Aprovechando mi objetivo Gran Angular en mi paso por Kuala Lumpur de este año volví a visitar las Torres Petronas ya que me quedaba muy cerca. Hemos visto varias fotos de las mismas y como traca final veremos otras tres imágenes. Comenzamos por esta de la entrada a las torres Petronas. La imagen está tomada sobre las nueve de la mañana ya que no quise ir muy tarde para evitar el calor.
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Un regreso con problemas
Este relato comenzó en Un nuevo viaje a Gran Canaria
Siempre que llego al final de un viaje me entran unas ganas enormes por volver a casa y saltarme ese capítulo. Si la tecnología hubiese avanzado como nos prometían hace unas décadas, ahora nos teletransportaríamos en segundos de un lugar del mundo a otro sin más problemas. O eso o volaríamos en aviones que irían a velocidades superiores a la del sonido y estaríamos en nuestra casa en un rato largo. Ninguna de estas opciones es posible y seguimos usando el mismo medio de transporte que hace treinta años, igual de lento y ahora más incómodo.
El regreso comenzó con madrugón para llegar al aeropuerto temprano. Nuestro avión salía a las nueve y media pero queríamos estar allí antes para intentar conseguir asientos en las puertas de emergencia y así tener más espacio, algo que para mí no es necesario pero el Niño con sus cerca de dos metros va poco menos que embalado en los asientos normales. La misión fue todo un éxito y logramos apalancarnos en la fila más deseada del avión. Al pasar el control de seguridad pitaron mis zapatos (siempre sucede en España) y aproveché que estaban relajados y la del control de seguridad me enseñó que tienen una placa de metal en la suela. Los arcos de seguridad de España son distintos a los de otros países porque solo me pitan cuando paso por ahí. Como teníamos tiempo de sobra aprovechamos para desayunar y después nos apalancamos en un rincón a dormitar.
A la hora estipulada entramos al avión, el cual viajaba en primer lugar a la ciudad holandesa de Groningen (Groninga en español) y desde allí un vuelo de risa hasta Eindhoven, más al sur. El avión no se llenó del todo pero había bastante gente y muy pocos niños así que fue un vuelo tranquilo en el que pude echar una cabezadita y aprovechar para ver un par de series.
La pista de aterrizaje del aeropuerto de Groningen no es muy larga y la experiencia de tomar tierra es de esas que se recuerdan, con el piloto frenando como loco y la gente revolviéndose inquieta en sus asientos y sujetados por los cinturones de seguridad para ver como el avión se detiene a pocos metros de un bosque. En esta parada no nos permiten bajarnos del aparato y durante los tres cuartos de hora que dura lo único que se puede hacer es reírte de los fumadores (a los que no dejan salir y que después de cuatro horas muestran los mismos síntomas que cualquier drogadicto de mierda con su respectivo mono) y aprovechar que estamos en los Países Bajos para usar de nuevo la red 3G de nuestros respectivos operadores. En esta escala se bajaron unas treinta personas y subieron al avión cinco. También se produjo el cambio de tripulación y a la cabina entraron tres, algo raro porque lo normal es volar con dos. Cuando estábamos listos, cerraron las puertas y el piloto anunció que salíamos. Las azafatas hicieron una versión reducida del espectáculo de los cinturones y se ahorraron los chalecos salvavidas ya que no iríamos en ningún momento sobre el mar y el piloto volvió a confirmar que íbamos a despegar …. y no paso nada. Estuvimos diez minutos esperando sin que se oyera un ruido hasta que el hombre descubrió la llave de contacto o lo que quiera que tienen los aviones y arrancó los motores. Fue algo que nos dejó mosqueados. Después, nos dirijimos a la misma pista en la que habíamos aterrizado y pisó el freno con ganas para coger potencia y nos lanzamos en una carrera loca para no comernos el bosque en el despegue.
El vuelo desde Groningen a Eindhoven es de doscientos kilómetros y el avión no toma demasiada altura ni velocidad con lo que si no hubiese estado nublado podríamos haber visto el país desde el aire. Cuando comenzaron las maniobras de aterrizaje noté algo raro pero no dije nada. Yo he volado un montón de veces desde el aeropuerto de Eindhoven y es uno que conozco bien y me daba la impresión que algo iba mal. Íbamos bajando con los ruidos habituales, los flaps en las alas, las ruedas fuera y le comenté al Niño que el avión estaba demasiado alto y la pista estaba cerca así que tendríamos que descender bruscamente. Fue decirlo y vemos pasar la cabecera de pista por debajo de nosotros y seguimos como a veinte o treinta metros de altura. El piloto hizo un amago de bajar, cambió de opinión, aceleró los motores al máximo y ABORT? el aterrizaje. Son tres palabras nada más pero hay que vivirlo. El avión se empezó a menear, a hacer ruidos, la gente gritando, el equipaje en los compartimientos superiores que se daba golpes por el súbito cambio de rumbo y yo que vi el túnel ese que tiene un montón de luz al final y pensé que de esa no escapábamos. Por suerte no saltaron las mascarillas porque si no, más de uno se mea de miedo allí. Comenzamos a tomar altura, recogieron el tren de aterrizaje y nadie decía nada pero la cara blanca de las azafatas era información más que suficiente. Tuvimos que dar un rodeo larguísimo para volver a enfilar la pista y después el piloto se excusó diciendo que en la pista había un vehículo pero todos sabíamos que era mentira, que eso no fue lo que sucedió.
En el segundo intento de aterrizaje si hubiéramos sido católicos de verdad hubiésemos rezado pero como ni el Niño ni un servidor gustan de dejarse tocar por curillas de mierda y ambos hemos renegado de ese Dios tan pervertido hace mucho tiempo, cruzamos los dedos y nos leímos de nuevo las instrucciones por si había que abrir la puerta de emergencia que teníamos a nuestro lado. Este ha sido el aterrizaje más tenso de toda mi vida, con todo el avión sin fe ninguna en el piloto y con una tensión que se podía respirar (o quizás eran los gallumbos de más de unos marcados con la tensión tan grande que vivieron).
Según se abrieron las puertas salimos a escape y les deseamos suerte a los cinco que tenían que sobrevivir a otro vuelo con el mismo piloto (o con el mismo trío de pilotos) y corrimos a recoger nuestras maletas, las cuales tuvimos que esperar un gran rato porque en ese momento llegaron tres aviones de Ryanair y esa compañía tiene algún tipo de acuerdo con el aeropuerto para que les den preferencia y así poder salir por patas más rápidamente. Tomamos el autobús que nos llevó a la estación de tren de Eindhoven y allí un intercity hacia Utrecht y Amsterdam (para el Niño) y con este viaje que pudo dejar a la mejor bitácora sin premios en castellano sin su autor, así acabaron estas vacaciones.
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Vista del trasero de Murugan en las Cuevas Batu
Al bajar (o al subir) las escaleras para llegar a las Cuevas Batu hay una bonita vista bloqueada en gran parte por la masiva estatua de Murugan que está al pie de la escalera. En la explanada que está junto a la estatua hay varios templos hindúes y allí se celebra el festival Thaipusam, el cual atrae a millones de personas cada año y que lo convierte en un punto de peregrinación para los hindúes de todo el mundo. Parte de la ceremonia consta de unos devotos (sic!) que suben las escaleras sufriendo con un montón de anzuelos taladrando su piel.
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Rickshaw en Bussum
No hay que irse hasta Asia para hacerle una foto a un rickshaw. Juraría que el que podemos ver hoy solía estar aparcado en la puerta de un restaurante de comida Indonesia que había en Hilversum y que cerró hace años y ahora adorna la puerta de una tienda en Bussum. Se ve mucho más sencillo que los que he visto en Melaka o en otras ciudades asiáticas. El rickshaw parece tener un toldo plegable, definitivamente algo muy sofisticado para este tipo de bicicletas.
En el Álbum de fotos de bicicletas encontrarás un montón de bicis que he ido fotografiando a lo largo de los años