Al caminar en las ruinas de las Termas de Caracalla uno se siente como si estuviera en un gran templo por las proporciones monumentales del recinto. Estamos hablando de un lugar construido hace veinte siglos y que aún perdura, un templo para el cuerpo.
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Zaragoza es Caesaraugusta
Llegar hasta aquí no fue fácil y la historia de este viaje comenzó en Un exótico viaje de Holanda a Zaragoza
Al llegar a Zaragoza nos echamos inmediatamente a la calle. Siempre es bueno perderse en los primeros minutos porque así aprendes a orientarte en ese lugar desconocido más rápidamente. Teníamos los mapas que nos habían dado en la oficina de turismo de la estación de Zaragoza y con eso teníamos claro hacia donde se tenía que caminar para tropezar con el río Ebro. En los dos días posteriores intentamos encontrar la calle que usamos pero sin suerte. En ella había una tienda con un cartel muy chulo al que queríamos hacerle una foto pero no fue posible. Llegamos al puente de Piedra y desde allí miramos hacia la Basílica de Nuestra Señora del Pilar, la cual tenía una de sus torres envuelta en un andamio. A la vera del río trabajaban a destajo para construir un embarcadero que se usará en la exposición que se celebra en la ciudad en menos de un mes. Yo no soy muy bueno en esto de calcular la finalización de obras, pero si consiguen hacer esa en los veintipico días que les quedan, será un milagro que le pueden atribuir a la Virgen que vive al lado. Retrocedimos y entramos en la plaza del Pilar y lo primero que te llama la atención es que la Basílica está cubierta por andamios y salvo por una torre, todo lo demás no es visible. Desde la parte del río parecía que solo era una torre pero nos equivocamos, era casi todo. Conviene comentar que en esta primera salida no teníamos las cámaras de fotos con nosotros. Entramos en una cafetería en la calle de Alfonso I y nos merendamos un chocolate con churros (o quizás debería decir porras, aunque para mí, tanto los unos como las otras reciben el mismo nombre). Después nos encontramos con nuestro otro amigo, aunque antes vimos una exposición en el Palacio Condes de Sástago de algo relacionado con toros y ya con el trío al completo fuimos a realizar una visita de inspección y particularmente a avituallarnos en la oficina de Turismo que hay en la plaza del Pilar. Esa noche cenamos en un callejón lleno de bares de tapas y nos retiramos temprano porque estábamos agotados.
La mañana siguiente, después de desayunar nos pusimos en ruta. Salimos en dirección hacia la Basílica del Pilar, la cual se puede visitar gratuitamente. Es enorme aunque por dentro luce algo ajada. Necesita una buena remozada y algo de luz que le de vidilla. La planta cuadrada tampoco ayuda mucho y le quita algo de la espectacularidad que tienen otras basílicas que he visto. Comentar que esta no es la catedral de la ciudad. Tocamos el Pilar y vimos a la Virgen que está sobre el mismo y me sorprendió lo pequeña que es. Me la imaginaba imponente y a juego con la basílica y es prácticamente de tamaño souvenir. En el exterior, en la plaza del Pilar, el lugar estaba tomado por bodas civiles que se hacían las fotos allí. Un montón de ellas y todas parecían tener en común que los contrayentes estaban en su segunda o tercera boda o eso o la gente se está casando ya cerca de la cincuentena. Como siempre, en algunas de las bodas los trajes y accesorios de los acompañantes eran de juzgado de guardia.
Nos acercamos a ver las Murallas Romanas de la ciudad, la cual estaban restaurando y el Torreón de la Zuda, el cual hospeda una oficina turística en su interior y al que se puede subir gratuitamente para ver la basílica y alrededores desde sus cinco pisos de altura. Es del siglo XV de estilo Mudéjar. Vimos también el Mercado Central, con un edificio de planta muy similar al Mercado del Puerto en Las Palmas, solo que más alargado e intentamos entrar en la Iglesia de Santa Isabel pero estaba cerrada, así que retrocedimos hacia la plaza del Pilar, le hicimos unas fotos a la Lonja, la cual estaba cerrada y nos acercamos al museo del Foro de Caesaraugusta pero ese viernes estaba cerrado por mantenimiento. Lo dejamos en la lista de cosas pendientes y entramos en la Catedral de San Salvador, más conocida como la Seo. La entrada cuesta dos euros y medio y no te dejan hacer fotos en su interior. Esto es algo que me toca tremendamente los huevos. No había ninguna razón para que no permitan hacer fotos sin flash allí dentro. Está bien iluminada, bien restaurada y posiblemente habrían salido unas fotos increíbles. En su lugar, solo diré que para la próxima vez que vaya me ahorro el dinero y me lo gasto en las mismas putas que el cura que andaba leyendo periódicos gratuitos en su interior. La Seo tiene también un museo de tapices al que hay que pagar otros dos euros para entrar y optamos por pasar. He hecho fotos en la basílica de San Pedro, en TODAS las basílicas que hay en Roma y en prácticamente todas las catedrales que he visitado a lo largo y ancho de Europa. Imagino que los que rigen la Seo siguen anclados en la Edad Media y no han oído hablar de la fotografía digital.
Con el mal sabor de boca que nos dejó la avaricia y desidia de los curas, nos acercamos al Museo del Puerto Fluvial de Caesaraugusta y compramos la entrada combinada para ver los cuatro museos romanos por seis euros. El sitio es increíble, una auténtica pasada, con restos del siglo I y II después de Cristo. Además de la espectacularidad de las ruinas, hay una proyección audiovisual bastante efectiva. Desde allí salimos en dirección hacia el Teatro de Caesaraugusta, en donde tras ver otra proyección lo recorrimos con calma. Resulta increíble como descubrieron el teatro por casualidad en los setenta y como se ha podido desenterrar. Aún más increíble es el buen estado de las ruinas que encontraron. La visita nos lleva casi veinte siglos hacia atrás en la historia. Muy cerquita está el Museo de las Termas Públicas y allí nos dirigimos. Este decepciona un poco, pero aún así bien vale una visita.
Cambiamos de tercio y entramos en el Museo Ibercaja Camón Aznar, el cual es gratuito y acaba de reabrir tras una reforma. El edificio, fantástico, la colección, gloriosa, con un montón de grabados de Francisco Goya y algunos cuadros. Absolutamente recomendada su visita. Nuestras entradas fueron las número 4019 y 4020 de esta nueva era.
Al acabar la visita nos sentamos en una cafetería a tomarnos algo y descansar un poco y después nos fuimos a almorzar antes de seguir la ruta. Caminamos en dirección hacia la Plaza de Toros de la Misericordia y después de las fotos de rigor seguimos hacia el Palacio de la Aljafería, el cual solo abre por la tarde los viernes. La entrada vale tres euros y elegimos la visita guiada. Nos tocó una guía malísima, una tipa que te quita las ganas de ver el lugar. Tratamos de ignorar lo que decía y nos centramos en admirar un edificio fantástico, una sucesión de palacios entre unas murallas bien gruesas para protegerlo y que es Patrimonio de la Humanidad y referente del arte mudéjar de Aragón. Primero caminamos por el Palacio islámico y desde allí subimos al Palacio cristiano medieval y a la parte superior de la Torre del Trovador, la parte más antigua de este conjunto y que data del siglo IX. Después pasamos por el Palacio de los Reyes Católicos con su espléndido salón del trono y su estilo mudéjar. Terminamos la visita visitando las Cortes de Aragón en donde han reemplazado el símbolo de la comunidad por una escultura de Pablo Serrano llamada Lugar de Encuentros porque al parecer, los terroristas musulmanes se sienten ofendidos con una bandera en la que aparecen las cabezas de cuatro morangos para recordarnos a todos lo mucho que nos costó echarlos de España en el pasado. Ya sabéis que la historia tiende a repetirse, así que tarde o temprano tendremos que empezar a añadir cabezas en nuestras banderas con los que tendremos que echar. Sigo sin entender por qué nosotros debemos ser políticamente correctos y ellos tienen una política de tolerancia cero con todo lo nuestro en sus países.
Nos perdimos por las calles del lugar y al final encontramos la Pasarela del Voluntariado, la cual cruzamos para pasear por el nuevo parque que hay al otro lado y así ver la ciudad desde ese lado. Volvimos a cruzar el río Ebro por el Puente de Santiago y allí concluimos más o menos la visita a la ciudad. Esa noche, a las diez, fuimos de nuevo al Teatro de Caesaraugusta para ver un espectáculo nocturno que está incluido en el precio de la entrada conjunta y que está muy conseguido. Después nos fuimos a cenar y nos recogimos temprano ya que para el sábado teníamos planeada una sesión intensiva y comenzábamos a primera hora.
El relato del viaje continúa en El castillo de Loarre, Monasterio de San Juan de la Peña y Jaca
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El Vaticano desde el castillo de Sant’Angelo
Nos vamos despidiendo de la ciudad de Roma y miramos por última vez hacia la Basílica de San Pedro y el Vaticano. Lo hacemos desde lo alto del Castillo de Sant’Angelo. Cada uno de los visitantes a la ciudad de Roma descubre algo que lo engancha y lo ata de por vida a la misma. Pueden ser sus estrechas calles, la majestuosidad de las basílicas, el silencio en las viejas ruinas romanas o esa peculiar distribución sobre colinas. En mi caso son los tejados y la proliferación de cúpulas allá a donde mires.
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Un exótico viaje de Holanda a Zaragoza
Siempre he preferido los viajes lo más directos posibles, más que nada porque a mayor número de transportes, mayor probabilidad de tener problemas. De la teoría a la práctica siempre hay diferencias y prefiero ajustar todo lo que puedo para reducir estas. Sin embargo, en mi viaje a Zaragoza no ha sido posible. Aunque es una gran ciudad, en lo que respecta al transporte aéreo llevan un retraso de una década y son muy escasas las opciones que uno tiene para llegar allí. Estamos hablando de la ciudad que albergará la Exposición Internacional 2008. La combinación que conseguí fue yendo vía Madrid.
Salí a las seis de la mañana desde mi casa para coger el autobús. Ya había amanecido y el sol lucía espléndido. Había gente en la calle paseando a sus perros y haciendo deportes. A la hora precisa apareció la guagua y comenzó el viaje. En la estación de Utrecht compré un billete para ir hasta Eindhoven en tren y bajé al andén para esperar el tren, el cual llegaba diez minutos más tarde. La siguiente hora la pasé dormitando en el tren, jugando a los jueguillos que tengo en mi teléfono móvil y escuchando música. A esas horas los trenes ya van llenos con gente que empieza a trabajar temprano. Y por supuesto estábamos la banda que viajaba desde el aeropuerto de Eindhoven, un grupo fácilmente distinguible por los trolleys y bolsas que cargábamos. En la estación de Eindhoven salí a la parada de guaguas y me subí en la que va al aeropuerto. Se petó completamente, un lleno legendario. Además de la multitud hay que contar el equipaje y os haréis una idea de lo que parecía aquello. La gente que se bajaba en las paradas anteriores al aeropuerto lo tenía bien crudo porque las salidas estaban bloqueadas con maletas y similares. Tras unos veinte minutos entramos en el aeropuerto y se produjo la desbandada. Los que tenían que facturar corrían como posesos para adelantarse al resto y yo me pasé por el baño a recuperar el dinero pagado en tasas dejando una gran jiñada, algo habitual y que recomiendo a los viajeros para que en los aeropuertos se gasten algo de dinero.
En esta ocasión volaba con Ryanair y gracias a que llevaba mi tarjeta de embarque impresa desde casa y no facturaba equipaje estaba en el grupo de los elegidos, esos que pueden correr hacia el avión con ventaja para conseguir los mejores sitios. A la hora de pasar el control de tarjetas de embarque y pasaporte se juntaron dos vuelos en la misma puerta y para cuando lo solucionaron yo estaba el primero en la fila. Pasé y me di el lujo de entrar en el avión y elegir el sitio que se me antojó. El sistema de Ryanair funciona como un reloj, la gente entra rápidamente y en menos que canta un gallo estamos listos para el despegue, el cual sucedió antes de tiempo. En el aire cruzamos los despejados cielos del centro y norte de Europa y al llegar a Madrid lloviznaba y hacía frío. Debería ser al revés, uno no sale de Holanda con veintipico grados para llegar a España con diecisiete pero así sucedió. Desde el aeropuerto cogí el metro para ir a Delicias, máxima dificultad con dos cambios de línea entre medias. En el metro huele mal, como a sudor macerado durante décadas. En una de las estaciones en las que hice transbordo los agentes de seguridad se llevaban a una delincuente que chillaba como una bellaca. Algún turista hizo fotos, encantado por esa postal tan typical Spanish. Al salir a la calle en Delicias llovía y fui escopeteado a reunirme con M. Era la una de la tarde. Teníamos tres horas hasta la salida de nuestro AVE a Zaragoza así que aprovechamos para almorzar en Madrid y después subimos andando hasta la estación de Atocha. Teníamos asientos separados en el tren y preguntamos a una empleada para averiguar como cambiarlos y sentarnos juntos pero no saben o no contestan. Después de varios infructuosos intentos nos dimos por vencidos y nos dirigimos a la sala de espera. Hubo suerte y el tren no iba lleno y además no hacía escalas en ningún otro lugar y una vez cerraron las puertas y arrancamos nos sentamos juntos.
En la siguiente hora y media cabalgamos a lomos de un AVE con cabeza de pato el cual nos dejó en la estación de Zaragoza a la hora esperada. Al salir de la estación fue como saltar de un universo increíble y maravilloso a las calles de una ciudad en guerra ya que estábamos rodeados de grúas, martillos neumáticos, camiones de obras y un ruido ensordecedor. En la improvisada parada de autobús esperamos el que nos tenía que llevar al centro. Sorprender el ver como los trabajadores no respetan las medidas de seguridad que están para protegerlos y protegernos. Allí el único con casco era el conductor de un tractor que iba además dentro de la cabina, bien seguro. Las vallas estaban mal puestas y la señalización brillaba por su ausencia.
Tras esperar unos diez minutos llegó la guagua, nos subimos y después de un para y arranca que duró cerca de media hora y que estaba amenizado por un atasco de tráfico llegamos a la zona en la que estaba nuestro hotel, en la calle de San Miguel, pleno centro de la ciudad. Así comenzaron estas vacaciones en Zaragoza.
Si quieres leer el relato del viaje, la historia continúa en Zaragoza es Caesaraugusta