Pedorras


Hacía siglos (octubre del 2009) que no removíamos las aguas empozadas y siempre polémicas del Hembrario, una oda al mal gusto escrito que no solo me ha granjeado el odio infinito de muchas, supuso mi expulsión del universo de la publicidad de GooglEvil en esta bitácora tras ellos recibir el soplo de una amargada a la que le subió la temperatura del potorro después de leer algo que escribí en este pequeño diccionario. Por otra parte, todos incluyéndome a mí agradecemos la ausencia total de recuadros publicitarios informándonos de las mejores putas y donde comprar biblias que solían llenar estas páginas hace unos años. Ayer sucedió algo mientras regresaba a casa que revivió la llama así que hoy añado una nueva palabra a este compendio.

Regresaba a casa después de una dura jornada en el trabajo, salvando el mundo y el universo de todo tipo de desgracias como solo los mini-héroes podemos hacer y estaba sentado junto a la escalera del segundo piso del tren en el que viajaba. A mi lado iba una chica rubia, modosita, con falda hasta las rodillas y medias (con lo cual, lo de verle el chicharro estaba descartado) y que parecía modesta y sencilla. Yo después de la evaluación inicial y completa la ignoraba ya que todos mis sentidos estaban enfocados en la pantalla de mi Precioso mientras jugaba al Mega Run, el juego al que soy adicto esta semana. El tren corría a ciento cuarenta kilómetros por hora cuando de repente me golpea el hedor intenso y penetrante de un peo (pedo para peninsulares) o una ventosidad que se expele desde el vientre por el ano para aquellos que prefieren el rigor a la hora de definir las cosas. La japuta casi me asfixia y cuando vio que levanté la cabeza de la pantalla para echarle una mirada de odio más allá del infinito porque solo éramos dos personas en aquel lugar del vagón y tengo claro de qué viente no salió aire, me sonríe y me dice: sori que es el equivalente a una disculpa. Huelga decir que le puse dos velas negras esa noche y que seguiré encendiendo velas hasta el domingo para ver si los demonios del más allá de Móstoles se la llevan.

Este suceso me hizo recordar a las Pedorras que habitaban en la Isleta cuando crecía y el Elegido estaba aún por culminar su desarrollo. Además de ser el grupo de hembras que se tiran peos, las Pedorras eran las tontas acarajotadas que cuando tenían alguna prenda de ropa nueva recorrían la calle de lado a lado durante al menos diez veces repartidas a lo largo del día para poder fantasmear y que la gente lo notara, algo que ellas señalaban en caso de no recibir el comentario adecuado. Están un poco más allá de las presumidas en el orden de las cosas y son mujeres que llegan a resultar desagradables por ese afán de fardar. Era rara la semana en la que la Pedorra de guardia en nuestra calle no nos paraba y hacía perder el tiempo agitando alguna prenda de su cuerpo o restregándotela para que hicieras un comentario que por supuesto, debía ser de admiración y halago. las pedorras eran seres que de no ser por el aporte a la economía que hacen consumiendo, no valen para más nada. No quiero ni pensar lo que debe ser vivir en la casa de una de esas pedorras, es casi preferible arrejuntarte con una que suelte aire del viente a destajo, al menos ese es el tipo más inocuo de pedorras.

Si alguna vez estáis en un recinto cerrado con una cantidad limitada de aire y una pedorra contamina la atmósfera con maldad y alevosía, recordad que puede ser peor y podría tratar de estropearos el día presumiendo de alguno de los trapos que porta para tapar sus vergüenzas.


5 respuestas a “Pedorras”

  1. A mi las pedorraslucetrapos me la traen floja, con no hacerles caso es suficiente, pero un peo no lo soporto, me da un asco terrible porque enseguida pienso por dónde ha salido y yo inhalando esos gases perniciosos…
    ¡Puag, que asco!
    Salud

  2. Pedorras aquí les decíamos a la típica que conoces, no para de hablar sin decir nada de interés y al final ná de ná. Me alegro que haya vuelto el hembrario. 🙂

  3. Virtuditas, PoZí, a mí no me echan de mi sitio tan fácilmente. Peor fue en el avión viniendo de Gran Canaria, que alguien lo hizo y esa persona sí que estaba podrida por dentro.

  4. Qué guarra es la gente, aunque a lo mejor no pudo evitarlo la pobre, con tanta falda larga y medias, estaría toda apretada.