Hoy mientras paseaba a la hora del almuerzo con el Moreno y discutíamos las líneas generales de dominio del universo acabamos hablando de algo que se percibe de una forma muy distinta en los Países Bajos y en España. Me refiero al consabido tema de las putetas, esas hembras ligeras de cascos que en nuestro país se tiende a vilipendiar.
El hombre me contaba que por aquí arriba cuando una chica practica el One Night Stand o los rollitos de una noche con el único fin de actualizarse el chumino y darse una alegría, la gente lo interpreta como que sabe vivir la vida, que es una persona que no quiere meterse en una relación y disfruta de su cuerpo sacándole el máximo partido mediante la maximización del gustillo sexual. Lo mismo se aplica a los hombres. Los hay que quieren echarse novia y engancharse a la misma para los restos y los que prefieren ir de florecilla en florecilla, oliendo coñitos y probando diferentes sabores. A nadie le parece mal, es una opción tan válida como otra cualquiera y no es extraño que uno en un momento de su larga vida pase por esta fase y posteriormente la supere y busque la estabilidad emocional, la iteración, el habituarse a ciertas manías de su pareja y demás.
Yo le contaba que en mi país no sucede lo mismo. Aún no hemos evolucionado adecuadamente y cuando una mujer salta de rabo en rabo sin premeditación ni alevosía la gente en seguida pondrá en marcha las ruedas del rumor y se dirá de ella que es algo putilla, puteta o un arretranco. Nuestra sociedad la convertirá en un demonio malvado que está aparentemente rompiendo leyes no escritas y todo el mundo se referirá a dicha fémina de una manera despectiva, como si lo que hace es un delito. Si el infractor es un hombre las reglas cambian y somos condescendientes y nos reímos porque quizás sea un poco cafre pero ya se sabe que los hombres son así. Debe formar parte de nuestra herencia católica, esa alienación de las mujeres y ese consentimiento implícito sobre las actividades del macho. Es definitivamente algo social. Las mismas mujeres despellejarán a una igual que saben ligera de cascos y no dudarán en lincharla en el mercado o en cualquier corrillo que formen por puta. Entiendo que quizás tengan miedo que sus hombres puedan caer en esa fácil tentación y puedan interaccionar con esa que folla con todos pero aún así me sigue resultando incomprensible esta doble moral.
Después de pensarlo al menos durante quince minutos en un esfuerzo intelectual sin parangón he llegado a la conclusión siguiente: si queremos comenzar a cambiar nuestra sociedad y aceptar como normales este tipo de situaciones, tendremos que crear una nueva palabreja que defina estos comportamientos, una palabra que nazca con gran solera y que sirva para identificar aquellas mujeres que han elegido libremente el disfrutar de la vida y del sexo sin más inhibiciones. Tras mis sesudas elucubraciones he optado por EMPENENADA. Es simple, es directa y no existe en la lengua. Se podría definir de la siguiente manera: Dícese de aquella mujer que salta de rabo en rabo extrayendo el máximo placer de los mismos y sin pretender entablar vínculos afectivos duraderos con sus propietarios. Una chica empenenada viviría feliz y contenta porque la gente no la rechazaría, no la criticaría, no la juzgaría de ante mano. Se podrían poner hasta pulseras que las identifiquen. La palabra se presta a convertirse en verbo y daríamos la bienvenida en nuestro idioma a empenenar que no es más que el sano acto sexual practicado por una fémina sin opción a rollo de larga duración. Podríamos hasta crear una nueva topología médica, el empenenamiento o la mala suerte que te toquen solo tías que no quieren nada más que pelarte la polla y dejarte en la cuneta después del pitillo.
El idioma es el engranaje que mueve la sociedad y si promocionamos y condicionamos a la gente para que usen este tipo de palabras y dejen de llamar putas a las hembras empenenadas poco a poco se irá produciendo el cambio y muchas que hasta ahora lo han de ocultar y han de practicar estas sanísimas actividades en la clandestinidad podrán salir del armario y proclamar su condición públicamente. Bueno, mejor que no se salgan del armario, habrá que buscar otro concepto que esto del armario está muy trillado y enseguida metemos de por medio el julandrismo y los obsesos sexuales creerán que el mundo se nos está llenando de bolleras.
Así que ya lo sabéis, apoyad a esas que han elegido empenenarse porque al fin y al cabo no hacen nada malo y es su cuerpo y son libres de hace con el lo que quieran.
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