Una vez al año me armo de valor y voy al dentista para la limpieza anual. Al principio lo pasaba fatal, pero uno termina acostumbrándose a todo y ahora la sensación de incomodidad es mínima. Desde el comienzo de los tiempos he tenido la misma dentista. Espero que no se retire nunca, porque no me agrada nada la idea de poner mi boca en manos de otra persona. Cada visita es un acto de fe. Te sientas en esa silla de aspecto espacial, te recuestas y dejas que alguien meta un trasto que suena como un taladro en tu boca, meta un tubo que chupa babas y se ponga a hablar contigo mientras te hurga el hocico y no puedes responderle. Con los años he descubierto que ella es capaz de entender lo que digo, por muy mal que suene. Debe ser deformación profesional.
Mi dentista es una dominicana casada con un mecánico dental. Siempre me ha fascinado la profesión de su marido. Me lo imagino con un mono azul lleno de grasa limpiándose las manos en un trapo sucio mientras descansa un pie sobre el paciente, que se retuerce de dolor en el suelo. No tengo ni idea de cuales son las tareas de un mecánico de esos, pero supongo que estarán relacionadas con hacer aparatos para la boca y similares. A mí por suerte no me ha hecho falta sus servicios hasta ahora. Esto de ser dentista da dinero, porque la mujer esta trabaja tres días a la semana y se va dos meses de vacaciones cada año a su país. Yo no me quejo del precio, porque creo que con la boca no hay que ser rácanos, pero siempre me ha fascinado lo fácil que es para ella ganarse sesenta euros, al menos conmigo.
Las limpiezas no suelen durar más de media hora. Al contrario que otros dentistas, que ponen a sus ayudantes a hacer el trabajo, esta mujer se lo curra ella. Su ayudante está sosteniendo la manguera chupababas y preguntándome cosas. A ambas las conozco de siempre, lo que te da cierta confianza. Recuerdo que al principio me agarraba a la silla con tanta fuerza que se me quedaban las manos blancas. Era una tensión terrible. Ahora es algo más natural. No es que me guste, ni que disfrute con ello, pero lo tolero. Ayuda el haber vivido la misma rutina multitud de veces.
Una de las cosas que siempre me han mosqueado es que mi dentista siempre alaba mis dientes. Según ella, soy el mejor de sus clientes, el que tiene la boca más bonita. Siempre me recuerda lo afortunado que soy al tener todos los dientes perfectos, sin un solo empaste, sin un solo problema. Todos están en su sitio, todos tienen un precioso color marfil y no hay presiones que los deformen ni similares. La verdad que después de oír tanto halago me empecé a fijar en las bocas de la gente y quizás tenga algo de razón y yo sea un bicho raro, una excepción. A todo el mundo le veo dientes sucios, muelas empastadas, capas gordísimas de sarro, dientes desaparecidos, torcidos y demás. Todo el que me conoce seguro que se ha dado cuenta de que les escaneo la boca. El único problema que tuve, hace casi quince años, fue que debido a la tensión y los nervios de los exámenes me estaba comiendo la capa interior del esmalte de los dientes superiores. Desde esa época duermo con una férula dental, un dispositivo parecido al de los boxeadores que impide que eso suceda. Mi férula ha hecho tantos kilómetros como yo. Siempre me sigue. Cuando me la puse por primera vez, después de que la construyeron haciendo un molde de escayola de mi dentadura, pensé que jamás volvería a dormir. Me costó tres semanas acostumbrarme. Ahora es justamente lo contrario. Si no la tengo puesta no me quedo dormido. Mi dentista ha intentado que la actualice a alguna de nueva generación, según ella más cómoda y que ya no son rígidas, pero yo no veo necesidad en cambiar algo que no me molesta en absoluto y a lo que le tengo tanto apego.
Por si las moscas y porque vivo a tres mil kilómetros de ella, tengo un buen seguro dental en los Países Bajos, seguro que no he usado nunca. Creo que cada mes pago cuatro o cinco euros adicionales en mi seguro médico para tener protección dental completa y ni siquiera he visto a mi dentista en estas tierras. El día que vaya el hombre o la mujer, llorará de alegría. Intenté una vez ir a uno por aquí, recomendado por uno de mis amigos holandeses, pero cuando la tipa le dijo que me daba hora para cuatro meses más tarde y que lo hacía de favor, le dije que se metiera el favor por donde le cupiera.
Así que una vez he pasado la ITV de mis dientes para este año y he recibido el aprobado, uno se queda más tranquilo. Esperemos que el año que viene sigan igual de bien.
5 respuestas a “Prueba superada”
A mi es que el dentista no me da mal rollo, porque voy a la clínica donde trabaja mi mejor amiga de auxiliar, y claro, la muchacha te hace reir y ni te enteras 🙂 Sin duda, lo peor para las mujeres es ir al ginecólogo, más que ir al dentista ;P
Te comento aquí lo del post posterior (aunque ya sé que no es lo suyo) por dos razones:
La primera (y evidente) es porque has bloqueado los comentarios en el post anterior y la segunda porque me parece más cómodo que mandarte un email (que pudieras borrar sin saberlo como spam).
Sólo quería comentar que siento que tu blog haya tenido que llegar a este extremo, es una lástima y respeto totalmente tu decisión de moderar los comentarios. Pero creo que te equivocas al quitarle opciones al blog con lo de los últimos comentarios, las encuestas, etc. Sobre todo cuando tu eras (¿y eres?) un defensor de las tres columnas.
Un saludo.
Yumiko: no sé como será lo del ginecólogo, pero una vez tuve que ir al urólogo y el trauma me duró meses. Todavía recuerdo a aquel hombre y su ayudante …
Erre, si hay algo que no recibo es correo spam. Los filtros de yahoo, hotmail y el mailwasher en mi pc hacen un trabajo excelente. La moderación de comentarios es un éxito completo. Acabo de llegar de pasar el día en Amsterdam y sólo hay 7 correos: 3 comentarios y 4 de spam. En un instante los he aprobado/rechazado y listo.
Sobre lo de las columnas, cuando me valido con mi usuario yo sigo teniendo las mismas tres columnas que tenía antes. Para el resto de los mortales, creo que la próxima versión tendrá una única columna, con el blog y ya veré lo que hago con los enlaces, pero me da la impresión que voy a poner un menú superior y listo.
En la epoca de nuestros padres se les llamaba así, mecánicos dentistas, pero hoy en día se les llama protésicos. Son los que hacen el trabajo «sucio» de hacer aparatos, dentaduras, coronas, etc., cobrando aprox. el 30% de lo que realmente te va a cobrar el dentista a ti por coger el aparato de una cajita y hacer click en tu boca.
En el caso de mi dentista, como el protésico es su marido, entre ambos se lo cuecen y se lo comen. Así está ella como una reina, trabajando sólo tres días por semana y con dos meses de vacaciones en el caribe cada año.