Sexto día de buceo en Guraidhoo, la despedida de las Móbulas


El relato comenzó en Desde Utrecht a Fuvamulah

Y tras dos semanas, llegamos al principio del final. Mi último día en Guraidhoo con mi última inmersión. Como siempre, rutina mañanera y en la pensión me prepararon el desayuno maldiviano, que es muy sabroso, con atún y otras cosillas. Después hice el caminito hasta el club de buceo. Aquí los planes cambian tres veces al día, así que nos dijeron que iríamos a Kandooma Thila y finalmente fuimos a la esquina de Guraidhoo, que realmente es parte de Kandooma Thila, solo que esta última está en el centro, entre dos islas y la otra es en un lateral. Los rusos vinieron, por desgracia, pero los pusieron aparte con un Dive Master y a mí y la española con otro. Nos llevamos los ganchos por si había corriente, que la esperaban porque entró bastante viento esa mañana. Cuando llegamos al lugar, saltamos al agua y comenzó mi última inmersión. Bajamos a unos veinticuatro metros y nos fijamos con los ganchos, que nos anclan al suelo y nos dan movilidad y tranquilidad para usar la cámara y ver el espectáculo, que consistía de tiburones de arrecife grises, de tiburones de punta de aleta blanca, de varias águilas marinas y en superficie, de una manta. Aquello es que hay que verlo para creerlo, todo sucede delante de nuestros ojos. En eso que vemos pasar a los rusos, un rato más tarde, mucho más altos y sin intención de fijarse a nada. Cuando nos soltamos y comenzó la parte de la inmersión en la que la corriente nos lleva, que era bastante fuerte, nada más girar en la esquina, hay una especie de entrante y allí, en la cuevita, un tiburón nodriza, el primerísimo que veo en mi vida y hasta ellos se sorprendieron porque esos no vienen por Guraidhoo, con lo que tengo claro que es obra de mi ángel de la Guarda. Seguimos avanzando por la pared pero íbamos bajos de aire, sobre todo la chica, así que decidimos ascender. Nuestros ordenadores nos pidieron una pareada de dos minutos a doce metros de seguridad y nosotros les hacemos caso, aunque no tenía sentido porque nunca estuvimos por debajo de los treinta metros. Después cuando llegamos a los cinco metros comenzó la locura, en forma de algo que allí llaman la lavadora, corrientes circulares que te pueden subir y bajar. La que nos pilló, nos subía a tres metros e inmediatamente nos bajaba a siete. Si no eres bueno igualando los oídos las pasas putas en una experiencia así porque está totalmente fuera de control. Como además estábamos intentando hacer la parada de tres minutos a cinco metros, los ordenadores dejaban de contar cuando estábamos por debajo de los siete, con lo que los tres minutos se convirtieron en casi diez, en un meneo brutal pa’rriba y pa’bajo y casi al final, por debajo nuestro, tres rayas Móbula en formación, unos animales lindísimos y la primera vez que los veo, con lo que añado esto a la lista de regalos de mi ángel de la Guarda, que son muy raras de ver. Son rayas muy veloces y a las que les gusta subir a la superficie y saltar volando fuera del agua para después volver a entrar y hundirse rápidamente. Cuando salimos, hasta el barco se meneaba como la compresa de una coja.

Según nos dijo el otro Dive Master, la inmersión con los rusos fue un desastre, como no le hacían caso, ni vieron los tiburones, ni las águilas marinas ni el tiburón nodriza, vamos, que no vieron nada. Se me olvidó comentar que cuando estábamos con los ganchos también vimos un montón de atunes grandísimos en formación. Al volver al club de buceo, el dueño de la pensión me vino a buscar para ir a pagarle en el negocio de un amigo que tiene máquina para tarjetas de crédito, ya que él las acepta pero después no tiene ninguna. Pagué y volví al club y estuve allí hasta la hora de comer, hablando y sellando mi diario de buceo, que se ha quedado en doscientas veintidós inmersiones y creo que SOLO he grabado quince horas de vídeo, pero vamos, que aquí las veremos, toditas, no nos saltaremos ni un solo vídeo con lo que a agarrarse los machos porque en el mejor blog sin premios en castellano van a existir unas dosis masivas de buceo y vamos, es que no me extrañaría si ya llegamos hasta navidades con esto También mientras estaba allí hice la facturación de mis vuelos de vuelta y en el primero, el que sale de las Maldivas me ha tocado pasillo y en el siguiente, el que va de Zúrich a Ámsterdam me ha tocado ventana, con lo que igual hay algún vídeo de despegues y aterrizajes, aunque no sé si la pitonisa Lola puede transmitirle esas cosas al Áncestral allá en donde se encuentre,

Tras almorzar, fui a darme una ducha rápida, lo metí todo en mi bolsa y el dueño me acompañó de vuelta al muelle. En el club de buceo me esperaban los nueve que trabajan allí y nos hicimos fotos de grupo, nos juramos lealtad eterna y hasta tomamos helados antes de hacer el caminito al barco rápido que me llevaba a Malé y que iba, petado, petado y petado. Yo conté treinta y pico julays, con una cantidad ingente de cucarachas, las hembras esas vestidas de negro que se parecen a doña Rogelia y que encima se ponen unas gafas de sol oscuras grandes que les dan más pinta de cucarachas. Todos me miraban porque yo llevaba mi bolsa de viaje y una bolsa de basura llena de botellas de plástico. Puedo confirmar y confirmo que mi huella de plásticos de un solo uso en las Maldivas será de CERO, que todo el plástico lo entregaré en el aeropuerto a la aerolínea y ellos se lo llevarán y lo tirarán desde el aire sobre truscoluña, que no es nación.

El viaje en la barca rápida tomó algo más de media hora hasta Malé y después fueron cinco minutos andando al hotel. Allí me enteré que no tienen para pagarles con tarjeta de crédito y yo ya iba pelado así que les dije que al ir a cenar sacaría dinero en un cajero y les pagaba y a ellos les pareció bien. Subí a mi habitación a ducharme y relajarme y por la tarde salí a cenar y con la experiencia traúmatica de la vez anterior en Malé, una semana antes, esta vez opté por cadena de comida rápida gringa, que además estaba al lado de un cajero. Tras volver al hotel, pagué la habitación y me retiré a reposar, que el domingo será el día del gran salto de vuelta a mi keli.

El relato acaba en Desde Malé a Utrecht


2 respuestas a “Sexto día de buceo en Guraidhoo, la despedida de las Móbulas”

  1. Es encomiable tu empeño en que me incineren, pues te vas a joder porque por ahora no tengo motivos ni la minima intención de diñarla en los próximos años… 🙂
    Salud

  2. Tengo que reconocer que me acordé de tí la semana pasada en el bus, se sentó a mi lado una chica con chilaba, velo y toda la pesca, era guapísima por cierto, pero olía a rancio que echaba para atrás, con el calor que hacía y toda aquella ropa… madre mía…

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