Esta semana, dos de los tres días que he bajado a Bolduque en tren, sucedió algo curioso en el susodicho. Yo voy en uno de los trenes pre-salida del sol, básicamente un tren que sale de noche y llega al alba a Bolduque, aunque dentro de una semana, cuando cambie la hora, al menos viajaremos durante unos día de día, hasta que la noche vuelva a ganar la partida. Esos trenes son los primeros de la hora punta, o quizás más bien los últimos antes de la hora punta, ya que cuando pasan por Ámsterdam, media hora antes, no es hora punta y en realidad está comenzando cuando nos subimos en Utrecht, así que suele ser posible encontrar asiento y en ocasiones hasta tener dos o cuatro asientos para ti, como me pasó a mi hoy. En el tren de ayer, delante de mi iba sentada una pava, yo creo que mora, aunque igual era india, pero no de las del oeste sino de las otras, o quizás era de otro país y yo me debería cancelar a mi mismo. Lo cierto es que la india le estaba dando caña a la batería del teléfono que no veas y desde que yo entré en el tren, estaba hablando con alguien, pero en un volumen que para mí era bajo y adecuado. En su misma fila pero del otro lado se sentó una pava post-menopaúsica a la que obviamente se le quedó atravesado en la pipa del coño el último tampón que se jincó y que continuamente, miraba a la india con caras de odio como para que dejara de hablar, algo que la india ignoraba porque estaba en un vagón en el que se puede, que si eres tan sensible, te buscas el vagón de SILENCIO y después te coges el empute con los que están allí hablando, gritando y haciendo ruidos y se lo reprochas a viva voz, que es tu obligación y tu derecho, pero no en el vagón en el que estábamos, ese permitía el ruido. La gilipollas integral gesticulaba y hacia aspavientos pero creo que cuando vio mi cara de desprecio absoluto y la de la chama que se sentaba enfrente se sintió incomprendida y trató de cambiar el ángulo en el que estaba sentada para que el tampón ese olvidado le diera algo de gusto. Yo estaba más entretenido haciendo ejercicios de duolingo.
En el tren de esta mañana, cuatro chiquillos, que siempre se sientan en ese mismo tren en el último vagón y que mi teoría es que están en algún instituto especial en Eindhoven, porque no tiene absolutamente ningún sentido que vayan desde Utrecht a Eindhoven todos los días a clase y mucho menos en un país en el que no hay autobuses de colegios y la distancia de tu keli al cole se puede hacer en bici, pues esos cuatros, se meten en el tren, se sientan juntos, sacan los cuatro portátiles y aquello parece España, gritan, juegan, chillan, aplauden y hacen ruido como si fuéramos en el tren que va de Málaga a Fuengirola, es que si no es porque son rubios y afuera hay niebla y seis grados, te sentirías como si estuvieras en Málaga. Alrededor de los chiquillos, la gente huye y por eso, yo tenía dos asientos vacíos enfrente y uno al lado, estaba con un montón de espacio personal porque a mí me la trae al fresco que sean ruidosos, hasta lo agradezco porque me recuerda a la patria, pero al populacho local como que los pone enfermos y dado que no pueden decirles que no hagan ruido, están en su perfecto derecho y sentados en una zona del tren que lo permiten, entonces son ellos los que se piran y buscan un asiento en algún otro lugar del tren en el que vas rodeado de zombies que no hablan, no hacen ruidos y como mucho, uno de ellos se tira un bufo y después todos se miran entre ellos tratando de deducir quién es el que ha soltado el misil químico y de guerra biológica.
Yo es que me parto cuando veo que llega gente, se sientan cerca de los chiquillos y después, en cuestión de menos de cuarenta y cinco segundos, es como si hubiese chinchetas en el asiento y se levantan y salen por patas, abandonando el vagón en el que vamos, que era la planta inferior del último vagón, que esos trenes son de dos plantas. Aquí deberían entrenar a la gente desde niños en clases de ruido social, ponerlos en entornos en los que el ruido sea algo normal y forzarlos a reconocer la existencia del mismo y a que aprendan a cohabitar con el ruido, que en las Palmas te subes en la guagua y tienes, por lo menos ocho conversaciones a grito pelao, cuatro llamadas de teléfono que realmente no necesitan el teléfono porque el volumen es suficiente para que los oigan en donde quiera que esté la otra persona, los dos machangos con chandal que llevan un altavoz bluetú poniendo música a todo meter, la radio del chófer y en algunas ocasiones y si tienes muchísima suerte, sobre todo en la línea dieciseis, la chófer que se pasa el viaje cantando a graznido pelao, que esa ha llegado a la conclusión que la gente no puede huir hasta que no llegan a su parada y ella aprovecha para darles la tabarra por el camino. Y todo esto sucede en una guagua relativamente pequeña, que si tuviéramos trenes, sería tres veces más espectacular.
6 respuestas a “Sin calma mañanera”
Me encantan estas entradas tan bien descritas, de verdad… 🙂
Salud
Pues hoy, en el autobús hacia Madrid, iban como seis filas mas atrás de la mía tres señoras de la tercera edad, que desde que ha arrancado el bus no han parado de hablar a voz en grito.
Yo que quería hacer una relajación me era imposible.
Por mas que las hemos suplicado que bajaran el tono ni caso hacían. Pasaban de todo, es mas, nos vacilaban. Una de ellas decía, yo es que soy sorda y me tienen que hablar alto jajaja.
Al rato, mi amiga y yo nos hemos puesto justo detrás de ellas cada una con la música del móvil a tope del volumen y otra de ellas dice, mira que bien, a mi me gusta mucho escuchar música.
La mía no creo que la gustase mucho porque era techno y cuando hacían un breve descanso se daban cuenta de que las molestaba.
Al final yo me he vuelto a mi asiento a ver si me dejaban descansar un rato, pero mi amiga se ha quedado todo el viaje detrás de ellas con la música.
Que mi opinión es que se puede hablar, pero no gritar todo el viaje.
En el bus que suelo coger para ir al curro coincido con el personal que sale de turno del hospital, y van de cotilleo, aunque no griten mucho me sé la vida y milagros de todo el sistema público de salud. A mí me deben tener por muda o por autista, porque creo que no me han llegado a oír la voz, y eso que dos bajan en mi parada.
Virtuditas, tú autista y yo retardado, que yo cuando digo cosas, son frases sin sentido en español, inglés, neerlandés o italiano del duolingo, que en lugar de escribirlas en mi androitotorota, uso el asistente y le dicto y él las escribe y por eso, una frase puede ser «los gatos beben leche» y la siguiente «cómeme el potorro Pepe-Luis»
Jajajajajaja, me imagino el pensamiento del que te escuche…
Y ya después de eso, digo «va a llover todo el fin de semana» y los noveleros y cotorras en el tren se lanzan a sus telefoninos a mirar la previsión meteorológica preocupados, que allí todos hacen como que te ignoran pero están con el rádar a máxima potencia.