Ayer veíamos uno de los extremos del puente de San Carlos y hoy tenemos el otro extremo. Visto desde lejos ya puse otra foto del Puente de San Carlos. El puente mide 516 metros y tiene dieciséis arcos y lo guardan tres torres defensivas en sus extremos, la que vimos ayer y las dos de la foto de hoy.
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Pobre Dolorsi ??
Esta semana tengo vacaciones y el martes no tuve que acudir a clases de neerlandés. La dinámica habitual de perpetrar una cena rápida para salir corriendo y llegar al colegio en el que estudio a tiempo cambió totalmente. Como era el único martes que tendré disponible hasta finales de abril, uno de mis amigos aprovechó para forzarme a ir a cenar al Cartouche, el lugar en el que se hacen las costillas más deliciosas del universo y uno de los pocos locales que se mencionan explícitamente en el libro de los moros de mierda como sitio de perdición y pasaje instantáneo al infierno ya que la carne que se pone en las mesas es de cerdo, bien ensangrentada y acompañada de alcohol, como debe ser. Casi me corro de puro gusto cuando llegué a las cinco de la tarde y al traspasar el umbral, respiré hondo y mis fosas nasales quedaron impregnadas con los olores tan peculiares que hay en el lugar y que desde hace más de año y medio excluye el hedor del humo y las cenizas de los cigarrillos. En este país quedaron prohibidos hace mucho tiempo y ni se acabó el mundo ni los bosmongolos que se quieren matar con esa droga dejaron su vicio. ?nicamente cambió que ahora ellos se maman su humo y a los demás no nos roza ni nos afecta. En el caso de mi oficina ahora han de ir a una pecera de cristal que está a veinte metros de la entrada al edificio y mojarse para llegar al único lugar en el que se les permite fumar. La mala leche de los de Recursos inHumanos es legendaria y cuando la encargaron seguro que insistieran para que la orientación de la cosa esa sea tal que ahora al llover se mojan porque el viento empuja el agua dentro de la pecera. Los no fumadores nos partimos la polla de risa mirando a los colegas sufrir en el lugar.
Volviendo al tema, llegué al café Cartouche a las cinco y unos sesenta segundos más tarde aparecía el amigo al que esperábamos. Nos tomamos unas cervezas antes de encargar la comida poniéndonos al día con los sucedidos en nuestras vidas desde que nos vimos por última vez un par de meses atrás. En la mesa de al lado un grupo de chochas despellejaba a conocidas y revelaba secretos de alcoba sobre el comportamiento y la pericia de los elegidos. En el café Cartouche me conocen ya tanto que aunque les hablo en holandés, ellos responden en inglés y se niegan a usar su idioma con la gente que va conmigo, aunque todos sean holandeses. Llevo una década yendo a ese local y supongo que ya me tienen por local.
Salimos sobre las nueve de la noche y por una casualidad del destino no tuve ni que esperar por el tren. Fue llegar a la estación y aparecer el vehículo que me debía transportar a Utrecht. Esa mañana había notado que mi bicicleta estaba algo pachucha. Se veía sobre todo al frenar. La rueda trasera daba unos saltos bruscos que no eran normales. Al llegar a la estación y salir con la bici la miré con atención y vi que el metal de la rueda se había rajado a la altura del lugar en el que actúan las zapatas de los frenos. No tenía buena pinta y decidí dejarla en uno de los aparcamientos para bicicletas del centro y no forzarla.
Alrededor de la estación de Utrecht hay unos cinco aparcamientos para bicicletas vigilados en los que tienen capacidad para unos cuantos miles. Uno de ellos además de vigilado es gratuito y en ese la dejé. La Dolorsi me vio marcharme con pena e incluso puso carita lastimera pero allí se quedó. Por la mañana tomé el autobús y la fui a recoger. Juntos andamos los cien metros escasos que me separaban del taller de bicis al que siempre la llevo. La miraron y me dijeron que me llamarían más tarde para darme más información. En el tren los que suelen ir con sus bicis me miraban extrañados porque sabían que en mis manos faltaba algo.
Al mediodía estaba de paseo con mi amigo el Moreno cuando me informaron que no habían conseguido una rueda similar, así que quedé en que la pasaría a buscar por la tarde y la llevaría a la tienda en la que la compré, ya que si hay alguien que puede conseguir una rueda de ese tipo son ellos.
Salí de la oficina un rato antes y cuando comenzaba a caminar hacia la estación un compañero se paró con su bici y se ofreció a llevarme de paquete. En la parte trasera de su bici lleva unas alforjas y eso complica un poco el proceso ya que a la dificultad de esperar a que el ciclista comience a coger velocidad para saltar y acoplarte se añade el evitar las mochilas y viajar despatarrado mientras procuras no caerte. Por supuesto lo logré sin más problemas. Ir en bicicleta forma parte de la programación básica que ya llevo en la sangre y si es necesario hasta me subo al volante y voy acuclillado en el mismo, algo que ya he hecho, borracho y además haciéndome una foto junto a mi amigo el Rubio.
Llegué a la estación con tiempo y estuve observando los flujos de los viajeros, como entran, miran los paneles, se mueven y parecen buscar la portadora que una vez localizada los lleva hacia el lugar en el que están más cómodos. También notas que las mujeres parecen llevar pegados a sus oídos los teléfonos, van todo el tiempo hablando o haciendo que lo hacen, que nunca se puede estar seguro.
Al llegar a Utrecht pasé a recoger mi bici y la llevé a la otra tienda en donde me dijeron que mañana me llamarán y me dirán lo que cuesta la reparación y el tiempo que tardarán en recibir la rueda para poder hacerla. La Dolorsi volverá a dormir fuera de casa por segundo día consecutivo y dudo mucho que regrese antes de la semana que viene.
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Puente de San Carlos – Karl?v most
Hace cuatro años vimos algunas fotos de Praga y a finales de septiembre del año pasado volví a visitar la ciudad acompañado de mis padres. Durante las próximas semanas volveremos a pasear por las calles de la capital de la República Checa y comenzamos con esta primera imagen del Karl?v most o Puente de San Carlos, uno de los símbolos más conocidos de la ciudad y un puente por el que cualquier visitante de la misma pasará en alguna ocasión durante su estancia. El puente lleva en ese lugar desde el siglo XIV y hoy en día es peatonal. Una parte del mismo estaba siendo restaurada.
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Bosmongolo, la.
(del neerlandés bosmongool, -golen)
1. adj. bosmongolo (? perteneciente a la élite de subhumanos con perfil en el caraculolibro, tuiterota o en el buss).
2. adj. Perteneciente o relativo a todos aquellos dosputocerolos que son tan estúpidos como para creer que los quinientos amigos que tienen en su caraculolibro, tuiterota o en el bus son reales. La experiencia demuestra que esos subhumanos en realidad no conocen a casi ninguno de esos contactos y definitivamente no hay un afecto personal, puro y desinteresado, compartido con otra persona, que nace y se fortalece con el trato, algo que sí sucede en la verdadera amistad.
3. adj. Que padece dosputocerolismo U. t. c. s.
4. m. En lenguaje hablado al referirnos a un bosmongolo se da por supuesto que se trata de una persona que dice estar al día en las últimas tendencias de ingeniería social y saber mucho de todo aunque en realidad no tiene ni puta idea de nada y no deja de ser uno más de los borregos manipulados para seguir las últimas modas de la sociedad de consumo.
5. coloq. pollaboba.