Distorsiones

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  • Encuentros en la tercera clase

    7 de mayo de 2005

    Yo ya no dudo que a mí me suceden todo tipo de cosas absurdas. Ni siquiera me sorprendo. A veces me asusto un poco, pero eso es todo, he aprendido a vivir con ello. Al acabar el día de la reina tenía que volverme a Hilversum, el centro de mi universo y ese lugar al que llamo hogar. Por experiencias de años anteriores, me temía que lo del tren sería de miedo cerval. Lo primero era llegar a la estación Central de Amsterdam. Olvidarse de ir andando. Con tanta gente (en el orden de millones) se tardan horas. Así que cogí el metro sin pagar y me planté en la estación. Mi vagón iba medio vacío porque toda la parte delantera se había convertido en un inmenso meódromo y la orina campaba a sus anchas por allí. La gente entraba, enñurgaba el hocico, se iba a la parte de atrás y cuando estábamos en marcha, corría al encuentro de los efluvios úricos, aportaba su chorrito al bien común y en la siguiente parada se cambiaban de vagón. Desde casa del turco hasta mi destino hay 3 paradas, así que vi el espectáculo por triplicado.

    Ya en la estación, lo primero era comprobar la normalidad de los trenes. En otras ediciones del Koninginnedag se montan convoyes especiales infinitamente largos y que paran en cualquier trozo de tierra en el que se pueda apear gente. Esta vez, o llegué tarde para ellos, o llegué pronto, o no los hubo. Mi tren estaba en su anden, listo para salir y sin retrasos o modificaciones de ninguna clase. Era uno de esos con dos alturas, en plan guagua inglesa. Caminando pude comprobar que el nivel inferior iba empaquetado de gente. La parte de arriba ni me planteé mirarla, porque todo el mundo sabe que las ventanas no se abren y en invierno es calentito y tal, pero en días como el que vivimos, es una sauna horrorosa. No tuve suerte, pero cerca del final encontré un sitio en una de las anomalías de estos trenes. Al final de cada vagón, cuando estás en la planta alta, hay unas escaleras que te llevan a las puertas. Justo al lado de esas escaleras quedaba un pequeño hueco y la compañía de trenes metió cuatro taburetes atornillados y montaron ?algo??. En el sistema ferroviario holandés hay sólo dos clases, la primera, con asientos individuales y más espacio, lugar aburrido donde los haya en el que casi nunca hay nadie, y la segunda clase, el lugar de la plebe, donde vamos todos, morisma, gentuza, gitanerío, pelanduscas y similares. El garito minúsculo que hay en las escaleras es supuestamente segunda clase, aunque es obvio que en realidad corresponde a la tercera clase. Con suerte caben dos personas y si se trata de un neerlandés de metro noventa y cinco, rubio y desgarbado, entonces ya no entra nadie más y el pobre parecerá un canario en su jaula.

    Todo esto es para decir que me senté allí, en la pajarera de la tercera clase. Iba solo. El tren arrancó sin retrasos y todo iba viento en popa. En la primera parada, se subieron tres chochas que visto el panorama, se metieron en mi jaula. Uno que es de natural insensible y de concisión verbal escasa diría que allí olía a coño. Con seis tetas, tres papayos y dos arriolas, no había lugar para la intimidad. Una de las unidades femeninas, rubia por descontado, parecía un pelín tocada, afectada por alguna indisposición o lesión, al menos desde el punto de vista desde el que un psiquiatra observa el mundo, porque si nos referimos a la acepción de ?tocada?? que denota saber o conocer algo por experiencia, es obvio que ninguna era virgen a estas alturas y la que menos había sido ?tocada?? en múltiples ocasiones, que para eso la textura del cutis es definitiva y puede ser usada como prueba concluyente en cualquier juicio.

    Dejo de desbarrar y retorno a la vía. La chica simulaba ser una india arapahoe, con todo el maquillaje corrido por su cara debido a los desastrosos efectos de las lágrimas. No estaba en su mejor momento, eso era obvio. Yo, que no quería tener vela en el entierro, procuraba mirar por el ventanuco sin decir este pene es mío. Dadas las limitaciones espaciales, era una situación un poco violenta, porque allí nos chupábamos el aliento unos a otros. En esas que aquella incrementa sus sollozos y grita algo. Lo podría haber dicho susurrando y lo hubiese escuchado igual, pero como optó por el incremento de decibelios, posiblemente todo el tren lo escuchó. Básicamente lo que dijo, una vez procesado por mis neuronas holandesas fue que todos los hombres somos unos gilipollas (asumiendo que pueda traducir como tal la palabra klootzak). Pese a mi incultura y mi poco mundo, yo capté el concepto claramente y noté que allí era la minoría en peligro de extinción. Me lo volvió a gritar, a pesar de que intenté mantener la actitud de despiste casual manteniendo mi vista perdida en el horizonte de las vías.

    No funcionó. Giré mi cabeza lentamente hacia ella, desplegando mi sonrisa perfecta que es el orgullo de mi dentista y le respondí en imperfecto inglés que no todos los hombres somos gilipollas (utilizando el término bastard para dicha palabra) y que algunos hasta somos buenas personas. Ahí entraron sus amigas en la conversación. Primero averiguaron de donde era, Gran Canaria >> Canarias >> España >> Europa >> Mundo, después quisieron saber que hacía en estas tierras herejes. Luego mientras aquella seguía gimoteando me trabajé a las adjuntas y las convencí de lo bella persona que soy y de como mi espíritu latino, que rebosa mis venas y me hace maravillosamente sensible y campechano, no me permite ser un gilipollas. Les hablé de lo románticos que somos nosotros, de lo que cuidamos a las hembras, de los maravillosos momentos que podríamos pasar juntos mirando una puesta de sol de mierda cogidos de la mano mientras espero que se aburra de una puta vez para hincársela hasta el fondo, claro que expliqué los conceptos de otra forma, más romántica, que es como la gente nos ve a los latinos.

    No me costó mucho convencer a las adjuntas, que comenzaron a vaciar el tarro a su amiga y a explicarle que sólo por haber catado una uva podrida no vas a dejar de echarle mano al racimo. A través de la propia protagonista me enteré que su novio de los dos últimos dos años y medio la había dejado por una pelandusca que había conocido la noche anterior, que su cipote ya no entraría en su vagina, que ya no podría escuchar sus eructos al atardecer ni lavar los lamparones de los calzoncillos de este hombre. Era lo peor que le había sucedido a una mujer en el universo universal. Nunca hembra alguna sufrió tanto. Mandé callar a las adjuntas y le dije que estaba muy equivocada. Puede ser peor. Le conté el cuento de la amiga chicharrera que se compra el piso para casarse con su hombre de siempre y meses antes de la boda, un día que sale de marcha con sus amigas, decide dormir en el piso y no volver a casa en taxi y cuando entra en el mismo se topó con su hombre follando en la cama con otro macho. Le dije que eso era indudablemente lo peor que te puede suceder y que lo suyo, lo suyo era mala suerte y una pésima selección del esperma. La animé a mejorar sus criterios para la elección de compañero de cama y a no dejarse llevar por el primer instinto. En los quince minutos que estuvimos juntos en el tren, hablamos de muchas cosas.

    Resultaron ser unas hembras despechadas, pero nada que uno no pueda manejar con gracia y estilo. Las otras la ayudaron a quitarse el maquillaje arapahoe de la cara y la maquillaron. Salimos todos del tren riendo. Ellas venían a Hilversum de juerga. La dolorida me agradeció infinitamente lo que había hecho por su autoestima. Según sus propias palabras, nunca pensó que iba a reírse esa noche. Me invitaron a unirme a su juerga y uno, que es de natural reservado y de poca voluntad propia, se apuntó, pero esa es otra historia y creo que me la voy a guardar para mí.

  • El jardí­n de su secreto

    6 de mayo de 2005
    chica rubia en barca

    Chica rubia en barca, originally uploaded by sulaco_rm.

    Hoy os traigo un documento estremecedor. Ya sé que en la foto todo parece normal y que hay alegría y cosa buena, pero este instante me ha supuesto fiebres y pesadillas desde que sucedió el sábado pasado.

    Como sabéis en el Koninginnedag andaba deambulando por Amsterdam con mi amigo el otomano (del que hay una foto en abierto en mi álbum de flickr ;-)) cuando por circunstancias del azar y de la necesidad de llegar al Jordan para encontrarnos con unos colegas a tomar unas birrillas, avanzamos por el Prinsengracht, en donde tenía lugar una cabalgata de barcos. Nosotros que somos de natural curiosos y de gatillo fácil, acabamos haciendo fotos como locos y mirando la procesión de embarcaciones engalanadas al efecto. Cada barca equipaba su propia música, a todo trapo, con lo que durante unos instantes movíamos el culo al ritmo de la Conga y casi sin darte cuenta te veías agitando el poco pelo que nos queda con The Final Countdown. En momentos en los que dos o tres de estas improvisadas carrozas se ponían en paralelo, se volvía imposible averiguar lo que se escuchaba.

    Estamos en estas, distraídos como siempre, cuando vemos aproximarse una barcaza gris metálica, fea como pocas, pero con una carga explosiva. Iba con una banda de chatis de rompe y rasga. Todas pata negra. No había ni anoréxicas, ni bulímicas, ni encochinadas. Todas con el peso perfecto, un buen par de tetas que agarrar y un trasero modelado para ser sujetado bajo ciertas circunstancias en las que el diseño aerodinámico ayuda a mantener el control.

    Inmediatamente a mi amigo se le activó el modo PUMA, que es como yo lo defino. Se transforma en un pavo real y se agita igual que ellos. Yo en mis interioridades le añado la canción Pavo Real, del Puma y de ahí le viene el nombre. Tengo al colega al lado mío meneándose al ritmo de pavo real, uhhhhhh, pavo real, uhhhhh, pavo real, uhhhhhh, pavo real, uhhhhhhh y yo partiéndome de risa ante la constatación que tras millones de años de evolución, seguimos siendo unos pájaros de cuidado. Para no estropear la coreografía del colega y ayudar en lo posible a ensalzar este momento caspa, yo divido la capacidad de procesamiento de mi cabezón y mientras controlo la música del Pavo real, me monto mi coreografía del Ave María Mix de Bisbal y entre los dos damos un espectáculo digno de cualquier teatro de gran ciudad. La gente cuando ve estas cosas, se emociona hasta las lágrimas ya que no es fácil encontrar dos adultos sin vergüenza humillándose por su propia voluntad. Pero mira, soy latino, vivo rodeado de un iceberg humano y la poca dignidad que tengo, la dejo en casa cuando salgo para no perderla por ahí.

    Mientras nuestro bailoteo lolailo nos engrandece, la barcaza se acerca y una de las chicas se fija en nosotros. Todas eran ninfas perfectas pero es que nos miró la más buena, la reina de las bollicao. Aquí es cuando volvéis a mirar la foto para saber lo que digo y así me ahorro el describirla. Fijaros en la precisión de las curvas, en ese pezoncito que grita chúpame, chúpame, en esos dientes lavados con espíritu de sal para que queden bien blancos, en ese pelo de color rubio natural, aunque daría las manos de mis dos mejores amigos a que el moldeado es de peluquería de mari-kita porque la holandesa per se no produce este tipo de ondulado. La rubia nos sonríe e ignora a sus acompañantes, poniendo toda su atención sobre nosotros. Es el efecto pista principal del circo. Se enciende un foco y te apunta a ti. ¿qué hacer? Pues más el ganso. Redoblamos nuestros movimientos demoníacos. Pavo real, uhhhhh, cuando serás mía, pavo real, uhhhhhhhhh, todo te daría. Incrementamos las revoluciones de las canciones que tronan en nuestra cabeza y desplegamos nuestros mejores movimientos de baile. Ella nos sonríe aún más si cabe y ante nuestra sorpresa, lentamente se agarra el pantalón, se lo desabrocha, lo baja y nos enseña el chumino. Por culpa de la desviación de recursos a mis ojos se me congestionó el sistema musical y corté la banda sonora en seco. El cuerpo también se me detuvo al necesitar todos mis sentidos parar procesar aquellas señales tan bellas y hermosas. No llevaba bragas y fuimos testigos de una aparición angelical, un instante divino. ¡Dios! Para que después hayan algunos que me digan que ellos no creen. Esto fue un regalo del mismo padre celestial. Traté desesperadamente de arrancar la cámara para inmortalizar el instante en un formato tangible y de fácil distribución, pero debido a la antigüedad de la misma y a los casi cinco segundos que le toma inicializarse, no llegué a tiempo. El turco se me quedó en coma vegetativo. La diosa nos sonrió aún más, maliciosamente, como podéis ver en la imagen. Sabía que nos había jodido bien jodidos a ambos. Nos dejó más calientes que las calderas del infierno.

    Vimos la barca marcharse y aunque estuvimos tentados de salir corriendo tras ella, al final primó la cordura y nos fuimos, cabizbajos al encuentro de los colegas en el Jordan. Nadie nos creerá jamás, pero por unos instantes, fuimos testigos de algo divino. Y para acabar, os sugiero que hagáis clic en la imagen para ver las notas que he puesto sobre la misma.

  • The Pacifier – Un canguro superduro

    5 de mayo de 2005

    Esto de las comedias americanas es una ruleta rusa. Ya hasta miedo me da ir al cine, porque uno no sabe que puede suceder. Obviamente, cuando los americanos se plantean hacer una comedia, lo hacen con la mente puesta en espectadores que han sido lobotomizados o que gozan de graves carencias neuronales y a los que hay que atacar al estómago. La película de hoy, The Pacifier, traducida infamemente al español como Un canguro superduro por alguna mente depravada que merece ser castigada con el visionado completo del juicio a Miguelón de los niños, sobresale de la media. Visto el cartel uno no se hace muchas ilusiones y quizás esa sea la clave. Salvo por un comienzo en plan película de acción cañera, una vez cambian el chip y entran en modo comedia, te ríes durante toda la proyección. Por supuesto que apuntan al estómago, pero al menos lo hacen con cierto estilo.

    El director es un tal Adam Shankman cuyo nombre no me sonaba de nada, pero que mirando en imdB resulta que también dirigió The Wedding Planner. Personalmente creo que ha mejorado bastante y esta vez ha conseguido una comedia mejor. Sabe como mantener la trama, el guión estaba lleno de cliches que llevan siendo explotados desde la invención del cine y la selección de los chiquillos fue más que correcta y eso en una peli en la que cinco de ellos van a pasar casi tanto tiempo en pantalla como el protagonista es muy importante.

    Hablando de la estrella mediática que escogieron para gobernar la nave, se trata de Vin Diesel, ese pedazo de músculo con ojos y sin pelo en el cuerpo que asusta por todas esas protuberancias corporales posiblemente conseguidas a base de esteroides y muchas horas alejado de los libros. El hombre posiblemente tenga una capacidad intelectual que roce el cero absoluto, pero lo lleva con gracia y con estilo. Nunca tiene frases muy largas y es sabedor de sus limitaciones melodramáticas, así que no queda nada mal y encaja perfectamente con los chiquillos, haciendo la historia increíblemente creíble. La primera vez que lo vi fue en Pitch Black y aún sigue siendo mi película favorita de todas las que ha hecho. Los que la vean doblada al español se perderán su voz, bastante ronca y que encaja perfectamente con esa masa muscular masiva.

    Así que tenemos una comedia típicamente americana, sin más pretensiones, que habrás olvidado después de un par de horas pero que no te va a dejar amargado o con la sensación de haber visto una mala película y tal como está la cartelera, esto ya es mucho. Recomendada para bandadas de amigotes que quieran pasar la tarde juntos, parejas que piensen en tener familia numerosa y fans del músculo.
    gallifantegallifantegallifante

  • Las otras reinas

    5 de mayo de 2005


    Reinas saludando, originally uploaded by sulaco_rm.

    Da igual que sean rockeras, poperas o macarrillas. En el koninginnedag todas son reinas y lo demuestran con sus coronas naranjas. Estas dos posaron gentilmente para la foto saludando a la audiencia. Fijaros en el detalle de los globos. Es enternecedor. También llevaban pulseras de esas que ahora están tan de moda.

    Yo sigo esperando que alguien me regale una de las de «orgullo católico» que viviendo rodeado de tanto hereje, la verdad que hace bastante falta. Y para que no nos llevemos a confusiones, yo no sigo ni la rama jesuita, ni la franciscana, ni la hedionda del opus. Yo sigo la rama pecadora de la iglesia, que es la que les da trabajo y los mantiene ahí, que el día que todos decidamos seguir sus estúpidas guías doctrinales tendrán que echar el cierre.

    Hay más información sobre Holanda en la anotación Guía para el turismo en Amsterdam y Holanda y también puedes ver el Álbum de fotos del Koninginnedag

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