En este intrincado mapa que llevo años tejiendo para al menos intentar esbozar una pequeña parte del complejo mundo femenino hemos visto de casi todo. Solo hay que darse un paseo por el Hembrario y leer las diferentes anotaciones para comprobar la inmensa variedad de especimenes que encontrábamos en las calles de cualquier barrio. Por desgracia la tecnología y este nuevo mundo interconectado y en el que la información viaja a la velocidad de la luz están haciendo desaparecer rápidamente todas esas sutiles variaciones que conformaban las diferentes mujeres que nos rodeaban. Ahora hablamos a través de cámaras y vivimos en nuestras torres de cristal desde las que no es necesario el contacto real con otros humanos y podemos pasar nuestras vidas en la más intensa de las soledades y morir convencidos de nuestra sociabilidad solo porque interactuamos a través de pantallas y otros artilugios electrónicos con nuestros semejantes y muchos ni siquiera sabrán lo que se están perdiendo, no serán conscientes de los flujos de poder que existían hace unas décadas y que te podían convertir en campeón o en fracasado con un único rumor bien divulgado.
No hace mucho hablamos de las Farfullas y la forma en la que creaban los rumores desde la iglesia y sentenciaban en vida a unas y a otras. Se ayudaban de las Alcahuetas y de las Noveleras. Hoy hablaremos de las primeras, unas hembras avanzadas que realizaban dos tareas. Por una parte se encargaban de difuminar por todas las calles y casas del barrio las infundías y los rumores generados por las Farfullas. Lo hacían en la tienda de la esquina, cuchicheando con voz queda mientras contaban a quien quisiera oír algo que habían oído de otras bocas y que por supuesto venían de una buena fuente que quizás no había confrontado la noticia pero eso no era lo importante, lo realmente relevante era la información, siempre negativa y siempre vejatoria para el sujeto de su mensaje. Ellas eran maestras en crear ambiente, en avivar el ansia malvada que riega nuestras entrañas y que nos produce un extremo placer ante las desgracias ajenas. De esta forma fulanita se convertía en Arretranco, menganita en Pendón y zutanita en Rebenque sin que las mentadas pudieran hacer nada por combatir estos rumores. Las Alcahuetas sabían como convencer, como sembrar la duda y repartir la cizaña que arrastraban con ellas. Eran mensajeras ágiles y siempre dispuestas a llegar un poco más allá, a mirar a los ojos de las mujeres con las que hablaban y jurar que aquello que contaban, por más increíble que pareciera, era cierto y cuando días o semanas más tarde se demostraba que habían mentido, que habían escupido sapos por sus sucias bocas, negarán vehementemente haber dicho eso que realmente dijeron. Las Alcahuetas son así, hembras malas y amargadas que al único placer que aspiran en esta vida es ese que obtienen al hacer el mal.
Pese a esta función principal, también se encargaban de otra tarea quizás más importante. Dada su gran movilidad y su facilidad de palabra las Alcahuetas recibían y atesoraban muchísima información, estaban al día de todos y cada uno de los miembros del barrio e incluso de muchos de los sujetos de barrios colindantes. En su eterno riego de rumores dejaban algo de tiempo para dejar caer aquí o allí nombres de hombres o mujeres solteros y apalabrar relaciones, emparejar almas descarriadas y ayudar a aquellas madres que comenzaban a perder la paciencia y querían quitarse de encima alguna hija o hijo. Ellas siempre sabían de alguien que encajaba perfectamente en el perfil buscado y cambiaban inmediatamente su ruta habitual para establecer el contacto entre ambas partes y permitir ese primer encuentro. De esa forma se forjaban matrimonios y lo peor de cada casa encontraba salida. Algunas madres, deseosas de trepar en la escala social no dudaban en contactar con alguna Alcahueta y estaban dispuestas a pagar por lograr que su dulce vástago acabara en la iglesia con la niña fea y bigotuda de esos otros con dinero e hipotecaban la felicidad de sus hijos sin dudarlo un solo instante porque al final, lo que cuenta, es el dinero que tienes y no lo feliz que puedas ser.
Como dije al comienzo la sociedad de la Información ha condenado a la extinción a las Alcahuetas, que ya no encuentran parroquia a la que contar sus rumores ni sirven para crear hogar porque hoy en día lo que se lleva es el sexo fácil y sencillo y quien quiere encontrar macho o hembra los tiene por miles a un clic de distancia y desde el anonimato que proporcionan esos maravillosos alias que todos se crean para el efecto. Si conociste alguna Alcahueta en el pasado y pudiste verla en acción, considérate afortunado porque a menos que cambien mucho las cosas, no volverán a pasear por la tierra como lo hicieron antaño. Las recordaremos con nostalgia a través de esa hermosa palabra que las definía y seguro que en el futuro serán tema de estudio.
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