Ya en su momento vimos alguna foto del Wat Traimit, el templo del Buda de oro y como la serie la he hecho con fotos hechas en dos viajes con tres o cuatro años entre ellos, aquí estamos, en mi segunda visita, llegando al templo del otro lado, el que no es tan bonito, pero igual se puede ver el pedazo de templo macizo y bien protegido que en su interior tiene el Buda de oro del que cagó el moro. La historia del Buda de oro es como de película de ciencia ficción, pero esa la leeremos otro día.
Aprovechando la serie de Bangkok, hoy tenemos el equivalente tailandés a las bicis de carga neerlandesas, que vemos que es más básica, sin frenos, con lo cual intuyo que se frena a contrapedal, sin velocidades, sin batería eléctrica y con una construcción muy práctica. Imagino que la bici pesa lo suyo y que la usan solo en llano. Estaba a la entrada de una tienda que era una mezcla de ferretería con todo lo demás, que allí se conseguía de todo menos comida. Por las calles de Bangkok lo que se veía muchísimo eran los tuktuks, con turistas, o persiguiéndote y llamándote para que te subieras, algo que no hice, sobre todo porque los conductores te cobran más que un taxi y encima, en lugar de llevarte directamente, hacen múltiples paradas en tiendas en las que les pagan para traer clientes y la experiencia, al menos en mi caso, es traumática y llena de frustraciones, que yo ni compro ni estoy interesado en comprar nada por allí y lo que busco es ir de un punto a otro, con lo que siempre usaba los medios de transporte público y hasta los taxis los evitaba, que también entre los taxistas hay mucho malaje que se niega a usar el taxímetro para clavártela.
Cualquiera con una neurona activa ha notado lo mismo que yo noté cuando miraba esa especie de campanario de mármol con tejado tailandés y campana, pero como siempre hay alguno despistado, hay que volver a mirar la campana y ver lo que falta, que es la cuerda en el badajo o mismamente, el susodicho. El que la diseñó, o estaba convencidísimo que los mismísimos dioses budistas bajarían del cielo a tocarla o le tenía una alergia al ruido de campana que no veas, porque sin una escalera, está jodido lo de tocar esa campana.
Seguimos buceando en Sardina y llega el momento de escuchar el himno, sí, el himno de la mejor película de la historia del universo que todos sabemos que es Top Gun: Maverick y por supuesto, la canción de hoy es el Top Gun Anthem, el original, el de la primera película, ese que hace llorar a julays hechos y derechos cuando lo escuchan de pura emoción, que ablanda hasta los más brutos, aunque no parece funcionar con ignorantones. Como en esta inmersión me enralé a grabar, todavía queda tela marinera.
Comenzamos buceando por debajo y junto a las piedras de la escollera, que por allí se pueden encontrar cosillas, aunque estábamos bastante cerca de la superficie. Sé de buceadores que no pueden hacer este tipo de maniobras sofisticadas bajo el agua, o les da miedo. Ya en la arena, banco de peces, que es que están ahí esperando por nosotros, que somos la alegría de su día. Cuando han pasado un minuto y tres cuartos, entre las rocas, rescondida, hay una raya, se puede ver la cola y como la pobre está convencidísima que no la estamos viendo. Después de esos volvemos con el banco de peces y me hago un autorretrato para que quede constancia que estuve allí. En la arena, escondida, hay una manta y la dive master mueve la arena tratando de que nos haga espectáculo, pero como que el bicho la ninguneaba, aunque igual la cosa cambia en el siguiente episodio.
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