La elección de mis destinos vacaciones quizás ha estado regida de una manera inconsciente por la parte de mi cerebro que se encarga del sistema defensivo. De forma impulsiva me compré el billete para ir a Malasia y hasta el martes de la semana pasada creo que no he llegado a ser consciente de lo que se me venía encima. En estos siete días he hablado con un montón de gente, he intercambiado correos a destajo, me han aconsejado muchísimas personas y pillando de unos y de otros he ido montando el puzzle de lo que tendrá que ser y será.
Mis vacaciones en los Estados Unidos siempre han sido muy sencillas. Guía de viajes, billete y poco más. En la maleta, ropa vieja que quiero tirar. Por ejemplo, el año pasado cuando fui a Nueva York con mis padres llevaba unos zapatos que se deshacían de puro viejo para tirarlos allí y sustituirlos por unas botas Timberland. También llevaba una chaqueta que compré en el año 2000 y que la pobre estaba más quemada que el chichi de Pamela Anderson y que también se quedó allí. Después tenía dos calzoncillos para los cuatro primeros días aprovechando la regla del chimpún que dice que los calzoncillos se pueden usar del derecho y del revés y así se aprovechan mucho más. Estando allí los tiré y los sustituí por Calvin Kleines y otros de buena marca. Con las camisetas pasó lo mismo, llevé dos roñosas y volví con más de diez polos y camisetas del copón comprados a precio de saldo y un par de vaqueros nuevos. Es una forma de vacaciones muy sencillos que se puede resumir en Dios y la Mastercard proveerán. Lo de Malasia ha sido algo completamente nuevo.
Primero tuve que Vacunarme y después he ido adquiriendo una serie de productos para llevarme con los que nunca antes había tratado. Llevo una toballa pequeña de microfibra que cabe en nada, otra más grande de la misma microfibra que se secan antes de que tú acabes de secarte mismamente por si la llevo a la playa. Después tengo una especie de saco de dormir hecho de sábana cerrada por si las de los sitios en donde me quedo no están muy limpios y hay bichos, para los cuales tengo dos spray de DEET o N,N-Dietil-meta-toluamida, el repelente más habitual para los insectos, un bronceador, ORS, también conocido como Sales de Rehidratación Oral, otra cosa para bloquear la diarrea en caso de que aparezca, botitos pequeños para multiples tipos de pastillas, un botiquín de primeros auxilios, tres ponchos para la lluvia de usar y tirar, champús pequeños que complementaré con los que desvalije del hotel de cinco estrellas en el que me quedo, productos de higiene y calcetines especiales para mis botas Lowa Renegade que compré a mediados de Marzo. Ayer saqué del ático mi vieja mochila Altus y descubrí con horror que es una anticualla de más de veinte años, monstruosamente enorme y poco práctica así que hoy he corrido a un Decathlon y me he comprado una más pequeña con dos compartimentos separados, cremalleras que hacen que la puedas abrir por todos lados y bolsillos exteriores.Aún me falta por comprar una mosquitera con la que cubrir la cama y más o menos lo tendré todo.
Si mi madre ve la montaña de cosillas que me llevo en estas vacaciones la mato del disgusto, es casi como irse a la guerra.
Llegado a este punto, con la cuenta atrás ya corriendo sin freno, es un buen momento para agradecer a todos los que me han estado asesorando, compartiendo impresiones y encauzando mi rumbo cuando se desviaba. Particularmente Mr. Hyde y mi amigo el Rubio han tenido una paciencia infinita y no han dejado de responder a los millones de preguntas que les he hecho.
Los dados ya están en el tablero. Distorsiones está medio poblada con todas las cosas que irán apareciendo mientras yo disfrute de mis vacaciones y lo documente todo y algunos días espero rellenarlos con el relato del viaje.