No todo son las torres Petronas en Kuala Lumpur. La zona en la que se encuentran es conocida como el Triángulo de Oro y está llena de hoteles y edificios de oficinas. Entre ellos serpentea el monorail. Entre los edificios que se ven en la foto está el hotel Crowne Plaza en el que me he quedado un par de veces y a la izquierda uno de los edificios no muy grandes es el Impiana Kuala Lumpur en el que también estuve y que tiene unas vistas fantásticas de las torres. En esta parte de la ciudad hay varios centros comerciales gigantescos y los bares y la zona de marcha.
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Saltando por islotes
El relato de este viaje comenzó en El comienzo de otro gran viaje
Como Sihanoukville en sí es un lugar que parece creado para emborracharse y sufrir mendigos y niños tratando de venderte de todo en la playa, opté por hacer una excursión en barco a tres islas para bucear y disfrutar de playas más tranquilas. Imagino que si habéis leído la historia hasta aquí ya sabréis lo que viene a continuación. Me recogían sobre las ocho menos cuarto así que desde temprano levantado y preparándome para salir a tiempo. Bajé a la recepción pasadas las siete y media y ya estaba allí el que me iba a llevar. Le estoy cogiendo gusto a eso de ir de paquete en motocicleta. A esas horas no había mucha gente en la calle y mi conductor no tuvo que hacer excesivas burradas. Me llevó hasta la recepción de una pensión que es la que organiza esos viajes y allí me dieron el desayuno, ya que tanto este como el almuerzo iban incluidos en el paquete. No estamos hablando de un sofisticado desayuno sino de una barra de pan con mantequilla y mermelada y un café. Aún así se agradece.
Un rato más tarde pasaron a buscarme para llevarme al embarcadero, que resultó ser la playa de Ochheuteal y allí esperamos en uno de los bares restaurantes, llamado Angkor Beach y que está recomendado en mi guía de viajes para cenar barbacoa de marisco por 3 dólares. El grupo parecía estar formado por una pareja rusa, dos mujeres y un niño camboyano y yo. Un poco más tarde llegó un joven alemán con su mochila, con lo que intuí que lo llevaban a alguna de las islas pero no quería hacer la gira completa.
Las barcas estaban alineadas cerca de la orilla y llegado el momento nos subimos en una de ellas. Arrancaron el motor y los siguientes cuarenta y cinco minutos avanzamos hacia el islote de Koh Preus en donde paramos para bucear. También suministraban el tubo y las gafas. Supongo que Rodolfo o Virtuditas jamás usarían ese tubo chupado por cientos si no miles de personas pero a mí me da igual. Escogí uno, lo lavé en el mar y me tiré al agua. Estaba un poco turbia y la verdad que no vi mucho y de lo que vi, mayormente eran corales.
Después de una media hora reanudamos la marcha y tras otra media hora de traqueteo llegamos a Koh Russei, más conocida como la isla de Bambú. Aún no sé de donde le viene el nombre porque allí no vi bambú alguno pero seguro que tiene su explicación. Al bajarnos estábamos en una playa no muy grande pero bastante espectacular. Estaba algo sucia y descuidada, más o menos como las de Sihanoukville. Los del barco se fueron a preparar la barbacoa mientras nosotros explorábamos y nos bañábamos. Los rusos me siguieron y después continuaron cuando yo me cansé de andar porque en realidad lo que querían era estar solos para despelotarse.
En el agua, cerca de la orilla había como erizos de mar solo que sin espinas (o al menos no muy grandes). Nunca los había visto así, tan cerca y asequibles. Por la arena estaba plagada de los cangrejos esos que se hacen un agujero en el que se esconden. Estuve mayormente en el agua hasta que nos llamaron para que fuéramos a comer. La comida era barracuda cocinada en la barbacoa con ensalada y de postre piña y plátano. Creo que también había arroz pero yo pasé. Estaba todo delicioso y después de comer nos dijeron que nos quedábamos allí casi tres horas. Le pregunté al que hablaba algo de inglés si había otra playa en la isla y me dijo que sí y me indicó como llegar. Según él, esa era más grande, limpia y espectacular. Teníamos que cruzar la jungla por un sendero muy bien marcado. Mientras caminas tienes la sensación de estar en una aventura de los juegos de Monkey Island. Los rusos se vinieron siguiéndome ya que no hablaban inglés y no se enteraban muy bien pero se imaginaron que yo avanzaba porque había algo interesante que ver.
La playa del otro lado es de esas de quedarte con la boca abierta. Esta sí que estaba limpia, con una arena rubia preciosa y tal cual como las imaginamos cuando pensamos en destinos exóticos. Es bastante larga. Busqué un sitio cerca de un árbol para poner a la sombra mi bolsa y la cámara y las siguientes tres horas las pasé entre chapuzones, escuchando Podcasts y disfrutando del sol. Cuando vi que los rusos volvían los seguí y al llegar a la playa del otro lado nos dijeron que teníamos que esperar un poco porque habían ido a buscar a dos chicas que estaban en otra isla y se volvían a tierra.
Al llegar nos subimos todos y salimos en dirección a Koh Kteah en donde tuvimos media hora más de buceo. Después seguimos hacia el embarcadero y vinimos llegando allí sobre las cuatro de la tarde. Me busqué un motorista que me llevara de vuelta al hotel y regresé.
Intenté apalabrar otra excursión en barco para el día siguiente pero como es temporada baja no tenían suficiente gente y no la iban a hacer. En su lugar me apunté para otra excursión a un parque Nacional y cerca de la hora de la puesta de sol me bajé a la playa para hacer fotos. Como estaba cansado cené en el hotel y caí rendido bien temprano.
El relato continúa en En el Parque Nacional de Siem
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Las torres Petronas desde la torre Menara Kuala Lumpur
Hoy subimos al mirador que hay en la torre Menara KL y desde allí tenemos una preciosa vista de las torres Petronas. A sus pies se puede ver el techo del centro comercial Suria KLCC. La entrada cuesta 38 Ringitt (unos diez euros cuando escribí esto) y además del acceso a la torre incluyen la visita a un pequeño zoológico que tienen, un simulador de formula 1 y un paseo en pony (al menos esto era lo que ofrecían cuando yo pasé por allí). Todas esas boberías se las podían haber ahorrado. Uno llega hasta el lugar para subir a la torre y ver la ciudad desde el aire y el resto sobra completamente.
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Bicicleta naranja
Si hay algo que viven los holandeses es el color naranja, el mismo con el que se sienten identificados y que da nombre a la casa real holandesa. En épocas de campeonatos del mundo como el que estamos viviendo estos días es cuando el color naranja toma las calles y las casas se llenan de banderas y todo tipo de artilugios naranja. También puedes ver por las calles gente vestida de naranja e incluso bares que se pintan completamente de naranja. Por supuesto que también nos podemos tropezar con bicicletas naranja como la de la foto, la cual se cruzó en mi camino una tarde de fin de semana en Rembrandtplein, en Amsterdam. Es una bici sencilla, con frenos a contrapedal y un soporte para llevar carga en el manillar. La cadena, aunque parezca muy segura, no la salva de los rateros de bicicletas si alguno se cruza en su camino aunque en este caso su dueño la puso en un lugar tan expuesto a los turistas que resultará difícil que se la roben.
En el Álbum de fotos de bicicletas encontrarás un montón de bicis que he ido fotografiando a lo largo de los años