En este mundo en el que nos ha tocado vivir, lo relativo lo domina todo y hoy podemos estar arengando a la plebe con infamias y soliviantando al populacho y mañana nos tragamos nuestro orgullo y debemos asumir que aquello que dijimos no fue y ni siquiera con toda la maquinaria de la corrupción y del dinero a nuestro favor se ha podido lograr. Es tanto lo relativo que quizás nuestra vida no sería posible sin usarlo, sin sentirlo, sin vivirlo y por eso una vez has digerido los engranajes básicos del idioma que se escupe y se gargarea lo siguiente es cruzar la línea y entrar en los pantanos relativistas. No quiero que penséis que estamos hablando de algo tan relativo como puede ser decir aquí meter, allí coger, allá follar y más allá chingar. No. No es eso. Esto es más parecido a esa sutil percepción que precede a esos a los que se la han metido doblada en el instante mismo en el que lo descubren y han de asumir que no hay cura para algo así.
El idioma español es bastante sencillo al respecto e incluso esos totorotas que escriben en código esemes entienden que aquello es eso de lo que hablamos y allá es el lugar en el que jiñamos por primera vez, porque uno recuerda siempre esa primera cagada como ser consciente y pensante y se enorgullece de la misma (o lo oculta miserablemente). No existe una regla que conjunte nuestro sobrio y elegante relativo con el complejo neerlandés. De hecho no sé en qué coño estaban pensando los padres del idioma cuando se curraron el capítulo del relativo porque es tan sutilmente complejo que me resulta casi imposible de comprender.
Nosotros lo solucionamos casi todo con la partícula que, la cual obra maravillas y refiere a objetos, personas, animales, tiempo, espacio y demás. Por supuesto que tenemos alternativas para evitar la redundancia y que los pedantes y zarrapastrosos como el que esto escribe deslumbren a las hordas de bestias incultas y aborregadas que los siguen pero si queremos podemos sobrevivir con nuestro relativo llevado al mínimo más absoluto y prácticamente nadie notará nuestras carencias.
En el neerlandés tenemos el die y el dat para crear frases subordinabas que se refieren a algo que ya hemos nombrado, los cuales vienen a ser como nuestro que solo que usamos uno u otro según el artículo que se use en la palabra a la que se refieren y esos artículos solo se pueden aprender de corazón ya que no hay regla que valga. Para complicarlo aún más aparecen los verbos con preposición y entonces allí en donde teníamos uno de ellos se transforman por obra y gracia del Dios del queso en waar y la preposición o se une con esta partícula o se enfada con ella y se traslada al final de la frase convirtiéndola en un galimatías más propio del idioma de mi amigo el Chino ya que uno tendría que decir algo como la chocha la que follaste con, está más trillada que la Veneno o quizás algo incluso peor, puesto que la veneno ni es una chocha ni tiene chocho. Como aún podría haber alguien capaz de comprender la regla decidieron que donde dije waar, digo wie si me refiero a julays y cuando la preposición es con, la cual viene a ser en neerlandés met, se transforma sin que sirva de precedentes en mee, que no sé que coño significa pero que definitivamente es otra cosa. Por descontado, uno también puede referirse a objetos con el hem, el het y el ze, en plan íntimo y familiar y sin un verbo que los sustente y si me apuras y metes otra preposición entonces te suelto un er o un daar y me quedo tan ancho. Con estos dos últimos se altera el orden de la frase y por tanto el producto y llegamos a una encrucijada en la que un pobre inculto como yo no sabe si está cagando, se está cagando en, lo están cagando o se va pa’l coño bien cubierto de mierda.
Llevo dos semanas tratando de dilucidar este oscuro galimatías sin esperanza alguna de éxito y me temo que me tomarán por turco hasta el fin de mis días ya que mi condena será la de usar frases simples y olvidarme de lo relativo