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  • Bicicleta encaramada en un árbol

    27 de diciembre de 2013

    Paseando por uno de los parque de la ciudad de Munich un domingo cualquiera por la mañana me tropecé con algo inusual, una bicicleta que estaba en un lugar en el que no tendría que estar. Algún truscolán, con esa rabia y rencor tan grande que nos tienen a los Europeos por haberlos esclavizado durante siglos y por haberlos tratado como al pueblo de los judíos la tuvo que poner ahí, en ese árbol, a bastante altura, con lo que deduzco que fue un grupo de los susodichos. Con tanta manipulación histórica probablemente no saben que si los tratáramos como esclavos, ahora mismo tendríamos una fabulosa flota de galeras y ellos serían el motor principal de las mismas. Si se quieren equiparar con el pueblo judío, resulta una lástima que los Reyes Católicos no los largaran de España junto con estos y así ahora ambos se podrían dedicar a masacrar a los Palestinos sin ningún pudor. La presencia de truscolanes en Alemania probablemente tuvo que ver con alguna visita para estudiar en sus mismas fuentes el mayor brote de odio que se ha dado en Europa en el siglo veinte y que culminó con una guerra mundial y miles de muertos. Ya lo dice el refranero, Dios los cría y ellos se juntan y estos parece que ya han encontrado los libros de sus otros hermanos fascistas y están dispuestos a escribir el siguiente capítulo, el del siglo veintiuno.

    El lugar natural para una bicicleta es en el suelo, con sus ruedas sobre el camino, preparada para llevar a alguien desde un punto a otro y no ahí, sobre un árbol.

  • Minas en el Museo de la Guerra en Siem Reap

    27 de diciembre de 2013
    Minas en el Museo de la Guerra en Siem Reap

    Minas en el Museo de la Guerra en Siem Reap, originally uploaded by sulaco_rm.

    Aparte del drama de la guerra, en Camboya se plantaron millones de minas, tanto personales como de las que se tenían que cargar tanques. El conflicto acabó pero las minas siguieron ahí, esperando a su víctima. Por eso es un país en el que continuamente ves gente con miembros amputados y en todos lados te cuentan historias estremecedoras. En el museo de la guerra te enseñaban también las minas, plantadas en el suelo (y espero que desactivadas) para que veas lo fácil que resulta. Las cubres con algo de vegetación, las dejas allí y el daño ya está hecho. En muchas ocasiones, los que disparan las minas son niños jugando alrededor de sus casas, ya que aún quedan zonas amplias en el país que no se han limpiado (y estamos hablando de hoy en día …). En un lugar en Kampot que visité y que veremos en unas semanas, para llegar a la cueva que quería ver tenías que andar por un camino muy bien marcado y lleno de carteles que te pedía y te rogaba que no te salgas del mismo porque era una zona minada.

  • Mi primer viaje directo en navidades

    26 de diciembre de 2013

    La única visita a Gran Canaria de las que hago a lo largo del año que tiene serias limitaciones es la navideña. Al contrario que las otras, en esa tengo unas fechas muy específicas y coincide además con los días en los que las compañías aéreas se lanzan a abusar y suben los precios desmesuradamente. Para evitar ese robo a cara descubierta, suelo comenzar a mirar los billetes desde el dos de enero y pongo múltiples alertas en Kayak para que diariamente me informen de los precios y cambios. Es algo parecido a pescar, has de tener paciencia y esperar hasta que llega la oferta y en el momento en que aparece la coges sin dudarlo un mili segundo. El año pasado conseguí un precio de escándalo, el más barato de los doce años en los que lo llevo haciendo y este año la cosa comenzó mal y fue a peor.

    Parece que el idilio de vuelos más o menos baratos se acabó. Mis alertas indicaban precios de seiscientos y pico leuros para una mierda de vuelo con lIberia parando en Madrid un huevo de horas, los mismos leuros con KLM, parando en Madrid otro montón de horas antes de continuar con Air Europa y aún mucho más dinero con Bueling, línea que definitivamente no es de bajo costo y que cada día se parece más a lIberia y en su caso, solo tenía que pasar doce horas desterrado en el aeropuerto de la capital de Truscoluña a la ida y una o dos menos a la vuelta, con lo que básicamente perdía dos días completos viajando. Para darle un poquito de perspectiva, mi viaje del 2014 a Asia ya está adquirido, es con la aerolínea que ha sido elegida la mejor de Europa en los últimos tres años, Turkish Airlines, una compañía con la que ya he volado a Estambul y que no se puede comparar con mierdas como lIberia o Bueling. Para ir desde Amsterdam hasta Kuala Lumpur he pagado cuatrocientos cuarenta leuros, me darán varias comidas, los aviones tienen unos asientos de escándalo, el personal es fabuloso y mi tiempo de transbordo en Estambul es de 90 minutos. Regresando al viaje navideño, la cosa pintaba tan mal que comencé a ampliar el radio de salida y tanteé posibles viajes de Dusseldorf, Bruselas, Frankfurt, Münster o Colonia. Desde algunos de esos sitios encontraba billetes más baratos pero si sumabas el billete de tren y que en todas las ocasiones en alguno de los trayectos tendría que hacer una noche en el lugar, no ahorraba nada y acababa haciendo un montón de horas más.

    En los doce años que he ido en navidades, Transavia nunca ha sido una opción porque de todas las compañías, ellos ponen los billetes más caros, ya que están especializados en turistas y esos días son de temporoada altísima. También son los últimos en sacar sus plazas al mercado y cuando lo hicieron, seguían el ejemplo de los otros y estaban en los seiscientos y pico leuros. Pasaron los meses y cada día revisaba mis alertas y veía que nada cambiaba, que no había ni siquiera opciones exóticas como volar parando en Suiza y regresar parando en Alemania (lo he hecho) o incluso el Reino Unido. Un día de junio, a las ocho de la mañana, como siempre, me llegó un correo con ofertas de Transavia. Aunque casi nunca hacen ofertas en sus vuelos a las Canarias, ese día las hicieron y durante veinticuatro horas pusieron los billetes navideños a algo más de cuatrocientos leuros. Añade una maleta de quince kilos a la ida y otra de veinte a la vuelta y acabé consiguiendo mi billete navideño por cuatrocientos setenta y cinco leuros, aún más caro que el que tengo para ir a Kuala Lumpur pero casi doscientos leuros más barato que las mejores ofertas de lIberia, Bueling o KLM. Sucede además que es la primera vez que volaría directo, desde Amsterdam a Gran Canaria, sin tener que sufrir una huelga en Madrid (han sido varias), la desidia y el desprecio de los comemieldas que te hablan en truscolán en Barcelona cuando les preguntas algo en español con marcado acento canario (también lo he pasado, aunque tengo que decir que en ese caso opté por llamar a la zorra de mierda truscolana hija de la gran puta en holandés, o si queremos ser más específicos, zorra sidosa, que es lo más rastrero que se le puede decir a una perra sucia y rastrera, mientras los holandeses que había a mi alrededor flipaban y se reían de ella que no entendía nada y además aquella comemielda consiguió que esa fuera la última vez que viajara por su aeropuerto y supongo que hubo muchos más episodios como ese y quejas porque KLM dejó de ofertar escalas en Truscoluña unos meses más tarde) o los múltiples problemas con inclemencias meteorológicas por Europa.

    Con mi billete electrónico en mi buzón de correo siguió pasando el tiempo y el sábado pasado llegó el día. El viernes era una jornada complicada porque tenía dos eventos encadenados y en los que yo aportaba comida y el almuerzo navideño de la empresa. El jueves por la tarde hice veinticuatro magdalenas, siguiendo esa receta que ya ha producido miles y miles y que en su variante del año 2013 está más ajustada en las cantidades de aceite y tiene suero de mantequilla en lugar de leche, lo cual le da un toque más esponjoso. Además procuro que el chocolate tenga un alto porcentaje de cacao y el resultado es épico.

    El almuerzo navideño fue como todos los años, una comida holandesa sin más, con pan, mantequilla, queso y jamón, una sopa de tomate y pan con frutos secos de postre, al que este año añadieron helado. La idea de los holandeses de la comida navideña en la compañía es algo que se puede hacer en treinta minutos. Lo que cuenta es que nos sentamos todos juntos y mezclados. Yo opté por ningunear a mi jefa, que se fue con los gerentes de productos y me llevé al japonés de mi despacho a la mesa de los programadores y desarrolladores, en donde estaba mi amigo el Moreno, mesa en la que se sentaron también algunos de otros equipos y que pensamos que estábamos al fondo del local y resultó que estábamos justo al lado de la mesa del Presidente y sus invitados japoneses, los cuales cuando vieron a uno de los suyos con nosotros inmediatamente asumieron que somos de la élite de la compañía, ya que estábamos próximos a ellos y acompañados por uno de los suyos. Tras la comida y al abandonar el restaurante nos daban el regalo navideño. En lugar de las mierdas de años anteriores este año nos dieron una caja enorme con comida que pondré en una anotación próximamente y que pesaba un güevo.

    A las tres y media de la tarde teníamos una reunión secreta en una de las salas que casualmente está al lado del despacho del Presidente. Logramos colar allí sin que se enterara la decoración navideña, el alcohol y la comida y conectamos el sistema de videoconferencia con el Reino Unido, ya que queríamos un evento combinado con los colegas de allí. Se comenzó a correr la voz por el edificio de lo que sucedía y la sala se fue llenando más y más y más e imagino que los rumores en la máquina de café serán escandalosos, con lo que tarde o temprano el presidente se enterará y de nuevo sabrá que yo estaba detrás de todo y por supuesto ninguneándolo.

    Salí del trabajo escopeteado, tomé el tren para Utrecht y allí transbordé a otro para Woerden en donde me recogía el Rubio, el cual no me dio opción alguna y me obligó a ir a cenar a su casa como todos los años antes de partir hacia Gran Canaria. Además quería que viera su nuevo coche, o sea, una caja metálica con cuatro ruedas que mueve a la gente y mucho más importante, que viera los dos iPad mini que se han comprado, sus nuevas preciosidades. Cenamos y jugamos con las unidades pequeñas hasta que llegó la hora de irse a la cama y a las once de la noche yo regresé a mi casa.

    El sábado me levanté temprano, me hice un chocolate con churros y después comencé a preparar las cosas antes de marcharme, lo cual incluía cocinar otras doce magdalenas para llevar a Gran Canaria. Reprogramé la calefacción, cargué el iPad con las series que quería ver estas navidades y de alguna manera me las apañé para llegar a las doce sin darme cuenta. A esa hora dejé mi casa para regresar al minuto porque se me olvidaron los auriculares bluetooth. Fui en guagua a la estación y allí tomé el tren a Schiphol, el mejor aeropuerto europeo. Había facturado la noche anterior a través de Internet y solo tenía que dejar la maleta con lo que fui a la zona en la que están los mostradores de Transavia y en menos de dos minutos había culminado la tarea. Fui a la tienda de chocolate que hay en el aeropuerto, compré casi dos kilos, me compré un bocadillo para el vuelo en uno de los AH to Go por dos leuros y subí a pasar el control de seguridad. Saludé a amigos y conocidos, ya que habiendo pasado este otoño tantas veces por allí, ya hasta reconozco empleados y una vez en la zona segura, me dirigí a la puerta de embarque ya que no tenía mucho tiempo. El embarque fue rápido y puntual y como en Transavia, si no pagas por elegir asiento, te los ponen aleatoriamente, resultó que a mi lado había un julay que tenía un hijo en la butaca delante de la mía y otro tres filas más adelante, ambos chiquillos de menos de seis años. Le cambié el sitio con el que estaba delante para que fuera con su papuchi y otra persona hizo lo mismo con el otro, en el cambalache habitual antes del despegue. Cerraron las puertas, retiraron la pasarela, fueron a ponernos el vídeo con instrucciones para el hipotético caso en que suceda algo que nos otorgue una opción de sobrevivir y una de las pantallas no bajó y al parecer, es obligatorio que todas funcionen para el vídeo de seguridad, con lo que las azafatas tuvieron que hacer el espectáculo tradicional, aunque en plan recochineo. En ese momento el piloto anunció que no le permitían encender los motores en veinte minutos por culpa de congestión aérea en los cielos canarios y a mí me dio el jamacullo y cuando me desperté había pasado más de una hora y estábamos en el aire.

    Al momento noté algo raro, miré por la ventana y veo venir un avión a todo meter hacia nosotros y pasó cerquita. Con el susto en el cuerpo, a los dos minutos pasa otra y otra y otra y aquello era como una autopista. Nunca había visto algo así, un corredor con aviones yendo en ambos sentidos. Al llegar a Gran Canaria me enteré que había sido el día con mayor tráfico aéreo de todo el año y que la cantidad e aviones había sido tan grande que había obligado al Control de Tráfico Aéreo de Europa a tomar medidas y escalonar los despegues por todos lados. Aparte del enorme tráfico que se veía por la ventanilla, no hubo nada más que reseñar. Me comí mi bocata, estuve viendo mis series y a la hora prevista aterrizamos, con lo que el piloto recuperó los veinte minutos de retraso.

    Una de mis amigas me fue a buscar ya que quería magdalenas y por supuesto que recibió unas cuantas. Así, con este relato tan largo, fue como salté desde Amsterdam a Gran Canaria en navidades.

  • Tanque en el Museo de la Guerra en Siem Reap

    26 de diciembre de 2013
    Tanque en el Museo de la Guerra en Siem Reap

    Tanque en el Museo de la Guerra en Siem Reap, originally uploaded by sulaco_rm.

    Una de las visitas más interesantes en la zona de Siem Reap es la del museo de la guerra. Está cerca del aeropuerto, alejado de la ciudad (o el poblacho) y no merece más que una pequeña mención en muchas guías turísticas ya que la gente va allí para ver los templos y seguir el camino, olvidándose que Camboya estuvo durante décadas en medio de un drama humanitario de proporciones dantescas. La entrada al museo costaba cinco dólares e incluía a un guía que te explica las cosas y que suelen ser lisiados por minas o veteranos de guerra. El museo es al aire libre y si lo que buscas es ver lo último en armamento militar y en perfectas condiciones, te llevarás un disgusto. Allí lo que hay son los restos de lo que quedó tras la guerra, terribles y durísimos, como el tanque de la imagen, rodeados por árboles y en un lugar muy idílico que contrasta con lo que nos quieren contar. Para mí es una visita obligatoria si estás en Siem Reap. El noventa por ciento de los turistas no deben pensar lo mismo y al sitio llega la gente con cuentagotas.

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