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  • The Assassination of Richard Nixon – El asesinato de Richard Nixon

    22 de junio de 2006

    Hay películas de las que uno no ha oído hablar jamás pero alguien te dice de ir a verlas y bueno, tiras el dado al cielo y te arriesgas. Si además está en un cine que habitualmente pone películas de calidad pues asumes que la probabilidad de éxito es mayor. De esta forma llegamos a la puerta del cine y decidimos ver The Assassination of Richard Nixon o El asesinato de Richard Nixon que es como quizás la conozcan aquellos que no están metidos en lo del cine original. Lo que sucedió durante los noventa minutos que dura la película me debe haber producido daños internos que no sé si algún día podrán sanar.

    La película narra la historia de un julay de pueblo de interior que a lo largo de los años ha ido evolucionando hacia hijo de la gran puta mora. El panoli tiene más tics que un reloj de pared y repele tanto que hasta su desodorante lo ha abandonado. Se ha embarazado de cerveza mierdosa americana y se traba con una pinza de tender la ropa que le provoca almorranas duodenales y se le antoja que quiere pasar a la historia por ser asesino de estrellones. La cosa van tan mal que su ex-mujer se caga en todos los muertos del día que decidió casarse con ese gilipollas solo por los veintiocho centímetros de cuerda y se tiene que mamar unos marrones de cuidado.

    Poner a Sean Penn delante de la pantalla continuamente no es garantía de éxito. El hombre es un buen actor, pero si lo dirige un cabrón de mierda que no sabe ni cascársela con moderación los resultados están a la vista. Un bodrio de cuidado. Una basura que aliena al espectador y te obliga a considerar el harakiri como forma de evasión. Después de los primeros diez minutos pensé que me moría. El protagonista tenía todo tipo de tics anormales que ponen nervioso hasta al proyector de cine. El tipo no vale para nada y todos los sabemos y por eso no nos podemos creer la historia. Pasear a Sean Penn por la pantalla con unos gallumbos roñosos y un barrigón de embarazada de ocho meses no aporta mucho a la historia y termina de asentar el disgusto con unas arcadas de cuidado.

    Seguro que esta cinta es una joya de cuidado y que todos los intelectuales del universo se revolverán en sus sábanas de Ikea por mi ignorancia y mi incapacidad para apreciar la delicadeza y la sensibilidad que me paso por el forro del culo pero yo solo puedo decir que esto es una mierda, una pérdida de tiempo, un pastuño de los gordos y que desde ya recomiendo a todos mis enemigos.

    Si te sudan los huevos, si te huele el aliento, si eres fea de vicio, si la gente huye despavorida cuando te ven, esta es la película que estabas esperando, un cine vacío en el que no te sentirás rechazado. Si quieres romper y buscas amodorrar a tu pareja para clavar la estacada, no te pierdas esto. Ni se te ocurra invitar amigos porque los perderás. Las mierdas hay que verlas solo.
    medio gallifante

    Technorati Tags: el asesinato de richard nixon

  • Príncipe de la blogosfera

    21 de junio de 2006

    Cuando comenzamos a caminar por estos terrenos pantanosos entraban en mi hacienda de media unas veinte personas al día. Aquello era el acabose. Yo ni me lo creía. Mi ego se me puso elefantiásico, no podía ni pasar por debajo de escaleras porque las tiraba con el ego que me rebosaba. El tiempo transcurrió y un día alcanzo las cien visitas por día. Tuve que meter la cabeza en una bolsa y respirar para tranquilizarme porque me hiperventilé de la impresión. Aquello era lo más que le había podido suceder a cualquier ser humano desde el invento de la rueda. Cogí una calculadora y me quedé de piedra cuando descubrí que en unos veintiocho años llegaría al millón de visitas. Comencé a tener problemas con el tamaño de mi ego, ya que viviendo en un apartamento de treinta y ocho metros cuadrados casi no podía entrarlo. Mis amigos me miraban con envidia y veían esa aureola mágica que rodea a cualquier bitacorero de éxito. Yo empecé a usar la tercera persona para hablar de mí mismo porque mis verdades eran como puños y me parecía injusto la reducción de tamaño que sufren al usar la primera persona. De esos días recuerdo que mandaba todos los correos con una firma que dejaba meridianamente claro mi éxito en Internet.

    Pasaron los meses y con mucho sacrificio y perseverancia rozamos las trescientas visitas en una sola jornada. Lo celebramos a lo grande. Llamé a mis ochenta mejores amigos y los obligué a leer mis últimas anotaciones al menos dos veces para poder presentarse a un examen de amistad con estrella blogosférica. Empecé a buscar casa para comprarme porque el apartamento de Hilversum ya no tenía espacio suficiente para mi ego y Yo. A mi vecina la china le retiré la palabra porque no tenía bitácora. Me pasaba medio día dejando comentarios por todos lados para poder atraer nuevos visitantes. En esa época ya usaba wordpress y permitía a mis íntimos que me besaran las manos y les guardaba las uñas de los pies cuando me las cortaba para que tengan algo con lo que sacarse un dinerito en el futuro en Ebay. La presión mesiánica era tan grande que algunos días no se me ocurría nada sobre lo que escribir y me agobiaba enormemente.

    Para cuando me mudé a mi nueva casa, noventa y cinco metros cuadrados repartidos en dos plantas, con ático y cien metros cuadrado de jardín mi ego era del tamaño de una vela de catamarán y las seiscientas visitas al día se me antojaban insuperables. Creía que había tocado techo. Ahora solo necesitaría cuatro años para llegar al millón de visitas. Seguía sin entender el por qué la gente se para a leer cuatro boberías que se le ocurren a un emigrante y que normalmente no tienen pié ni cabeza. Soy consciente que aquí nunca ha existido contenido de calidad como el que se puede leer en bicubic o mala hostia legendaria como la de borjamari, ese pequeño Dios al que los ángeles caídos llaman Borgiamari porque con la mala leche que tiene solo puede pertenecer a esa familia.

    Convencido de estar en mis años bárbaros con tanto público, casa nueva y un sol espléndido que iluminaba mi futuro ya creía que nada podía ser mejor. Unos meses más tarde miro por vigésimo segunda vez en el día los contadores de mi bitácora y me entra flato. Había cruzado la sagrada e increíble barrera de las mil visitas en un día. Directamente a Champions league, entre los más mejores. Y todo eso sin publicidad ni ayuditas de los santones blogosféricos, esos dinosaurios que comenzaron al menos dos meses antes que yo en este negocio y aún no se han enterado que están extinguidos. Después de romper esa barrera por tercera ocasión me sentía especial. Ser una estrella inmediática con una proyección intranacional como la mía se merece algo de respeto por parte de los mortales comunes. A la perra de mis padres la obligaba a postrarse cuando iba a visitarlos en señal de respeto y adoración máximos y a mis amigos les pedí que me hablaran de usted que por algo me he ganado ese respeto universal.

    La tarde en que conseguí más de mil visitas por tercer día consecutivo estaba yo en mi jardín para que me cogiera algo de aire el ego. Hablaba con mi vecina de más de ochenta años con dentadura postiza y unos dientes bailarines que me fascinan. Cuando pronuncia la erre los dientes se mueven solos. Es fantástica. Volvamos al tema. Estoy discutiendo con la mujer sobre posibles mejoras de mi fantástico jardín cuando se abre el cielo sobre nosotros y aparece una luz blanca muy fuerte. La mujer se echa a llorar pensando que le ha llegado la hora. La luz nos da calor y entre tanto blanco saturado vemos que hay unos puntos negros que van creciendo y cuando llegan a nuestro lado son cuatro querubines vestidos con ropa de Zara. La mujer está con sudores fríos pero los putos bichos la ignoran y me anuncian mi nombramiento como príncipe de la blogosfera. Ellos serán mi escolta, los que anuncien mi presencia a los pobres mortales y los que prepararan el camino para mí regándolo con hojas de tunera para que pueda caminar sobre ellas. La vieja estaba un poco mosqueada por la falta de interés que despertaba en los enviados divinos así que le di una galleta y la mandé a su casa y le dije que si quiere ser algo en esta vida, que se ponga a escribir una bitácora y haga algo digno de ser recordado.

    Mis querubines son fantásticos. Causan sensación allí adonde van. ?nicamente tengo problemas con ellos en el cine, ya que me niego a pagarles la entrada y no se lo toman muy bien cuando los dejan fuera esperándome. Mis querubines me informaron que cada día que no publico nada, un ángel pierde sus alas y cae fulminado al infierno. La noticia me la dieron el nueve de diciembre y desde entonces me han puesto tanta presión que no he podido dejar de publicar algo todos los días porque no quiero ser responsable de la caída de un pobre ángel. Lo otro que me contaron es que la categoría de príncipe de la blogosfera se pierde si se te acaban las visitas, así que los días que noto que la gente no está por la labor de visitar esta magnífica y excelsa bitácora, pues lo hago yo los cientos de veces que haga falta, que ahora que me han puesto tan cerca del reino de los cielos no voy a dejar que nada ni nadie me ponga la zancadilla.

    Y aquí seguiremos. Me pregunto que sucederá el día que lleguemos a las dos mil visitas por primera vez. Seguro que se acabarán las guerras en el mundo o Cindy Lauper sacará un nuevo álbum o por fin rodarán la segunda parte de la película Los Gooneis.

    Technorati Tags: desvaríos

  • Banderas

    21 de junio de 2006
    Banderas

    Banderas, originally uploaded by sulaco_rm.

    Algo que me llamó la atención en el Pinkpop fue el sistema que adoptan los grupos para no perderse. Vienen con banderas con unos postes enormes y así señalan su presencia. Aquello parecía un campamento de soldados medievales con los diferentes señores feudales señalando su posición.

  • Pissoir

    20 de junio de 2006

    La historia del día que fuimos al festival Pinkpop comenzó en Asesino de mierda, continuó en Dios, mira que eres cabrón y culminó en Pinkpop.

    El pequeño momento que narro hoy sucedió durante el concierto pero por lo extraordinario merece un capítulo propio. Fue antes de la actuación de Franz Ferdinand. Avanzábamos desde el escenario 2 al principal y vi que a la izquierda había un enorme biombo que se prolongaba más de cien metros y que de cuando en cuando tenía una entrada. En todos lados decía Pissoir, palabra que imagino significa meadero en francés, holandés, alemán o cualquier otro idioma que no sea el español. Las reservas de líquido en el interior de mi excelso organismo comenzaban a superar las barreras de contención y era cuestión de minutos el que se me antojara mear así que opté por utilizar aquellas instalaciones habilitadas al efecto y echarme una buena meada.

    Elegí una puerta aleatoriamente y al pasar me encontré con una valla de obra, de esas que se pueden ver en cualquier ciudad del mundo para proteger a los ciudadanos de zanjas, maquinaria y demás. La valla abarcaba todo el pissoir y tras ella había una gran zanja con césped. La gente estaba meando a través de la valla directamente sobre el césped. A mi izquierda se encontraba un grupo de unos diez tíos meando y a mi derecha estaba vacío durante unos quince metros. Tiré para la derecha que todos conocemos las leyes que regulan el meado en lugares públicos. Me refiero específicamente a la primera ley, la que estipula que NUNCA TE PONGAS A MEAR JUNTO A ALGUIEN SI HAY MÁS SITIOS LIBRE. Solté los botones de mi vaquero Levi’s 501, extraje el pajarito y en cuestión de unos instantes estaba lanzando mi carga sobre la hierba.

    Imagino que tendrán que arrancar toda la hierba una vez acaben los conciertos y plantar nueva porque después de tres días de continuas meadas esas plantas deben ser poco menos que radioactivas.

    El mear es uno de esos placeres con los que nos equiparon de serie. Es una gozada el sentir ese flujo de líquido abandonando las premisas de nuestro cuerpo y cruzando la frontera que lo separa del exterior. No sé cuanto tiempo estuve allí lanzando mi lluvia dorada pero ya debía haber expulsado más de medio tanque cuando aparecen dos tíos y se vienen para mi lado. Se podrían haber puesto dos o tres metros separados de mí y no pasaría nada, no habría violación de la primera ley pero no lo hicieron. Se pusieron a mi lado o más concretamente uno a cada lado y prácticamente hombro con hombro. Tenían aspecto de moteros con sus tatuajes, sus pantalones de cuero y unas pintas de macarra de plaza de pueblo. Se soltaron los pantalones, se sacaron sus aparatos genitales y se lanzaron a mear en cruzado.

    Todas las alarmas sonaron simultáneamente. El alcohol no te permite una reacción instantánea y quizás tuve un retardo de cincuenta milésimas de segundo pero pasamos a Defcon 1 inmediatamente. Aún no había acabado de mear y decidí sobre la marcha que no lo haría. Corté el flujo como buenamente pude, guardé el interfaz de salida y salí de allí por patas.

    Menuda experiencia chunga en el jodido pissoir. Aquellos putos julandros no debían venir con buenas intenciones. Me recordaron a las historias que cuentan algunos colegas de los meaderos que ponía (o quizás sigue poniendo) el ayuntamiento de las Palmas en los carnavales. Algún colega entra en ellos y no hay más nadie. Comienza a regar el mundo con su agüita amarilla y en un instante hay un tío a su lado que le agarra el rabo. Del shock se quedan sin saber como reaccionar y cuando quieren hacerlo tienen que controlar primero la meada y acabarla lo que da tiempo a huir al hijoputa toca-pollas.

    Los que yo me encontré quizás solo querían hacer la gracia y provocarme algo de stress y si era eso he de decir que lo consiguieron plenamente, o quizás querían agarrármela y mi salida de emergencia les impidió ejecutar la maniobra. Nunca lo sabremos. La próxima vez que esté en un concierto y tenga que usar ese tipo de instalaciones, me llevaré a alguien conmigo que las manadas en este tipo de actos siempre espantan a esos cabrones malnacidos.

    Technorati Tags: desvaríos

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