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  • Narciso Chromacolor en 1024×768

    21 de julio de 2006
    Narciso Chromacolor en 1024x768

    Narciso Chromacolor en 1024×768, originally uploaded by sulaco_rm.

    Un nuevo fondo de escritorio con motivos florales. En este caso se trata de un narciso y aunque esté mal decirlo, me encanta la foto y la particular orientación de la flor. Lo puedes descargar aquí.

  • Rebenques

    20 de julio de 2006

    Hay palabras que vienen de entornos muy específicos y que merecen algo más de publicidad. Son expresiones de barrio o de alguna de las muchas variantes del español. En este compendio de expresiones y palabras que estoy haciendo le ha llegado el turno a las rebenques.

    Esta palabra es de uso y abuso exclusivo de las mujeres. Para los hombres este concepto no existe y no lo pueden expresar con palabras ya que no lo podemos concebir en nuestras simplonas cabezas. Para concretar aún más, no es posible encontrar rebenques en edificios nuevos o en esas ciudades dormitorio que están surgiendo por doquier. Una rebenque auténtica nace y se hace en un barrio de ciudad de los de antes, con sus noveleras, sus cacatúas y con esas lenguas viperinas que despellejan a todo quisqui en la tienda de la esquina. Es allí, en ese preciso lugar, o quizás en el balcón o bajo la ventana de una de estas noveleras donde en un momento dado de la conversación de turno alguna de ellas nombrará a una joven y otra dirá: Esa es una rebenque. Las demás asentirán en silencio y se mirarán unas otras sabedoras de lo que esto implica. Es casi imposible quitarse esta calificación de encima y no pasará mucho tiempo antes que alguien califique al susodicho rebenque como petate. Como podéis ver, todo está relacionado y el ciclo de las mujeres las lleva por diferentes etapas a lo largo de su vida.

    Cuando una mujer recibe el calificativo de rebenque por parte de otras lo que en realidad están certificando es que dejan de ser niñas y se convierten en mujeres y por tanto encarnizadas competidoras que tratarán de robaros vuestros hombres. Por eso el odio y la saña con que se usa la palabra. Le dan un tono despectivo más propio de la envidia ya que las rebenques son chicas lozanas y en edad de disfrutar de su cuerpo y aprovecharlo para obtener lo máximo del mismo. Se debe notar que el uso de esta palabra no tiene grandes implicaciones sexuales ya que de todos es sabido que las noveleras acusan, señalan y critican sin maldad ni malas intenciones. Lo hacen únicamente para matar el tiempo y por perversa envidia.

    En algunos barrios se hace un uso erróneo de la palabra rebenque y se califica con ella a mujeres ya por encima de los treinta, separadas o divorciadas y que en la segunda juventud se les han abierto los ojos y están dándole a su cuerpo alegría y cosa buena. No caigáis en esta trampa. Esas mujeres no son rebenques, son trasmallos y ya hablaremos de ellas en otra ocasión. Tampoco hay que confundir a las rebenques con los pendones, otro tipo de féminas del que tendremos que hablar en el futuro y que tiene un subconjunto muy interesante en su interior, las conocidas como pendones verbeneros. Como veis estoy enfrascado en una tarea muy compleja y que puede tomarme eones.

    El rebenque tipo no existe. Las hay guapas y feas, cojas y tuertas, altas y bajas, gordas y flacas, emperifolladas y desaliñadas, todas, todas, todas han de cruzar esa etapa de este largo camino que es la vida. Cuando una descubre que ya la han nominado como rebenque se le rompen los esquemas y ha de abandonar sus muñecas y sus juguetes. Un nuevo camino se abre en su horizonte y es hora de seguir adelante. En las barriadas este suceso coincidía con un pedazo de bofetón que le arreaba la madre cuando se enteraba a través de las comadres del asunto. Seguramente la chica volvía feliz y contenta del colegio vestida apropiadamente para la ocasión (o sea, luciendo encantos) cuando una de esas lenguas bífidas le lanzó el palabrón y otra de las noveleras extendió el anuncio con la rapidez de la velocidad del sonido. La madre de la chica, la cual ha participado en cientos de esos encuentros de cotilleos sabe de la gravedad del asunto y aunque es ley de vida, culpará a su hija por no haber hecho nada por evitarlo. También sabe que una vez eres un rebenque estás a un paso de convertirte en un petate y eso no les gusta nada.

    Las rebenques no son conscientes de sí mismas y cuando reciben el impacto de la noticia se suelen quedar en estado de shock. Correrán a contárselo a sus amigas, las cuales inmediatamente sabrán que ellas también están en peligro, ya que la alcahueta trata este asunto como plaga contagiosa y sabe que si una se ha convertido en rebenque, todas sus amigas también lo serán en un corto espacio de tiempo, todas salvo esa chiquilla odiosa que siempre está en todos los grupos y que lleva esas gafas de pasta y anda siempre emborregada en la iglesia ayudando al curilla de turno. Esa es muy probable que nunca jamás llegue a ser un rebenque. Esa irá directamente a las ligas de campeonas y de mayor se transformará en alcahueta y novelera.

    Ahora que conocéis el concepto entenderéis por qué el macho humano no puede comprenderlo. Nosotros somos mucho más simplones y básicos. Para un hombre están las follables y las que no lo son. No hay más. Bueno, también está la madre, que no hay más que una.

    Tenemos que recuperar la palabra rebenque y devolverle a las jovencitas algo que el progreso y la sucesiva lerdización de la sociedad de la información ha dejado en el olvido. Bienaventuradas sean las rebenques porque de ellas será el futuro.

    Puedes leer más anotaciones relacionadas con este tema en hembrario

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  • Tulipán amarillo en el club de las 500

    20 de julio de 2006
    Tulipán amarillo

    Tulipán amarillo, originally uploaded by sulaco_rm.

    No consigo encontrar la primera vez que apareció este tulipán en distorsiones pero estoy seguro de que está aquí dentro. De cualquier forma, ha conseguido entrar en el club de las 500 y merece ser revisitado.

  • Petardas

    19 de julio de 2006

    Si ayer nos referíamos a ese grupo no muy popular de las culo coche hoy ha llegado la hora de retratar a otro segmento de la población femenina que despierta desprecio y pánico. Me refiero a las Petardas.

    El libro guía y referencia espiritual de nuestro idioma, el Diccionario de la Real Academia Española ya nos lo deja claro. Una petarda es una persona pesada. Un ilustre amigo mío y fornicador de pro ya me lo decía con su versatilidad idiomática una noche mientras tomábamos unas cervezas: las petardas son como moscas cojoneras, están por todos lados y no dejan de atacarte con saña. El colega tenía razón. Desde que tenemos edad de recordar pueblan nuestras pesadillas petardas de todo tipo. En el colegio se sentaban a nuestro lado, en el instituto nos teníamos que esconder de ellas y en la universidad eran como una plaga que asolaba la biblioteca, la cafetería, los laboratorios y todos aquellos lugares en los que tratamos de buscar refugio. Las petardas son tías sin MOJO, sin encanto ni gracia que intentan desesperadamente engancharse a un macho, al que sea y no dudarán en intentarlo las veces que haga falta. Su forma de actuar es siempre la misma. Estás tan tranquilo a lo tuyo y sin que lo notes se te pone una al lado y te empieza a echar unas miradas arreboladas que asustan hasta al Cristo del Sagrado Corazón del chimpún. Te hablarán melosamente y agitarán espasmódicamente el cuerpo como mandándote señales que para ellas son de apareamiento y sensualidad pero para nosotros no son más que mensajes que nos provocan un repelús infinito.

    Existe una leyenda urbana que circula entre las mujeres y que les hace pensar que el hombre solo quiere follar, lo cual no es del todo cierto. El macho humano fue diseñado para eso y muchas cosas más, como por ejemplo ver fútbol en la tele, jugar a videojuegos, rascarse los huevos, hacer pelotillas con los mocos, beber como un cosaco y hacer el indio con los amigotes. Una vez se satisface la primera necesidad, aquella que nos lleva a provocar el vómito de cierta parte de nuestro cuerpo que produce leche (de mangorra o machanga), nuestro sistema no quiere ni oír hablar del tema y nos interesamos por otras actividades. Es así de sencillo.

    Las petardas tienen el don de aparecer siempre cuando uno tiene sus necesidades básicas cubiertas y busca otras cosas. Vienen con malas intenciones porque ellas no quieren un aquí te pillo aquí te mato sino que se han creído toda la mierda de las telenovelas y piensan que nosotros soñamos con grandes relaciones que durarán años, que disfrutaremos viéndolas degenerar, achatarse y ensancharse por todos lados mientras les crece el bigote y nos aterrorizan por las mañanas al despertarnos, que es bien sabido que lo primero que ve uno al abrir los ojos marca nuestro humor para el resto del día y no hay nada más horroroso que tener a tu lado una india arapajoe al levantarte.

    Las petardas buscan que las cortejemos, que miremos en el pozo de sus ojos para encontrar esa chispa de amor verdadero que nos transforma cual gavilanes, que tengamos esa palabra romántica con ellas cuando lo que nos apetece es eructar tratando de decir todas las letras del abecedario. Por eso huimos de ellas. A nosotros se nos diseñó para follar, no para ejercer de organizaciones sin ánimo de lucro y con una capacidad de sacrificio inagotable, pero ellas no desfallecen y lo siguen intentando una y otra vez hasta que pescan a alguien. Esto último suele suceder en verbenas de verano cuando el personal está más pasado que las bragas de Marujita Díaz y tus amigos te han abandonado a tu suerte. Te despertarás vomitando sobre el hombro de una de ellas y el sentimiento de culpabilidad será tan grande que te forzará a convencerte sobre lo adecuada que es esa relación. El mal rollo te seguirá toda tu vida y te convertirás en un oscuro oficinista sin ganas de volver a casa tras una dura jornada de trabajo y que prefiere echar horas extras en la oficina para ver si hay suerte y se duerme el orco que te espera en el hogar.

    Como decía el ilustre amigo al que mencioné previamente hay ocasiones en que es preferible el hacerse una paja a tener que vivir una pesadilla de treinta años. El pobre hombre fracasó en el intento y terminó con una petarda en su dormitorio, a la cual se refiere por el nombre de la parienta.

    Acabo con un consejo. Vigila tu espalda, no bajes la guardia, ten cuidado con lo que comes y bebes y piensa siempre lo peor y únicamente de esa forma conseguirás escapar de las petardas. Cómprate una consola, hazte chulo de playa, date a las bebidas isotónicas, créate una reputación de crápula y rompedor de telillas, haz lo que tengas que hacer y procura no caer en las redes de ninguna de ellas. Y si conoces a alguno que ya ha picado, dale una palmada en el hombro y transmítele el pésame.

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