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  • Cathédrale Notre-Dame de Paris

    6 de mayo de 2009
    Cathédrale Notre-Dame de Paris

    Cathédrale Notre-Dame de Paris, originally uploaded by sulaco_rm.

    La Catedral de Notre-Dame de París es posiblemente una de las más famosas del universo católico, aunque no por motivos religiosos. Es de estilo gótico y está en ese lugar desde el siglo XII. Le da gran parte del encanto a la ?le de la Cité y es un punto de visita obligatoria para cualquiera que vaya a la ciudad. El interior lo veremos mañana. Todos hemos visto alguna vez imágenes de sus gárgolas y películas en las que alguna parte de la acción transcurre en sus alrededores, por no hablar de Quasimodo, ese julay que vivía en su interior y que dicen que si le pasabas un billete de lotería por cierta parte, te tocaba seguro.

  • Primer día. Visitando las torres Petronas

    5 de mayo de 2009

    El relato de este viaje comenzó en Camino a Kuala Lumpur y Tienes un índice con todos los capítulos en Viaje a Malasia del 2009: Índice con toda la historia.

    Después de refrescarme en la piscina no me apetecía hacer mucho pero como las torres gemelas Petronas están a cinco minutos andando del hotel y desde la piscina las veía tan imponentes, decidí ir a hacerles fotos de noche. Me duché, me vestí, me cubrí del producto ese radioactivo que me protege de los mosquitos pero me mata envenenándome lentamente y bajé a la recepción a preguntar por el camino. Me lo explicaron y no parecía demasiado complicado. Salí por la parte trasera del hotel, crucé la calle, avancé unos doscientos metros por otra, volví a cruzar y después de andar un poco más estaba en la entrada del Suria KLCC, un enorme centro comercial entre las dos torres. Hice fotos desde ambos lados y cuando me aburrí eché un vistazo a las tiendas aunque la verdad que los precios no tienen gran diferencia con los que se pueden encontrar en los Países Bajos, al menos en las tiendas oficiales. El sitio estaba abarrotado de turistas y locales y en aquel sitio puedes encontrar desde un Zara o Mango hasta un Tiffany’s o una tienda de Gucci.

    Cuando me aburrí del paseo busqué algún antro para comer entre los múltiples restaurantes disponibles. Vi uno lleno de locales que ofrecía comida malaya de la que no tenía ni idea así que decidí probar. Aunque había un montón de gente esperando, el colega que asignaba mesa los ninguneó totalmente y me pasó y me ubicó en un sitio cerca de la cocina. Me dieron la carta y elegí una especie de menú con tres cosas de las que nunca había oído hablar y para beber pedí una lata de Coca Cola por aquello de mi aprensión al agua local, adquirida después de las historias de diarreas que me han contado todos mis amigos. Pasé del vaso con hielo y al poco me trajeron la comida. Cerca de mí habían dos tíos comiendo, con pinta de terroristas musulmanes y los cabroncillos hicieron un simpa. En un momento determinado, uno se levantó y fue como hacia el baño mientras el otro salía en dirección contraria diez segundos más tarde y usaron distintas puertas para marcharse. Para cuando los empleados se dieron cuenta ya era muy tarde y el que estaba de encargado les gritó todo lo que quiso y más.

    Por mi posición yo veía lo que hacían los camareros y alucinaba en colores con la higiene. Uno de ellos, cuando servía postres, cogía las cucharas mojadas de una bandeja de cubiertos y con los dedos pulgar e índice las secaba al pasar la cuchara entre ellos. Después la ponía en el plato y salía tan contento. Otro usaba el dedo para limpiar las latas aunque se le pasó una y se la devolvieron por sucia, así que le pasó el susodicho y la volvió a mandar a la mesa. Las bebidas que no eran de lata se aguaban por sistema y les añadían algún tipo de sirope para darles más sabor.

    Repetí una de las cosas que me pusieron y después me pedí un postre a boleo que resultó ser una especie de arroz con leche y algo más que no terminó de convencerme.

    Después de comer busqué la salida para volver a mi hotel peor con el cansancio y que ahora era de noche andaba un poco despistado así que pregunté a una de las chicas de información y esta me aconsejó que fuera en taxi porque la zona es muy insegura. El taxista me metió una clavada equivalente a cuatro euros por un viaje que debería haber sido más corto pero que él para justificar la pasta me dio un rodeo del copón. Al parecer lo de los taxis que se niegan a usar el cacharro para medir el trayecto y prefieren parasitar turistas es uno de los problemas de por aquí. Tampoco creo que nos importe demasiado, con lo que valen los viajes no hay más problemas.

    Al llegar al hotel, pensaba que tendría problemas en dormirme por la diferencia horaria pero caí muerto y me dormí prácticamente al instante. Supongo que el cansancio del viaje me pasó factura. Así pasaron mis primeras nueve horas en Malasia.

    Puedes seguir con la historia en Segundo día. Kuala Lumpur – 1

  • Hôtel de Ville

    5 de mayo de 2009
    Hôtel de Ville

    Hôtel de Ville, originally uploaded by sulaco_rm.

    El Ayuntamiento de París (creedme, yo también pensé que era un hotel cuando vi el nombre del edificio) está junto a uno de los puentes que conecta la ?le de la Cité, concretamente el Pont d’Arcole el cual también se puede ver en la foto. El edificio es espectacular, tiene pinta de haber costado una pasta gansa. Toda esa zona es muy agradable para pasear si se presta el día.

  • Camino a Kuala Lumpur

    4 de mayo de 2009

    Tienes un índice con todos los capítulos del relato de este viaje en Viaje a Malasia del 2009: Índice con toda la historia

    Abre los ojos, abre los ojos, abre los ojos ?? Me despierto e inicialmente no sé donde estoy hasta que por la molesta postura y por los ruidos recuerdo que estoy dentro de un avión de KLM con destino a Kuala Lumpur y que mi aventura comenzó unas horas antes ??

    El día de la Reina, el Koninginnedag, mientras la gente mercadeaba y se divertía sin saber que un hijo de puta iba a cometer un atentado en Apeldoorn, yo corría frenéticamente por toda mi casa. Desde bien temprano estaba un modo de actividad disparado. Primero terminando un par de las más de veinticinco anotaciones que he dejado preparadas para llenar espacios durante mis vacaciones, después buscando por todos lados las cosas que me iba a llevar. Mi lista habitual no valía de mucho así que me hice una nueva. A mediodía, mi habitación parecía un zoco, con dos mochilas abiertas y una miríada de objetos tirados por el suelo y sobre la cama. Poco a poco cada cosa fue ocupando su sitio y yo seguía revisando que los cuatro grupos en los que las había dividido estuvieran al completo: el primero de ropa, el segundo de electrónica, el tercero de medicinas y el cuarto de objetos de supervivencia vital. A las tres y media ya estaba más o menos contento y me dediqué a relajarme y dejar que mi cerebro recordara por si solo lo que me podía haber olvidado. Salí al jardín y me despedí del vecino y después de eso me duché, me vestí y alrededor de las cinco salí de mi casa.

    Pese a ser el día de la Reina, los autobuses funcionaban normalmente y llegué a la estación central de Utrecht sin más problemas. Desde allí tomé un tren al aeropuerto, servicio que tampoco estaba afectado por los eventos de ese día y sobre las seis de la tarde ya estaba usando una de las máquinas de KLM para sacar mi tarjeta de embarque. Cuando iba a facturar la mochila recordé que alguno de mis asesores me había dicho que la plastificara y me acerqué al mostrador de Seal&Go, en donde me vendieron una funda enorme en la que cabe la mochila y que puedo reutilizar y que va cerrada con candado. Flipé en colores cuando vi el peso en el mostrador de facturación: ocho kilos, creo que nunca había viajado tan ligero y al mismo tiempo con tantas cosas.

    Visité el Burger King para una última comida en el primer mundo y después crucé los controles de seguridad y fui a la zona de comunicaciones del aeropuerto para matar la hora y pico que faltaba. Antes de entrar en el avión hablé con el Rubio y con Waiting y me acerqué a un baño para echar la última jiñada, esa que va incluída en los CUARENTA euros de tasa de aeropuerto y como siempre, dejé el retrete hecho un Cristo.

    Entramos al avión como ganado y me senté en el lugar que había elegido, el asiento 17G, pasillo, que a mí en un vuelo de tantas horas me gusta levantarme y no quiero molestar a la gente que se encuentra a mi lado. Llevaba a una pareja que iban hacia Jakarta, lugar al que continuaba el avión después de parar en Kuala Lumpur. Salimos en hora y el piloto nos dijo que tardaríamos unas doce horas en llegar. Volví a lamentarme porque en los últimos treinta años de aviación comercial no ha habido una puta mejora, nos robaron los aviones supersónicos y tampoco se han currado lo de las cápsulas para-comáticos, que yo prefiero que en lugar de mariquitas y putorras llamados azafatas/os pongan anestesistas y nos pasen a todos a una situación de coma inducido durante las horas que dura el vuelo y así no enterarme. Estoy seguro que de esa forma podrían llevar más gente.

    Después de despegar nos dieron un aperitivo y después servían una cena. Con la misma me tomé cuatro pastillas de Melatonine para inducir el coma onírico y mientras hacían efecto aproveché para ver una de las veintipico películas que podía elegir en mi micro-pantalla. Después de la película me jamacullé y me fui despertando a intervalos regulares. En uno aproveché para ir al baño y asaltar las botellas de agua, en otro la azafata pasaba dando helados y en un tercero zumo de naranja. Creo que llegué a dormir unas seis horas, casi la mitad del vuelo, lo cual no está nada mal. Al despertarme me puse a ver una película que era la continuación de Underworld, una movida de lobos y creo que vampiros. Era tan mala que me volví a dormir y me despertaba de rato en rato. La cosa parece ser que iba del disgusto de un padre porque la puta de su hija follaba con un lobezno y él quería algo mejor para ella y así poder ponerla en portada de la revista Hola, pero la hija no cedía porque solo quería follar con tíos de pelo en pecho y huevos. Total, que después de eso enganché una tercera película que coincidió con el desayuno, el relleno de formularios y demás. La comida en el avión fue IM-presionante, todo de calidad y con cubiertos de verdad, de los de metal.

    Al tomar tierra nos informaron que pasaríamos un control médico adicional por culpa de la gripe de los mexicanos. A la salida del avión teníamos un montón de malayos con mascarillas en plan película de terror que querían que llenáramos unos formularios en los que si respondías sí a algo, podía suponer el fin de tus días. Después, una tía me metió una cosa en la oreja y le gritó algo a otra. Le pregunté y me dijo que tenía 37.1 grados, que era normal. Me dieron un papel con instrucciones para avisar al gobierno si tengo síntomas de gripe y al salir busqué un cajero y un baño, por ese orden. El aeropuerto es enorme y espectacular. En realidad son dos aeropuertos dentro de uno y con el circuito de formula UNO en su interior. En el cajero había una pareja de italianos. Justo antes de llegar yo apareció una malaya musulmana y se puso a menos de cinco centímetros de los italianos, casi echándoles el aliento encima. Le pidieron que se alejara un poco pero ella como que pasaba así que el tío le bloqueó la vista mientras la tía sacaba dinero. Después le tocó el turno a la supuesta terrorista musulmana y yo guardé las distancias aunque le vi un saldo de 4000 RM en su cuenta. Llegado mi turno saqué guita y bien cerca encontré el baño. Los primeros cagaderos eran como las letrinas del camping de abajo en Tauro, de esos que te acuclillas y rezas para que el trusco no salpique y con un chorro al lado que supongo se usa para lavarte los bajos cuando haz completado el servicio. Más adelante habían retretes normales y usé uno de esos. Al lavarme las manos me entró cosa porque recordaba que aquí con el agua nosotros los europeos nos podemos morir pero me arriesgué.

    Tuve que coger un tren para ir desde la terminal en la que llegué a la principal y allí pasé por el control de inmigración, nada que ver con el de los Estados Unidos, todo como de risa. Después recogí mi maleta, que estaba bien cerrada y me acerqué a los de aduanas, que me ningunearon completamente. Antes de salir a la zona INsegura compré el ticket para un taxi y fuera me acosaban los taxistas ilegales que supuestamente cometen un delito y aunque allí vi al menos dieciseis policías (contados con mis ojitos), parecen ser invisibles porque ellos no los veían. En la zona de taxistas legales me asignaron uno que cargó mis mochilas en el portabultos y me abrió la puerta. Al principio es un poco un shock ya que los coches circulan como en el Reino Unido, por el lado equivocado, pero después de un rato te acostumbras y me asustaba más pensar que en cada semáforo el taxista se quedaba dormido y lo despertaban las pitas de los de atrás. También aluciné cuando en un momento determinado, se echó un eructo de premio. Ni mi amigo el Rubio ha conseguido jamás uno tan fuerte y mira que él es experto. Yo que llevaba esa bombona de aire macerado en las entrañas me emocioné pensando que si el taxista se tiraba un peo (pedo en otras latitudes) yo le respondía con cinco segundos largos de aire transcontinental y lo dejo callado por toda la semana pero no hubo suerte y me lo tuve que aguantar.

    Al llegar al hotel, pasé por recepción, relleno de papeles y demás y finalmente a la habitación. Lo largué todo, comprobé que por alguna razón mi ordenador no se puede conectar a la WiFi del hotel y visto lo visto, me fui a la piscina a refrescarme. Así transcurrió el viaje en el que salí a las 17.00 de la ciudad de Utrecht y llegué a las 17.00 del día siguiente a mi habitación en el Crowne Plaza Mutiara de Kuala Lumpur.

    El relato del viaje continúa en Primer día. Visitando las torres Petronas

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