Las torres Petronas con sus 451,9 metros de altura son espectaculares. Cada una tiene 88 pisos y el total de ascensores entre las dos es de 78. Por la noche las iluminan y resaltan aún más que durante el día. Las diseñaron dos arquitectos argentinos y su fachada es similar a algunos de los diseños que se pueden ver en el arte musulman malayo. Cerca de las torres hay un tercer edificio que nunca sale en las fotos y que contiene todos los equipos de aire acondicionado que las mantienen a una temperatura razonable. Junto a las torres hay un parque precioso por el que se puede pasear y tomar algo de distancia para tratar de conseguir que entren al completo en las imágenes, ya que a menos que tengáis un gran angular es algo muy complicado.
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Por los alrededores de Kampot
El relato de este viaje comenzó en El comienzo de otro gran viaje
Al parecer yo era el único primo que se levantó temprano para hacer alguna actividad y a las siete y media los chicos del restaurante de la pensión en la que me quedo me servían mi copioso desayuno. Ya comienzo a echar de menos el vasito de café con leche que me tomo cada mañana en mi casa pero también sé que cuando vuelva añoraré el estar de vacaciones. A las ocho de la mañana me encontraba en la puerta con el que sería mi guía durante todo el día, Armel, un chico que trabaja en la pensión y que sería mi conductor de tuk-tuk.
Lo primero fue casi una hora conduciendo para llegar a la cueva de Phnom Chhnork. No creo que sean muchos kilómetros pero cuando has salido unos cinco kilómetros de la ciudad te sales de la carretera general, esa que supuestamente es una de las principales arterias del país y que en España sería considerada como una carretera de barriada periférica del extrarradio y sin mantenimiento y tomamos por una pista de tierra, un camino increíble en el que parecía que habían caído bombas por los cráteres que tenía y en los que el tuk-tuk literalmente volaba. Cruzamos por dos poblaciones y en un tramo las mujeres estaban en las puertas de sus casas, sobre pequeñas montañas de gravilla que estaban picando. Aluciné. Yo siempre pensé que la gravilla la hacían con máquinas supersofisticadas como esas que salen en el Discovery Channel y va a resultar que en estos países, le das un martillo a tu mujer y un montón de piedras y la tienes unas cuantas horas al día picando piedras en la puerta de tu casa para hacer gravilla que después vendes. Imagino que la cantidad que les pagan es minúscula. Un rato más tarde nos cruzamos con dos bueyes que tiraban de un carro lleno de rocas, supongo que el repartidor de materia prima.
El acceso a la cueva es a través de un templo en el que dejas el tuk-tuk y después hay que caminar más o menos un kilómetro. Un grupo de niños comenzó a seguirnos. Jamás me perdonaré no haberle hecho una foto al cartel que informaba que la zona estaba limpia de minas personales. Yo por si acaso no me separé ni un solo milímetro del camino pero me reía socarronamente pensando en Virtuditas completamente ida por los nervios o en Waiting en plan reinona con los zapatos de tacón de aguja caminando por allí y cagándose en todos mis muertos por las ideas turísticas que se me ocurren. En un punto determinado nos adelantó una moto y un poco más tarde descubrí que ese era el guardián y cobrador de la cueva. La entrada vale un dólar para los turistas. Un grupo de americanos les donó el dinero para hacer unas escaleras y ahora no hay que trepar por el interior de la cueva, un sitio lleno de murciélagos y oscuro. Subimos las escalinatas, las cuales te dejan agotado por culpa de la humedad del 100 por cien y de los treinta y pico grados y al final llegamos a la cueva principal, en la que el agua ha creado formas curiosas y se puede ver perfectamente la figura de un elefante pequeño y otro grande. En el techo está la forma de un cocodrilo y en otra parte de la caverna se ve una cabra y una tortuga. El pequeño templo hinduista tenía una columna creada a través de los milenios por el agua, una gigantesca estalactita y estalagmita que se habían unido. Por desgracia, el monje o lo que quiera que sea que guarda el templo la golpeaba con algo para crear música para los turistas y los que venían a rezar y terminó por partirla y ahora tendrán que pasar unos tres mil años antes de que se vuelvan a unir la estalactita y la estalagmita.
A esa cueva vienen muchos enfermos que creen que van a morir, después se recuperan y lo achacan a los milagros que hace el Dios que hay allí y después vuelven a agradecérselo. Ya sabéis, lo típico de supersticiones y supercherías solo que no se follan niños como los católicos pero básicamente es la misma bobería. Por encima de nosotros un montón de murciélagos gritando, cagando y moviéndose todo el tiempo. El guía me ofreció bajar por la caverna pero los murciélagos quedaban a menos de un metro de nuestras cabezas y eso no me mola nada así que preferí regresar por las escalinatas, menos aventurero pero más seguro. En la base de las mismas me encontré con el australiano con el que estuve hablando durante la cena del día anterior y cruzamos unas palabras.
Después vino otro palizón en tuk-tuk parando para hacer algunas fotos a las vías del tren y tras lo que se me antojó como una eternidad llegamos a la finca en la que se cultiva la pimienta. Fue una visita fascinante. De Kampot salen algunas de las mejores pimientas del mundo. Todavía no me puedo creer que de la misma planta se produzcan cinco tipos de pimienta. Yo creía hasta el día de hoy que la pimienta blanca y la pimienta negra vienen de plantas distintas pero no, es la misma planta y depende del momento de la recolección. Según la época del año en la que la recogen tienes pimienta blanca, negra, roja, verde o pimienta de pájaros, al parecer la más cara y que se produce cuando algunos pájaros se comen la pimienta, la digieren y la cagan. No creo que llegue jamás a probar esta última.
Armel me contó que los jemeres rojos estuvieron en esa zona hasta 1999 con un gobierno paralelo y la gente incluso para casarse tenía que ir a pedirles permiso y hacerles una ofrenda o ellos se vengaban matando a alguno de los contrayentes o a sus familiares. Los jemeres usaban la pimienta para conseguir armas chinas y cuando se tuvieron que rendir quemaron todas las plantaciones. De nuevo no hay palabras para describir a esos hijosdeputa de mierda, que se llenaban la boca con su ideología comunista y se dedicaron a matar millones de personas de su propio país y a eliminar cualquier posibilidad de progreso.
Después de salir de la finca fuimos a Kep, un villorrio que se está reconvirtiendo en zona turística y desde allí tomamos un bote para ir a la isla conejo (Koh Tonsay), un viaje que toma una media hora en cada sentido para llegar a ese lugar en el que viven 7 familias y en donde han instalado bungalós para los turistas, aunque tras tan fantástico nombre se esconden unas cabañas cochambrosas sin ventilador, aire acondicionado o baño, sin red mosquitera y que según Armel por la noche el que se queda las pasa canutas luchando contra esas bestias chupópteras que te atacarán sin misericordia. En el lado positivo, la noche vale 5 dólares. El lugar tiene una playa curiosa aunque para mi gusto no muy bonita porque el agua es turbia con ganas y uno nunca sabe si está al lado de un tiburón o alguno de los cangrejos de la zona te quiere apuntar un dedo.
Al regresar a tierra fuimos a la parte de Kep en la que está el mercado y Armel me indicó cual era el mejor restaurante de los existentes para una bacanal de cangrejos. Lo invité a almorzar y en la siguiente hora y media nos pusimos tibios a cangrejos, increíbles de sabor y con una carne deliciosa. Los míos estaban fritos con salsa de pimienta negra, con las ramas de pimienta de las mismas matas que visité por la mañana. Este ha sido uno de los mejores almuerzos de los últimos cinco años. Después nos quedamos de tertulia y al salir dimos un garbeo por Kep pero es que no hay mucho más que ver. Sobre las cinco regresábamos al hotel y nos despedíamos, aunque más tarde volví a encontrarme con el guía en el restaurante en donde les estaba contando a sus colegas lo que habíamos hecho. El tipo de turista que suele venir por aquí son mochileros que no están dispuestos a gastarse dinero y que ni de coña comen cangrejos.
Haciendo un inciso aprovecho y explico los tres tipos de turistas que hay por este país. Por un lado tenemos los que vienen en grupos, con todo pago y preparado, se quedan en hoteles fastuosos y los llevan en guaguas con aire acondicionado y super modernas a los sitios. Esos ven una fracción de lo que hay que ver y raramente se empapan de la cultura y el mundo camboyano. Después tenemos los mochileros, el grupo más numeroso, gente que viaja durante periodos más o menos largos de tiempo y con muy poco dinero. Van de país en país y su tema de conversación favorito es el precio de las cosas, donde conseguirlas más baratas, como ahorrar y cuales son los pubs con happy hour para poder beber más. Son gente que busca el sitio para comer que cuesta menos, se queda a dormir en la pensión más sandunguera y en lo único que parecen gastar dinero es en alcohol y cigarros. Hacen turismo (aunque no todos) y algunos parecen seguir una ruta de fiestas y saltan de una a otra. El tercer grupo son los mochileros de corta duración, generalmente gente con un buen trabajo en Europa, Estados Unidos o Australia que se puede en muchos casos permitir el tour organizado pero prefieren ir por su cuenta. Buscan lugares para quedarse más decente, hacen excursiones a todos lados y se gastan el dinero comiendo bien y descubriendo el país. En lugar de un cuarto por cinco dólares pagan 25 y tienen un sitio limpio y mucho más agradable. Al final tampoco es que esto sea tan caro, con un puñado de dólares (o de euros) por día te montas unas vacaciones de leyenda. Yo estoy en este último grupo. He comido auténticas delicias, mi criterio para buscar pensiones es elegir en el top 10 de Tripadvisor para el lugar al que voy y si es posible en el top 3 y para comer siempre busco los sitios en los que se puede comer buena comida típica de calidad y con garantías de no acabar con diarreas.
Y regresando al relato, por la tarde me quedé en la terraza de la pensión disfrutando de la buena temperatura y charlando con la gente y tras una cena copiosa y deliciosa me retiré para acostarme temprano ya que al día siguiente me esperaba una caminata de varias horas en la jungla para llegar a la cima de la montaña Bokor en el parque nacional de Bokor.
El relato continúa en Excursión al parque Nacional de Bokor
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Las torres Petronas desde la piscina
Un año después de haber visitado por primera vez Kuala Lumpur y habiendo regresado a la ciudad no hace más de dos semanas, comenzamos un paseo por la misma con una selección de imágenes de la capital de Malasia. En esta primera imagen tenemos la vista desde la piscina del Impiana KLCC Hotel & Spa en el que me quedé justo antes de regresar a los Países Bajos. Desde mi habitación la vista era similar solo que sin piscina.
Las torres Petronas son posiblemente el lugar más turístico de la ciudad desde que se construyeron en 1998 y hasta el 2004 fueron los edificios más altos del mundo. Aún hoy, son las torres gemelas más altas del mundo. Cuando andas a su alrededor no tienes la sensación de estar junto a una estructura monstruosamente grande. Quizás sea su diseño pero lo cierto es que no imponen demasiado.
En su base está el KLCC Suria, un centro comercial enorme al estilo occidental que siempre está abarrotado de gente. No se puede visitar las plantas superiores de las torres y solo se permite el acceso al puente que conecta ambos edificios, el cual es el más alto del mundo, situado entre las plantas 41 y 42. La visita es gratuita pero se dan un número muy limitado de pases por día (con hora asignada) y para conseguir uno hay que estar en las torres haciendo cola desde muy temprano (antes de las ocho de la mañana).
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El mega super regalo de Genín
Como prometí antes de irme de vacaciones, el comentarista más activo recibiría un gran premio y hoy se confirma totalmente que Genín ha sido el ganador por su constancia y tesón al comentar prácticamente todas las anotaciones, algo que no se puede decir de todos vosotros. Este año está resultando catastrófico a nivel de comentarios. Durante el mes de mayo hubo ciento cincuenta y cuatro y si quitáis la purriada de Genín, los que quedan son muy pocos.
Así pues, Genín se ha currado su regalo el cual está formado por un exclusivo kit que contiene una funda de botella de vino fastuosa con traje típico chino-comunista para impresionar a las visitas y que fue comprada en el mercado nocturno de Hong Kong. Le acompaña un abanico de papel con textos escritos en chino comprado en el barrio de Chinatown en la ciudad malaya de Melaka, toda una joya para refrescarse en los tórridos días de verano. Para la nevera o cualquier otro rincón metálico de su casa tiene un imán con un pequeño souvenir de la ciudad de Melaka. Por si Genín colecciona dinero hay un billete de 1 Ringitt malayo que viene a equivaler a 25 céntimos de euro y un billete de 1000 Riel de Camboya que también equivalen a 25 céntimos de euro y una moneda de 20 céntimos de Hong Kong que equivalen a 2 céntimos de euro. Finalmente hay un objeto que se me olvidó fotografiar pero que es el más especial de la colección: un rasca-oídos de diseño chino con el que ahorrar dinero en palitos para los oídos y que seguro que con el uso se va macerando y adquiriendo una tonalidad y un hedor a cera fantásticos. De esa pieza única de coleccionista he traído dos, una para el ganador y otra para mí.
Esta misma semana saldrán los regalos para su destino y espero que estén en las manos de Genín bien pronto. Yo empezaría inmediatamente otro concurso pero como todos sabemos quien va a ser el ganador, mejor lo dejamos estar.
Así que solo queda felicitar al ganador y que disfrute su gran premio.