Retorné


Desde el lunes reabrieron los cines en los Países Bajos con un jartón de limites. En primer lugar, solo treinta julays por sala, independientemente del aforo. Además, horarios escalonados para que en un momento dado, no haya un apelotonamiento ni por la entrada ni por la salida de julays, con lo que cuando llegas al cine no hay prácticamente nadie. Tampoco tienes entradas de papel y las entradas hay que comprarlas con antelación, no se puede llegar de feliz y pedir en ese momento y al comprar hay que firmar una declaración jurada en la que confirmas que no tienes ni un átomo de sangre truscolana y que estás tan sano como un pino de seiscientos años.

Ya en el edificio, lo primero que te encuentras es una especie de espacio blindado en plástico tras el que se esconde el empleado, que te grita y grita para que te desinfectes las manos. Después le enseñas tu tarjeta de abonado o tu código QR con la entrada y te suelta un rollo en neerlandés al que no presto atención. Como el cine tiene una mega-escalera única de subida y en el tramo final de bajada, la han dividido para que no se crucen unos con otros. Vas hacia tu sala y no puedes entrar, tienes que esperar a que un empleado te entre en la sala y te asigne un asiento lo más alejado posible de los demás. Hay un límite de dos julays como máximo juntos, con lo que si vas con una pava y esta trae a su tía Marilola de carabina, la Marilola se tiene que sentar a varias butacas de distancia. En la sala y esperando que empiece la peli, todos contenemos la respiración porque si estornudas, seguramente la gente huya histérica, así que todos nos tragamos las lágrimas para no estornudar. El empleado que entra la gente nos cuenta una y otra vez para asegurarse que no se cuela nadie y a los treinta, cierra la sala y la precinta como las puertas santas de algunas catedrales.

No se, tanta movida para ver una película en el cine le quita la magia, esto es casi como jugar a la ruleta rusa y te hacen sentirte tan mal que se te quitan las ganas de ir, por no decir que han arrancado con películas viejas o de esas de serie Bé o Cé que son malísimas. Cuando acaba la película, todos nos miramos porque los treinta tenemos que salir ordenadamente y respetando las distancias, igual que al bajar por las escaleras. Si decides usar el ascensor, el máximo es de dos julays, si son una unidad familiar. Para cuando llegas a la calle, estás comenzando a ver borroso y estás a punto de desmayarte porque has contenido la respiración en toda la salida porque lo ponen ten terrible que das por sentado que aquel lugar está infestado hasta las trancas. Al llegar a mi bici, agarro el volante, con unas manos que no me he vuelto a desinfectar y vuelvo a casa intentando no tocarme, pase lo que pase, la cara, al menos no hasta que desinfecte las manos, con lo que me tengo que comprar un líquido pequeño para llevarlo siempre conmigo. Lo más positivo de todo esto es que este fin de semana comentaré dos películas, de las de verdad, o casi.


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