Esta fue seguramente la visita más corta que he hecho desde que vivo en los Países Bajos a Málaga, aunque ni de coña es mi visita más corta al lugar, que cuando vivía en Gran Canaria, solía viajar para pasar el fin de año allí y no era raro que me recogieran del aeropuerto el último día del año por la tarde y que me botaran en el aeropuerto el primer día del año por la tarde, que básicamente iba para subir a la finca del campo cerca de la cárcel en la que estuvo el novio de la Pantoja y pasar con Sergio y su familia el fin de año. Dicho esto, el domingo tenía que salir para el aeropuerto sobre las nueve y media de la mañana, así que para lo único que dio tiempo fue para un desayuno de campeones con beicon, setas y huevos fritos, todo muy sano y muy pero que muy jalal, sobre todo el beicon. Fui al aeropuerto en el trenecito porque es muy puntual y sabes exactamente cuánto vas a tardar y al llegar allí, la cola para pasar el control de inseguridad era espaventosa y gigantesca, pero se movía, más que nada porque en realidad es un paripé y no se lo toman muy en serio, como en todos los aeropuertos del mundo. Una vez crucé el control ese de inseguridad, busqué las máquinas del agua a un leuro y veinte céntimos, que en Málaga todavía se vende agua barata, no como en Gran Canaria y me compré una botella. El embarque comenzó a su hora y pese a que yo era el primero de la cola de los pobres, terminé yendo al avión con los que pagaron un dineral por la prioridad, que eran como cincuenta, pero el avión estaba muy lejos, quizás lejísimo de la terminal y los llevaron en guagua y a mí con ellos. Después tuvimos que esperar hasta que fueron trayendo al resto y con el avión petadísimo, el chófer cerró las puertas y cuando fue a quitar el freno mano le dijeron desde la torre de descontrol que por niebla o algo así, había restricciones de algún tipo y teníamos que esperar veinticinco minutos para el despegue. Como los asientos ahora son minúsculos, eso supone veinticinco minutos más de tortura.
Por fin escuchamos encenderse los motores y el sonido ese típico cuando el chófer quita el freno de mano y salimos cagando hostias hacia la pista de despegue y como me asignaron aleatoriamente ventana, hasta tenemos vídeo de ese despegue en la niebla. Una vez en el aire creo que hice un pequeño vídeo con la Sierra Nevada al fondo. Las siguientes dos horas y media las pasé jugando y viendo episodios de series, hasta que entramos en los Países Bajos pasando por Rotterdam y la Haya antes de seguir todo pa’l norte, dar la vuelta y enfilar la maldita Polderbaan del aeropuerto de Schiphol. Como lo estaba grabando todo, debo tener más de veinte minutos de secuencia, con lo que algún día la partiré y tendremos el paso por Rotterdam y la Haya como un vídeo separado del aterrizaje, que fue muy soso.
El chofer aparcó en la última de las puertas de bajo costo, quizás bajísimo y por eso, tuvimos que caminar lo que no está escrito para llegar al aeropuerto, que bajo costo son túneles eternos y mal iluminados. Una vez en el susodicho, como no había trenes, me fui a la parada de guaguas para pillar la 300 hacia la estación de tren junto al estadio del Ajax, en un viaje escénico y folclórico que toma unos veinte minutos. Allí cambié al tren y tuve que esperar un cuarto de hora para que llegara el siguiente y seguir hasta la ciudad de Utrecht y una vez en la misma, pillar mi bicicleta en la estación y seguir para mi keli, en donde entré a las cuatro y media de la tarde. Había pensado ir al cine, pero había previsión de lluvia a cinco grados o menos y pasé y me quedé en mi keli.
Mientras estaba en Málaga y aprovechando las ofertas del viernes negro, quizás negrísimo, me compré billete para ir otro fin de semana a Málaga al final de enero, principio de febrero, en esta ocasión con Raianer y me gasté un dineral, ochenta y siete leuros por el billete, sin derecho a elegir asiento, sin derecho a llevar equipaje de mano, sin ningún derecho, pero vamos, tirado de precio. Mi próximo salto, en poco más de una semana iré a Gran Canaria para laburar desde África durante cuatro semanas. Otro vuelo de bajísimo costo, con Tuiflai y de nuevo, sin asiento asignado y esos, sistemáticamente, nunca me han puesto en ventanilla.
Una respuesta a “Subiendo desde la costa del Sol”
Yo creo que con tu don de gentes, seguro que si le dices a una guapa señorita que te deje un momentico tomar unas vistas, seguro que te dejará la ventana un ratico, seducida por tu juventud y belleza, y si se pone dura le hablas de tus éxitos en el Duolingo y los videos de sardinas sin lata… 🙂
Salud