Viviendo en Holanda es imposible no fotografiar molinos de viento. Están por todas partes y es rara la ciudad que no tiene alguno en su mismo centro. Hoy damos la bienvenida al club de las 500 a la foto Barco y Molinos De Huisman y De Gekroonde Poelenburg.
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Familia
No puedo evitar el chulear un poco y sacar a relucir los nuevos miembros de mi familia. Ya sé que muchos se gastan el dinero en drogas, alcohol, tabaco, juegos de ordenador, ordenadores, consolas o similares. Yo me lo gasto en equipo fotográfico. Es un vicio que puede parecer caro pero si lo comparas con lo que se puede dejar un fumador al año en tabaco no lo es. Mi familia ha ido creciendo poco a poco. Atrás quedan los tiempos de la Canon Powershot G2. Era una cámara excelente y a ella le debo algunos momentos memorables, como esa foto tomada mientras iba subido al volante de la bicicleta de mi amigo el Rubio y completamente borrachos mientras le gritaba Vuela, Elliot, Vuela y el me miraba aterrado porque íbamos de cabeza hacia el desastre. Después vino la EOS 350D y todos sus accesorios y la pequeña Olympus para llevar en el bolsillo.
Como ya conté en un golpe de suerte he invertido parte de mis ganancias de la semana pasada en la bolsa para completar el equipamiento básico y prepararme para la visita al Keukenhof de este año, la cual es inminente. El nuevo objetivo lo podéis ver en la parte derecha de la imagen anterior y es un Tamron SP AF90mm F/2.8 Di 1:1 Macro con el que espero capturar apabullantes detalles de las fotos y bichos que se crucen en mi camino. Se ayudará del set de Tubos de extensión Soligor AF 12/20/36mm que podéis ver a la derecha de la cámara. Completan la familia un flash Canon Speedlite 430EX que compré en Nueva York, el objetivo Canon EF-S 17 – 85 mm F4 – F5.6 IS USM que compré junto con la cámara, el objetivo Sigma APO 70-200mm F2.8 EX DG HSM, mi Canon EOS 350D y el Sigma APO Tele converter 1.4x EX DG. Con todo esto puedo cubrir un rango bastante amplio que va desde macro hasta tele, ya sean flores y setas o animales y pájaros algo lejanos. Cargar con todo ello no es ni tarea fácil ni ligero:
Mi mochila fotográfica ya va a reventar y os puedo asegurar que son varios kilos a la espalda. Los días que quiero hacer fotos de flores, setas o a tomar fotos nocturnas entonces he de añadir a todo esto el trípode, un Bogen/Manfrotto 055MF4 Magfiber Pro Carbon con una cabeza Bogen/Manfrotto 486RC2 Compact Ball Head w/Rapid Connect System. He aprovechado para poner sobre el trípode la pequeña Olympus u-miniS que suele acompañarme a todos lados y cuyas fotos dan algo de lástima.
Todo este equipo es el usado para tomar las fotos que adornan las mañanas de esta bitácora. Creo que por el momento echaré el freno y dedicaré el verano a disfrutar haciendo fotos antes de hacer alguna otra adquisición. Este año espero andar por campos de tulipanes, fotografiar ciervos, buscar girasoles, descubrir plantaciones de manzanos en flor y hacer postales holandesas llenas de molinos de vientos. Ah, y se me olvida decir que las fotos están llenas de notas indicando quien es quien. Para verlas, hacer clic sobre ellas para ir a flickr y podréis ver las notas al pasar el cursor sobre las imágenes.
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Submarino en el club de las 500
Dentro de la serie de fotos del Amsterdam Sail 2005 puse una de un submarino que personalmente no creo que tenga nada especial. Como siempre, los gustos de la gente van por otros caminos y hoy le damos la bienvenida al club de las 500.
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YACO
Entramos en La Tienda para tomarnos unas cervezas y hablar un rato. Era un sábado como cualquier otro y ya había pasado la medianoche. Para aquellos que no conozcan el local, la Tienda seguro que no es un sitio al que gustarían de acudir. Es un bar ubicado en una zona que ya no es lo que era y en el que te puedes tomar unas cervezas a un precio muy económico mientras hablas con los amigos y no has de soportar una música que no te deja oír nada y te obliga a gritar. La parroquia está formada por gente joven y carrozas que pisaron el local hace más de veinte años. Todos se mezclan en su interior repartidos entre las dos zonas que tiene el local. Hay muy pocos sitios para sentarse y lo normal es quedarte de pie con tu vaso en la mano bebiendo y saludando a amigos y conocidos.
Según entramos nos topamos con ellos, dos fantasmas del pasado, dos figuras de nuestra más tierna adolescencia a las que habíamos perdido la pista. No nos resultó difícil reconocerlos porque ambos fueron en algún momento de nuestro pasado miembros de nuestra manada, salían con nosotros, compartían tardes en la playa y todos bebíamos de las mismas fuentes del saber. Después nuestros caminos se separaron y no volvimos a saber de ellos o digamos que solo de oídas.
La noche que los vimos uno estaba con un traje de estos de empleado del Corte Inglés con camisa a cuadros desabotonada por el cuello y sin corbata, completamente engominado y con un aspecto de chulo de putas que tiraba para atrás. Así es como lo recordaba, chuleando, siempre pasado dos vueltas. ?l fue un pionero en todas esas modas alternativas que abrazan los más vanguardistas. El tiempo lo ha convertido en una mezcla entre gigoló y asesor fiscal, un cóctel extraño y que no siempre funciona. Como la última vez que lo vi una purriada de años antes, se acercaba a las chicas y les susurraba algo al oído, su manera de entrarles desde tiempos inmemoriales. Ellas se ríen, se vuelven sorprendidas y en ocasiones no pueden evitar la mueca de asco porque aquel viejo les está hablando. Lo del otro es aún peor. No acabó con la educación secundaria y se enganchó al gimnasio. Se volvió adicto. Cada día necesitaba sus pastillas, sus horas junto a los aparatos y tocarse esos músculos que le estaban creciendo por todos lados. Su cuerpo se deformó y aparecieron protuberancias por todos lados, formas claramente definidas que él y sus colegas admiraban pero que a cualquier persona con dos dedos de frente solo pueden asquear. En el gimnasio se pasaba las horas mirándose en los espejos, admirando el cuerpo que estaba esculpiendo día a día y decidiendo cuales serían las siguientes áreas a tratar. En aquella época también se volvió un obseso sexual, un pervertido que cuando no se miraba en un espejo o se tocaba algún músculo pensaba en follar con lo que fuera y no concebía que las mujeres pudieran tener cerebro. ?l veía coños por todos lados, chochos deliciosos que estaban allí para su disfrute, las olía a dos kilómetros y se ponía como un gallo, desplegaba su musculatura y las abordaba con una falta de encanto que rayaba en el insulto. Tenía una falta de delicadeza que no podía suplir con su aspecto. Recuerdo que las chicas huían espantadas de él, era como un imán cargado negativamente. Un día se tranquilizó. Tenía novia. Después nos enteramos que era una vieja, una mujer que le sacaba treinta años y que solo buscaba el placer sexual. ?l siguió cultivando su cuerpo y terminó haciendo una gran carrera como portero de discotecas, mojando con todas esas zorrillas que buscan un poco de influencia para impresionar a los machos que cazan. Ahí le perdimos la pista.
Después de todos estos años seguía igual de hinchado. Su cuerpo había perdido la gracia de la juventud y sus músculos parecían querer reventar la camiseta que tenía. Su cuello solo lo puedo describir como desproporcionado, una gruesa tubería que conecta la cabeza con el tronco y que ya de lejos da repeluz. Ahora había mejorado el conjunto con un bigote, el único pelo que permite en su cuerpo fuera de su cabeza. Sus brazos parecían garras descomunales que si te atrapan no te dejarán ir. Yo procuré poner algo de distancia porque siempre he creído que eso igual se puede pegar y no me gustaría terminar en un gimnasio rodeado de un montón de julandrones. Nos dividimos en dos grupos y al rato sucedió lo inevitable. El olor de las hembras le pudo y se acercó a nuestro bando para saludar a las que habían venido con nosotros. Yo ya las había puesto al día, les había explicado los conceptos básicos sobre este hombre y el camino que había seguido para llegar hasta allí. Se acercó y no hizo falta presentarlo, se lanzó a darles besos y después le dijo a una de las chicas: Llámame Yaco. Yo pensé que me daría un ataque de risa pero de alguna forma logré controlarme. No pasó mucho tiempo hasta que aquellos dos capítulos de nuestra historia decidieron seguir con su cacería y abandonaron la Tienda. Seguro que pasará otro montón de años hasta que volvamos a cruzarnos.