Después de dejarlo reposar durante un par de semanas para que se asiente la información y fluyan las palabras, me siento con ganas y con ansias de contar uno de esos días grises y aburridos de mi vida. Pese a que fue tan vulgar como cualquier otro, creo que lo dividiré en pequeñas historias que cuentan momentos específicos de ese día y las cosas que viví en el. Enlazaré todas las historias para que quien quiera puede leerlo de una forma continua.
Ese lunes madrugué a pesar de ser festivo porque iba al Pinkpop con Dani y su novia. Salí de casa pasadas las ocho y media para coger la guagua que me llevaría a la estación.. Por no ser laborable el servicio de transporte público seguía los horarios de los domingos y no quería perder el tren, así que añadí algo de tiempo en los previos. Fue una buena decisión porque la guagua apareció cuatro minutos antes de tiempo. Iba vacía, salvo por el conductor. Subí y me apoltroné en la parte de atrás. En la siguiente parada se subió un hombre que se sentó cerca de mi y después de avanzar un par de cientos de metros se para la guagua. Delante de nosotros había dos coches de la policía, una ambulancia y una multitud silenciosa de cabezas de queso. Me cambié de sitio para poder ver mejor y siguiendo las leyes de la atracción por la desgracia ajena vi que el objeto de tanto revuelo era una joven ciclista a la que había atropellado un coche. La chica yacía en el suelo mientras unos cuantos paramédicos y policías revoloteaban a su alrededor y le hacían preguntas. La bicicleta estaba en el suelo, completamente destrozada. La gente que miraba no decía nada, únicamente miraba a la chica. Era una joven rubia y posiblemente por debajo de los veinte años que seguramente iba hacia el trabajo porque ese día todas las grandes superficies, tiendas de muebles, de jardín y similares abrían para aprovechar las sinergía que produce el tener al resto del país de vacaciones y en disposición de comprar y tirar dinero.
De repente se oye un pequeño revuelo. La policía estaba quitando los coches que bloqueaban la carretera para que nuestra guagua pudiera seguir y al moverlos vimos que el coche que había atropellado a la chica estaba allí. Era uno de esos vehículos tuneados por algún gilipollas al que le han comido el tarro y que se gasta el dinero en tener un coche acorde con su monstruosa y amorfa personalidad. Hay que ser gilipollas profundo para tirar el dinero de esa forma pero bueno, cada tonto que juegue con su palo.
El revuelo se formó porque el conductor del vehículo y atropellador de chabalas era un negro con más pinta de musulmán que los talibanes que salen por la tele. La policía lo tenía tirado en el suelo con los brazos en cruz, dos polis aplastándolo contra el asfalto y tres más contemplando la operación. Le estaban haciendo el tratamiento completo de Al-Qaeda, el servicio integral y con extras. El tipo trataba de hablar pero como no lo dejaban moverse, cada vez que intentaba liberarse aumentaban la presión. La poli podía sentir el cariño y el apoyo de toda la gente que estaba allí. Se trataba de un maldito asesino y posiblemente terrorista descendiente de toda esa gentuza que está viniéndose a Europa y tratando de arruinar nuestra excelsa herencia cristiana, conseguida tras miles de años de batallas, guerras y pachangueo. Tenía la cámara y seguramente podría haber hecho una foto pero me temo que si me descubren haciéndolo a mí también me aplican el mismo tratamiento.
El hijoputa asesino de mierda seguía buscando la forma de zafarse y su cara se le había puesto roja del esfuerzo. Seguro que se dañó la mejilla que tenía contra el asfalto al forcejear. Alguno de los espectadores dijo algo que supongo fue una frase de ánimo para arengar a los polis y que lo liquiden allí mismo y los demás murmuraron con aprobación. Por la calle aparecieron un grupo de chiquillos negros corriendo a los que seguía una mujer que berreaba como una loca. Debía ser la madre de aquel tipo. A la señora la pararon en seco los policías y los niños trataban de hablar con el otro pero no lo hacían en holandés y no sé lo que decían.
Finalmente quitaron el bloqueo y nuestra guagua continuó su camino hacia la estación sin más contratiempos. Está claro que hay racismo en todos lados. Si la persona que atropella a la chica es rubia, o una anciana de esas con carita de santa o cualquier otra persona cuya herencia genética provenga del país el tratamiento de la policía habría sido distinto. El castigo quizás sea igual pero la forma de ejecutar el arresto seguro que no es la misma. El tipo aquel, con su mierda de coche podrá ser un gilipollas integral y todo lo que queráis y seguramente atropelló a la joven por saltarse una señal de ceda el paso y su color de piel y su aspecto lo convertía en un potencial terrorista al que había que dar una lección que no olvide. Esto lo podemos extrapolar fácilmente a cualquier sociedad y cambiando el color de piel seguro que sucede.