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  • Segundo día – Florencia es una ciudad muy especial

    4 de octubre de 2007

    Ya conocéis la mecánica. El relato de este viaje comienza en Otra vez metido en un avión y al final de cada anotación tendréis un enlace a la siguiente.

    El sábado teníamos pensado pasarlo en Florencia y para aprovechar al máximo el día madrugamos para salir hacia la ciudad antes de las nueve de la mañana. Paramos a desayunar en una dulcería junto al restaurante en el que habíamos cenado la noche anterior. Lo que más me llamó la atención fue un folclórico que estaba tomando un café con leche y atiborrándose a dulces vestido en plan terrorista musulmán y quizás por las legañas o por mi creciente desprecio hacia la organización no me di cuenta que era un monje de algún tipo y practicaba sin pudor alguno el pecado de la gula. En la dulcería también había muchas de esas adorables ancianas con barba y bigote que parecen formar parte del paisaje rural tanto en España como en Italia. Espero que en generaciones futuras cale el mensaje de Gillette y uno no tenga que comer mirando esas barbas mal cuidadas.

    El GPS estaba de buenas y nos llevó sin problemas hasta la ciudad, en donde teníamos un aparcamiento reservado cerca del centro. Desde allí caminamos hasta la Piazzale Michelangelo o Plaza de Miguel Ángel, situada en lo alto de una colina con una vista espléndida de la ciudad y de las murallas que la rodeaban. El río Arno quedaba a nuestros pies y en Septiembre está casi seco. Después de las fotos de rigor desde allá arriba continuamos el paseo y fuimos hasta el palacio Pitti. Unos turistas nos preguntaron si sabíamos donde estaba uno de los lugares a visitar y la colega que venía con nosotros los mandó en dirección opuesta. Seguro que se lo siguen agradeciendo.

    Retrocedimos sobre nuestros pasos y cruzamos el Ponte Vecchio o Puente Viejo y seguro que lo habéis visto alguna vez en fotos. Es un puente lleno de edificios que cruza el río Arno. En la actualidad hay joyeros pero cuando se creó en realidad estaba lleno de carniceros que mataban y procesaban a los animales allí tirando los restos al río. El puente es todo un espectáculo, siempre lleno de gente y altamente fotogénico. Una vez lo has cruzado estás en el centro histórico de la ciudad, mayormente peatonal y en el que todo está bastante cerca. Con tanta iglesia y palacio mi limitado cerebro no recuerda todos los nombres pero entre otros sé que estuvimos en la Basilica di S. Lorenzo y finalmente llegamos a la plaza del Palazzo Vecchio donde está la réplica del David de Miguel Ángel, exactamente en el mismo sitio en el que se encontraba el original. Una de las cosas que me gustan de Italia es que el arte está en la calle para que la gente lo vea, hay unas esculturas fantásticas por todos lados, las fuentes son de ensueño e incluso los edificios se hacían con gran mimo. el Palazzo Vecchio te deja sin palabras, es sencillamente brutal. Estuvimos tentados de montarnos en una calesa (o tartana que nunca las he logrado distinguir) pero cincuenta euros por media hora se nos antojó un precio abusivo. Cuando te topas con estos precios siempre te preguntas como es posible que la gente espera que tú les arregles el ordenador gratis y pierdas horas solventando sus problemas sin recibir nada a cambio y después hay un tipo que no sabe ni leer ni escribir y te la mete sin doblar por darte una vuelta por una ciudad. Definitivamente creo que perdí el tiempo en la Universidad.

    Nuestro paseo continuó hacia el Duomo di Firenze o Santa Maria del Fiore, la catedral de la ciudad y una maravilla con una cúpula que parece sostenerse en el aire por puro milagro. Junto a la nave de la catedral está el Baptisterio y el Campanario (campanile) y queríamos entrar en todos. Fuimos hacia el Campanario y nos encontramos la puerta cerrada y un cartel anunciando que cierran un par de veces al año y el 8 de Septiembre es una de ellas por culpa de algún tipo de celebración. Cundió el desánimo porque estar en Florencia y no subir allí es una lástima pero puesto que a cambio nos indicaban que se podía subir a la terraza de la Catedral, la cual está abierta únicamente ese día cada año, pues cruzamos los dedos y nos pusimos en la cola. Tras cerca de cuarenta minutos logramos subir y la terraza es la forma en la que definen una barandilla minúscula que está en lo alto de la Catedral y por la que la puedes recorrer de lado a lado pasando junto al reloj de la fachada. Si tienes vértigo es un paseo terrorífico pero si no realmente fuimos afortunados por poder subir allí y ver las cosas desde ese mirador tan especial. Cuando bajamos aprovechamos para ver la Catedral por dentro y desde allí nos fuimos a comer a un restaurante cercano que fue un poco desastroso. El camarero era de Albania y el tipo encajaba perfectamente en la definición de terrorista. Se emputó porque en una mesa la gente se fue después de esperar media hora a que les trajeran el plato principal tras haber comido los entrantes y él mismo nos dijo que si tiene una granada, los mata allí mismo como se hace en su país. La comida fue bastante floja y desde allí fuimos a la Accademia en donde por diez euros puedes admirar una de las obras más hermosas hechas por el hombre a lo largo de su historia. Se trata del David de Miguel Ángel, del original y no hay prácticamente más nada en ese museo pero no les hace falta porque el David reluce como un sol tras la restauración de hace unos años. Estuvimos un rato haciéndole compañía y después seguimos paseando por la ciudad, por el mercado, las distintas iglesias y dejándonos llevar por la belleza del lugar.

    Al atardecer estuvimos haciendo fotos en la zona del Ponte Vecchio y para cenar fuimos al il Latini, una elección de Waiting acertadísima. En el restaurante nos atiborraron hasta tal extremo que sin que sirva de precendente tuve que visitar los baños y plantar unas semillitas. La comida fue de esas que recuerdas toda tu vida, con un montón de entrantes, un primero de pasta que estaba delicioso, un plato principal de carne con el que me reventé y un postre que casi me hace llorar. Todo esto acompañado de múltiples chupitos y con el dueño del lugar viniendo mesa a mesa para preguntar si todo va bien y encargándose él mismo de la cuenta. Si vas a Florencia y quieres probar la Cucina Toscana no te puedes perder este lugar. Calcula unos cuarenta euros por cabeza, lo cual es una ganga en base a la cantidad y calidad de la comida que sirven.

    Después de cenar salimos del lugar a cuatro patas, pesados como elefantes y nos arrastramos por las calles de la ciudad de vuelta hacia el coche, cruzando de nuevo el Ponte Vecchio que estaba lleno de artistas callejeros y turistas. De alguna forma volvimos a la casa que teníamos alquilada cerca de la medianoche, totalmente rendidos y con la perspectiva de tener que madrugar de nuevo al día siguiente para poder aprovecharlo.

    Si quieres continuar leyendo el relato de este viaje, sigue el enlace a Tercer día – Campanile di Giotto y San Gimignano

    Florencia, viajes
  • Thomas Jefferson Memorial

    4 de octubre de 2007
    Jefferson Memorial

    Jefferson Memorial, originally uploaded by sulaco_rm.

    Ya dije en su momento que el Thomas Jefferson Memorial es mi favorito y sin embargo no es muy popular entre los turistas. Diez minutos antes de ir a ver el Lincoln Memorial estuve allí y fue una pequeña aventura. Mi primo me dejó en la zona en la que se permite parar para que la gente se baje pero donde no te puedes detener salvo que quieras comenzar la Tercera Guerra Mundial y yo fui paseando con la cámara, el trípode y todo el equipo hasta el Memorial. Me lo encontré totalmente vacío, con Jefferson únicamente acompañado por el soldado que hacía la guardia y que podéis ver aburrido apollado contra una de las columnas. Les hice un montón de fotos.

  • Primer día – Pisa y un viaje catastrófico a Florencia

    3 de octubre de 2007

    Aunque algunos pueden creer que me he olvidado de contar el viaje a Pisa y Florencia, lo cierto es que no es así, he intentado escribir mis recuerdos del viaje un par de veces pero entre el curso de Holandés y sus deberes, la vida social y el jardín no siempre encuentro tiempo. Este es un pequeño relato en tres partes, una por día.

    Ya hablé del viaje a Pisa y nos habíamos quedado en el aparcamiento de coches de alquiler. Mi viejo teléfono MDA Vario ayudado de una antena GPS bluetooth era el supuesto asistente de viaje. Lo encendimos y pronto nos ubicó correctamente y marcamos la dirección de una calle muy cerca de la torre de Pisa para que nos ayudara a llegar. Siempre cuesta un poco adaptarte a las señales y a la forma de conducir de cada país e Italia es uno de los más difíciles por lo agresiva que es la gente que anda al volante. Sin muchos problemas llegamos a la ciudad y conseguimos aparcar en zona azul a menos de cien metros de la torre, un lujo que recordaré toda mi vida porque lo habitual es tener que dejar el coche a mil kilómetros del sitio que quieres ver o pagar un impuesto revolucionario escandaloso para poder dejarlo cerca. Subimos paseando por la calle y salimos directamente a la explanada de la catedral de Pisa. Ya sabéis que la torre es un monumento protegido por la UNESCO por ser patrimonio de la humanidad y para mí se merece un puesto entre las grandes maravillas del mundo. La impresión al ver el lugar fue tan fuerte como la vez anterior, siendo un adolescente. La torre de Pisa da la impresión de estar a punto de venirse abajo y la magnífica Catedral parece sacada de otro universo. Fuimos andando a una de las oficinas de información y compramos entradas para subir a la torre. No hay mucha cola porque no todo el mundo está dispuesto a aflojar los quince euros que cuesta la entrada, la cual es para una hora determinada. Hay tres grupos cada hora que suben y están compuestos por unas treinta personas. Se pueden comprar las entradas a través de internet y entonces pagaréis diecisiete euros por julay. Si además queréis visitar la Catedral, el Baptisterio, el Camposanto o el Museo de la Opera tendréis que pagar 5 euros por ver uno de esos lugares, 6 euros por ver dos de ellos (a elegir) o 10 euros por verlos todos. Nosotros compramos entradas para la torre, la Catedral y el Baptisterio. Supuestamente el dinero va íntegramente a la conservación y el mantenimiento de estas maravillas.

    Mientras esperábamos la hora de subir aprovechamos para comer algo por allí rápidamente y después pasear por el Campo de los Milagros y entrar en la Catedral, un soberbio edificio de estilo Románico que se comenzó a construir en el siglo XI y se acabó un siglo más tarde. He visto iglesias más espectaculares pero aún así uno no deja de admirar la capacidad que había hace casi mil años para construir esas esplendorosas obras. Por supuesto yo soy un poco inculto y seguro que pasé por alto algunas joyas de las que hay en su interior pero como hago cientos de fotos, seguro que las tengo en algunas de ellas. Después de la catedral fuimos al Baptisterio, un edificio separado de planta circular, asusta un poco y no puedo imaginar como sería el bautizar chiquillos allí dentro con la gente mirándote desde arriba y esa enorme piscina para el bautismo.

    Un rato antes de subir a la torre dejamos las mochilas en la consigna porque no se puede llevar nada (salvo la cámara) y nos juntamos con la gente de nuestro grupo en la puerta. La subida es un tanto extraña porque la inclinación de la torre es tan acusada que los sentidos te mandan señales erróneas mientras avanzas hacia arriba. Tuvimos que parar a medio camino a esperar que el grupo anterior bajara y después continuamos nuestra subida. Ya he dicho que fuimos tres personas y una es alérgica a las alturas y a las bajuras y por la escalera ya se puso nerviosa. Cuando sales a la parte superior, el lugar en el que están las campanas, la vista es soberbia. La torre no es muy alta, 55 metros y 284 escalones, pero desde allí se ve la ciudad y los alrededores perfectamente. Para llegar a la parte más alta hay que rodear la torre y la verdad que se nota la inclinación. Bajamos después de unos diez minutos arriba y tras pasear un poco más por la zona nos encaminamos al coche para ir a Florencia. De esta forma acabó nuestra visita a Pisa, viendo únicamente aquello por lo que se ha hecho famosa.

    El GPS decidió que era un momento tan bueno como otro para dejar de funcionar y tuvimos que ir a Florencia sin mapas, en plan gitano. Llegar a Florencia fue fácil pero encontrar el sitio en el que nos quedábamos fue toda una aventura porque estaba a diez kilómetros de la ciudad, en la montaña y los italianos no parecen tener un sistema muy sofisticado de señalización. Si existe un Dios en el universo, ese día nos ayudó porque fue poco menos que un milagro que llegáramos a la casa. En un acto supremo de maldad el GPS volvió a funcionar justamente cuando llegamos al lugar. Espero que Microsoft acabe en la ruina y con sus accionistas ardiendo en el infierno por mil millones de años porque jamás han sabido hacer productos de calidad y mi teléfono funciona bajo Windows Mobile, una basura de sistema operativo que no le deseo ni a mi peor enemigo. Como llegamos tan tarde no tuvimos muchas opciones para cenar y nos acercamos al poblacho cercano para cenar en el único restaurante del lugar, un sitio familiar y lleno de gente de los alrededores. Me asombró la capacidad que tiene todo el mundo para gritar, pero claro, yo venía de Holanda, el país del silencio y los latinos siempre son más bulliciosos.

    Después de la cena volvimos a nuestro cuartel general y decidimos recogernos porque el sábado teníamos una agenda muy apretada en la ciudad de Florencia y ese relato lo tendréis que leer otro día.

    Si quieres seguir con el relato del viaje tendrás que saltar a Segundo día – Florencia es una ciudad muy especial.

    Pisa, viajes
  • Lincoln Memorial

    3 de octubre de 2007
    Lincoln Memorial

    Lincoln Memorial, originally uploaded by sulaco_rm.

    Lincoln casi nunca está solo. Siempre hay gente que lo visita, ya sean las dos de la tarde o la medianoche. A la hora a la que hice esta foto aún llegaban autobuses con turistas en una fría noche de diciembre para ver al Padre de la Patria. El aguanta estoico sentado en el centro de su gran templo mirando hacia el Capitolio.

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