Lo bueno que tiene hacer una inmersión nocturna en Gran Canaria al final del año es que la puesta de sol es antes y se puede entrar en el agua sobre las siete de la tarde, con lo que vuelves a tu keli seguramente alrededor de las nueve de la noche y si eso parece mucho, cuando las hacen en verano la gente llega a su keli o a su hotel entre las dos y las tres de la mañana, razón por la que solo hago nocturnas en invierno aquí y este año, excepcionalmente, hice dos en las Maldivas, en donde también la puesta de sol es a las seis de la tarde y se regresa pronto. Para esta inmersión, que ellos llaman la última del año, siempre vamos un grupo de conocidos y este año, los dos únicos nuevos eran una pareja alemana de vejestorios con los que no traté. La inmersión siempre resulta bastante larga, alrededor de una hora, porque todos nos conocemos y es muy relajada, ya hemos estado antes en el lugar. Como siempre, vimos algún tiburón Angelote, escondido en la arena y este año nos cruzamos con una cantidad increíble de pulpos, un montón de los susodichos y también con muchísimos cangrejos. Esa inmersión es en la playa de Tufia y tanto al entrar como al salir hay que subir una cuesta considerable con todo el equipo.
Otro día fui a bucear a Sardina del Norte, uno de mis lugares favoritos y como éramos unos diez, nos dividieron en dos grupos. En el mío había uno que conozco de la nocturna y con el que hice equipo y teníamos una pareja española, con una chama de melena rubia grande. Durante la inmersión, la chama fue un espectáculo, no por la melena, sino porque tenía una capacidad increíble de aletear contra la arena y reducir la visibilidad al mínimo. Por suerte, nos pusimos por delante de ellos durante las inmersiones y no sufrimos las tormentas de arena, como los que iban por detrás. En Tufia vimos un caballito de mar, que parece que están volviendo. Hace algo más de un año había varios y al parecer, un pulpo se los jincó. La otra inmersión que hice fue a la Catedral, un lugar épico y legendario por la parte norte de la Isleta, un sitio que no visitaba desde marzo del año 2018 porque para ir hace falta barco y que el mar esté de buenas y en todas mis visitas desde entonces, o no tienen el barco reservado o cuando lo tenían, el mar estaba tan mal que tenían que cancelar, que por esa parte de la Isleta, las olas son brutales y salir del mar sería posiblemente una misión imposible. Yo cuando reservo mi billete siempre les mando mensajes y les pido que si pueden, que pongan en la planificación la visita a la Catedral y en estas vacaciones, la pusieron para el 24 de diciembre, que se canceló por mal tiempo en el mar y la siguiente oportunidad ya fue en este año. Habían reservado el barco para dos días, viernes y sábado y yo opté por el viernes. Varios de los que supuestamente venían se pusieron malos y al final quedamos cinco, tres españoles y los dos alemanes viejos que fueron a la nocturna. Los otros españoles también fueron a la nocturna y son conocidos. Yo iba emparejado con uno de ellos y la Dive Master con el otro. La visita a la Catedral fue espectacular, es un lugar con unas estructuras submarinas increíbles, con arcos y como una iglesia gigantesca bajo el agua. Es pura arquitectura submarina. En cierto momento, ya cerca del final, los tres españoles vamos siguiendo a la Dive Master, pasamos por debajo de un arco, y los alemanes no estaban con nosotros. Regresó la Dive Master a buscarlos y nos indicó que nos quedáramos allí y al rato vino y nos hizo señales para que la siguiéramos. Parece que los alemanes se cansaron y decidieron acabar la inmersión sin indicárselo al Dive Master, que es básicamente un pecado mortal. Para la segunda inmersión íbamos junto al Roque Ceniciento, una inmersión no profunda, pero que transcurre casi en su totalidad en un sistema de canales y túneles entre una laguna y el mar abierto y según la corriente, nos puede dar unos meneos que no veas. La Dive Master nos dijo que íbamos en fila india, ella la primera, después mi compañero, el Elegido y detrás de mi los alemanes. Como la corriente era tan fuerte, nos dijo que dejáramos al menos dos metros entre julays. Bajamos y al rato, le arreé una manta de aletazos al alemán, que decidió ir oliéndome el culillo y cuando la corriente lo empujó hacia mí y a mí me empujó hacia él, quedó atrapado bajo mis aletazos. Cuando salimos, viene a quejarse y la mujer le dice en alemán que se muerda la lengua, que nos habían dicho que dejáramos distancia y él asintió como si lo hubiéramos comprendido. En el regreso en el barco, el chamo iba amulado.
Y con esto creo que cubro todas mis inmersiones en las cuatro semanas en Gran Canaria