Todo viaje tiene un final


Si quieres leer el relato del viaje al completo, retrocede hasta Es un mundo muy muy seguro – primera parte

Después de haberme acompañado durante todo el relato del Big Apple Tour 2006 ha llegado la hora de cerrar el relato con el viaje de vuelta a casa. Hasta que se invente una forma más cómoda de viajar, tendremos que sufrir estos medios de transporte de ganado a los que he terminado por acostumbrarme. La organización logística de este retorno incluía el Metro de Nueva York, un autobús al aeropuerto, un avión a Washington, otro a Amsterdam, un tren a Utrecht y finalmente un autobús a mi casa. Un montón de horas, tantas como dieciocho.

Comencé bien temprano. Salí del apartamento en Brighton Beach sobre las ocho de la mañana. Mi avión era a las doce de la mañana pero por si acaso siempre prefiero tener algo de tiempo para imprevistos. Hacía bastante frío y yo iba cargado con la mochila de la cámara y su equipo en mi pecho, la macro-mochila que compré el día anterior en la espalda y arrastrando el bolso enorme que había llevado desde Holanda. Casi no paso por los torniquetes de la entrada del metro. Por un instante me invadió el pánico porque creí quedarme allí atorado pero finalmente logré pasar con todo. Cogí un metro casi vacío y me acoplé en un rincón. A esas horas de un domingo no lleva a casi nadie. Los fines de semana no funcionan las líneas exprés así que tardé un poco más porque el dichoso metro paraba en todos lados y con tanta parada le tomó casi cuarenta y cinco minutos llegar al punto en el que tenía que intercambiar a otra línea. Ese segundo metro sí era expreso y me llevó hasta Grand Central Terminal que es el lugar en el que tomaba el Autobús expreso al aeropuerto. En principio tendría que haber cogido el siguiente pero llegué a tiempo y hasta ese momento todo iba sobre ruedas. Compré mi billete, subí y tuvimos que esperar unos cinco minutos a que una pareja se despidiera. Estaban pegados como lapas. Yo ya estaba por sugerir que les tiraran un balde de agua fría para ver si así lográbamos separarlos porque estaban poco menos que follando en la calle. El conductor amenazó con descargar el equipaje del tipo y finalmente se subió. Cerramos y salimos disparado.

Algo que sorprende de estas guaguas es que son viejísimas y están en un estado deplorable. Uno cree que en la capital del mundo todo es nuevo, reluciente y lujoso pero no es así. Allí también hay carcallas que están a punto de caerse a cachos. En una media hora nos dejaba en la terminal. El tipo pretendía que le diéramos propina por sacar nuestras maletas del porta equipaje. Te la pedía directamente si no veía voluntad propia. Un hombre le dijo que si hubiera puesto la calefacción y no se dedicara a hablar por teléfono mientras conducía quizás lograra más. Yo directamente me hice el sueco y cogí mis cosas, le di la espalda y me marché. A mí nadie me ha dado nunca nada por hacer mi trabajo y no estoy por la labor por ser generoso con un tipo que te obliga a ello. Busqué los mostradores de facturación de United y como ahora no hay personal le pregunté a uno de los que andaban por allí explicando a la gente las cosas si podía facturar en esas máquinas hasta Amsterdam. Me dijo que no y me mandó a la zona de primera clase en donde un empleado me ayudaría. Ya sabéis como son estas cosas, me tocó un señor de aspecto maduro y amanerado con una probabilidad del 600% de ser metrosexual o eso que antes llamábamos mariquita. El hombre me preguntó mi nombre y entabló conversación mientras me asignaba asientos y facturaba mis bolsos. Me explicó que me imprimiría las direcciones de las puertas de embarque por separado porque es muy importante para no perderte, me asignó ventana en ambos aviones en un buen lugar para que descansara cómodamente y me explicó que al llegar al aeropuerto Washington Dulles tendría que coger unos vehículos como salas de espera que te llevan de un lado a otro del aeropuerto y que en los Estados Unidos solo se pueden encontrar en dos, uno en Washington y otro en Tejas, en un aeropuerto con el nombre del padre del presidente actual de los Estados Unidos, un nombre que jamás saldría de su boca porque él no decía palabrotas y esa gente no se merecía ni que dijeran su nombre. me dijo esto sabiendo que yo era europeo y que nosotros los del viejo continente somos gente liberal y bellísimas personas que estamos en contra del clan de los arbustos. El tipo le puso unas etiquetas especiales a mi equipaje para que no se perdiera y para que saliera antes del avión. Todo eso con un par de sonrisas y comentarios amables. Si me bajo la bragueta me pone en Primera Clase y me alivia de algo de equipaje mientras él recibe el primer biberón del día. El tipo fue pura amabilidad. Mi amigo el Rubio se pone nervioso siempre que se topa con una de estas personas. Yo le digo que es cuestión de sonreír y aprovecharse, que si fueras una chocha del martes y te pasa lo mismo con un tío, seguro que ellas no le hacen ascos a esos favoritismos.

Fui a pasar el control de seguridad y delante mía una familia de Judíos. El hombre con los rizos cutres, el gorro de gitano, los ropajes negros y la mujer también muy folclórica. Llevaban un niño en un carrito y por lo menos cien kilos de equipaje de mano. Sin exagerar, tardaron cinco minutos en pasar el puto control. Pitaban por todos lados, metieron bandeja tras bandeja con cosas, llevaban líquidos para el bebé de todo tipo. Hubo un momento en que pensé que los policías iban a perder la paciencia y arrearle dos hostias al judío para que se dejara de tocar los huevos y lo metiera todo en los rayos equis. El puto friki se quejaba que la leche se podía corromper al pasar por la máquina porque era leche de las tetas de su mujer y eso la hacía poco menos que sagrada. Finalmente tuvo que entrar en razón. Yo crucé como siempre en un plis-plás. Desayuné en una de las cafeterías y me acoplé en la zona donde se pueden usar los portátiles. A la hora de embarque me acerqué a la puerta de salida. ?ramos pocos y el avión bastante pequeño y de una marca rara, ni Boeing ni Airbus, creo que Bombardier o algo parecido.

El vuelo fue corto y sin incidencias. Al llegar, llamé a mi tío desde la terminal ya que habíamos acordado reunirnos en caso de tener tiempo. Estábamos hablando y acordando el lugar en donde nos veríamos cuando él recibió otra llamada. Tardó un minuto o así y cuando volvimos a hablar me dijo que no podríamos encontrarnos. Lo acababan de llamar de la BBC para avisarle que les tenía que organizar viajes de emergencia a Chile. Acababa de morir el dictador y conocido asesino Pinochet. En las televisiones aún tardaron una media hora en comenzar a dar la noticia. Mi tío se dedicó a ganar dinero gracias a la muerte de esa mala bestia mientras yo buscaba un buzón para echar una carta. El Rubio nunca me manda postal navideña porque dice que yo tampoco lo hago así que este año para joderlo decidí enviarla desde Estados Unidos. la compré, conseguí los sellos y después no conseguí un buzón en donde echarla. En la calle había unos pero no encontré la puta raja por la que se lanza la carta y en el aeropuerto de la Guardia se me olvidó totalmente. Pregunté en información y me dijeron que tendría que salir a la zona de facturación porque allí no había ninguno. Cogí el transbordador ese que te lleva sentado, salí por la zona de recogida de equipajes, me pateé la terminal principal y cuando finalmente encontré la máquina para echar cartas era un trasto con ordenador adjunto y estaba roto. La ranura estaba bloqueada. Estaba bien jodido. Me acerqué a un amable señor de American Airlines que elegí por su elegancia y maneras exageradas y dejé que la química funcionara. Le expliqué mi pequeñísimo problema sonriéndole y le pedí su ayuda. Funcionó. En seguida sacó las plumas como un pavo, empezó a agitar la cabeza como un gallo clueco, a menearse alrededor mío encantado de la vida y me dijo que enviaría mi tarjeta junto con el correo de su compañía y de paso me invitó a un café. Estoy seguro que si elijo a una de las mujeres maduras y amargadas que andan siempre pintándose las uñas y resentidas porque sus maridos ya no se los comen me manda a tomar por saco.

Después del café volví a pasar el control de seguridad y me gasté los últimos treinta dólares que me quedaban. Me dio para una camiseta de Washington DC para mi sobrina y dos para mí. A esas alturas ya se sabía lo del Pinochet pero a nadie parecía importarle y en las televisiones americanas seguían con sus programaciones habituales, despreciando esa celebridad del tercer mundo.

El avión iba lleno hasta la bandera. Me empotré en mi asiento y practiqué el desprecio habitual a quien se sienta a mi lado. Yo no hablo con extraños. Punto. Es un concepto que algunos encuentran difícil de asimilar y lo intentan una y otra vez. Gracias a Dios Apple inventó el iPod y me conecto los auriculares desde que veo que tengo una cotorra al lado. Salimos en hora y el piloto dijo que ganaríamos una hora gracias al viento de cola. No pude dormirme y me dediqué a ver películas en mi pantalla. Al llegar a Amsterdam mi maleta no salieron de las primeras, fueron la primera y la segunda. Gracias a esto gané algo de tiempo y tomé el tren antes de lo previsto. El día anterior habían cambiado completamente el sistema ferroviario holandés, con nuevos horarios, rutas y destinos. Obviamente aquello era un caos. El tren salió y se paró en el túnel que abandona el aeropuerto esperando algo o alguien. Estuvimos allí quince minutos y cuando finalmente volvió a arrancar el conductor nos informó que no podríamos ir a más de sesenta kilómetros hora por problemas con la señalización ferroviaria. Todo el tiempo que gané con el avión y la llegada temprana del equipaje lo perdí en el tren hacia Utrecht. Sobre las ocho estaba en la estación dispuesto a coger la guagua. Hora punta, una multitud en la parada y yo cargado como un burro. Tuve que esperar hasta el tercer autobús para conseguir entrar. El sueño comenzaba a hacer mella pero logré controlarme, llegué a casa, largué todo, me di una ducha, me puse ropa limpia y me fui a trabajar y dormí el jet-lag en la oficina. Así concluyó el Big Apple Tour 2006.

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6 respuestas a “Todo viaje tiene un final”

  1. Que no hablas con extraños? Pero si solo en este comentario te has acercado lo menos a tres extraños diferentes … Y si la chocha del martes en cuestión se sienta a tu lado tambien te enchufas el iPod??

  2. Virtuditas, el guagüero y el empleado del aeropuerto no cuentan. Son gente trabajando a los que tengo que acudir. A mí no me verás buscando conversación en un avión, en un aeropuerto o en cualquier otro sitio.Y sí, no hablaría ni con la Chocha del martes.

  3. Que tal el estado de las calles en NYC? Lo digo por lo mismo que lo de las guaguas, vamos, que dudo de su buen estado.

    Ha sido un buen resumen del viaje, ofreces buenos tips para un posible viaje y animas. La verdad es que NY es uno de los sitios de este pequeño gran mundo que me gustaría visitar.

    Salud

  4. Las calles en Manhattan estaban perfectas. Las autopistas se veían un poco decrépitas. El metro me sorprendió porque me lo imaginaba más decadente.

    BTW, hoy no hubo foto porque no puedo acceder a mi cuenta en flickr. Espero que lo arreglen pronto.

  5. Las calles de Manhattan eran un desastre. Daba miedo ir en taxi porque no tenían en cuenta los baches. El metro estaba destrozado. Hasta que llegó Giuliani. desde entonces es otra historia. La he visto antes y después.