como que pasan totalmente. En el regreso y acercándonos a la terminal, pasamos por delante del Museo de Liverpool, que vemos desde el agua, con su extraña forma. Eso que se ve al fondo ala derecha son las nubes que un par de horas más tarde descargaron en la ciudad, que allí llovió todo el fin de semana.
Toda la semana pasada estuve con una angustia existencial exponencialmente creciente. Prácticamente todos los días desde el martes, visitaba religiosamente el supermercado lidel y el Turco, que están uno al lado del otro y entraba como en una gran catedral, me iba a la sección de frutas y allí buscaba eso que todos anhelamos cuando llega esta época, las castañas. El martes y el miércoles fui después de trabajar, el jueves, viernes y sábado por la mañana y en ninguno de los dos templos de castañas, las encontré. Con el verano que ha habido en Europa, ya esperaba que habría menos, pero vamos, que en el istagrame ya hay gente poniendo recetas y como vivo en el único país del universo en el que las castañas se consideran comida no digna de humanos, sino de caballos, como que no hay interés en ponerlas en las estanterías. El domingo ya me había rendido porque no es día para poner novedades, es día de finiquitar las ofertas de la semana. Me fui al cine, a ver cierta peli de la que hablaré y que duraba un montón de horas y antes de que empezara mi vecino me manda un mensajillo por el Güazá pidiéndome si les puedo comprar un tupperware en el lidel con el cupón del ochenta por ciento de descuento que tengo y que les ofrecí. Le respondí que vale, que iría por allí al regresar a mi keli.
Camino de la keli, hice la parada en el super, entré y ni me molesté en coger cesta porque solo iba a comprar una cosa. Fui a la estantería de la oferta de los tupper y no tenían el que ellos querían, así que los llamé y les informé de la incidencia. Después, como ya estaba allí, se me ocurrió darme un garbeo por la sección de frutas y cuando miro de pasada, se me cayeron los gallumbos al suelo al descubrir que habían puesto las bolsas de medio kilo de castañas italianas. Una mora aprovisionaba y luché con ella para agarrar tres bolsas, lo suficiente para sobrevivir una semana y media si me como diez castañas al día. Salí del supermercado más contento que un truscolán en el portabultos de un coche y llegué a mi keli con mis preciosas y las guardé con mucho cariño y sobre la marcha, me fui al cuarto de las bicicletas a rescatar la sagrada sartén para cocinarlas, que lleva conmigo desde que la compré y la taladré para crear el utensilio perfecto para cocinar castañas.
Ahora que ya he comido dos días, empiezo a recargarme y espero que ya pronto, quizás mañana, pueda empezar con los ataques químicos y toxicológicos, selectivos y que al que le pille, se acordará de todos sus difuntos. Una lástima que no tenemos ascensores en dos de los tres edificios en los que se me ve regularmente y en el tercero, todo el mundo prefiere usar las escaleras para hacer ejercicio, pero vamos, que hay otras zonas que me servirán perfectamente como escenarios del delito.
Castañas asadas
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